-¡Christian, te quiero aquí ahora! O te juro que dormirás en el patio.- gritó mi queridísima esposa desde el auto. Se preguntaran el porque de su enojo, la respuesta es una palabra: bebé. Si, estamos a punto de tener un bebe a las cuatro de la mañana. Buen momento para nacer Gina, pero no se te pudo ocurrir nacer no se, ¡En la tarde!
Prácticamente no he dormido nada porque estuve toda la noche en vela ya que mi amada esposa no se dejaba de quejar y mi otra hija no dejaba de llorar.
Ahora estoy aquí buscando las llaves del coche para poder llegar al hospital antes de que al bebé se lo ocurra nacer, pero al parecer el mundo se empeña en que mi hija nazca aquí porque no las encuentro por ningún maldito lado.Después de como veinte minutos buscando, las encontré en los bolsillos de mi pantalón. lo se, lo se los nervios me atontan.
- Ok Maddie respira. Todo va a estar bien. Relájate y cálmate.- le dije a mi esposa en un intento fallido por calmada.
-¡No me digas que me calme idiota!- me gritó con una mirada asesina.
El resto del camino fue en silencio a excepción por los quejidos y las respiración entrecortadas de mi esposa.
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¡Dos horas! Dos horas llevo esperando desde que mi esposa entro a la sala de parto. Estoy demasiado nervioso ya que Gina se adelantó en nacer, apenas llevaba 7 meses.
Pasó otra hora antes de que el doctor saliera de la sala.
-Señor, ¿quiere pasar a verla?- antes de que el doctor terminara de formular la pregunta, yo ya me había levantado y me dirigía a el cuarto donde estaba mi esposa. Entré y lo primero que vi fue a Maddie con Gina en sus brazos. Se veían tan lindas. En cuanto la puerta hizo clic para indicar que se había cerrado, Gina se despertó y empezó a llorar. Maddie solo se reía.
-¿Quieres cargarla?- me pregunto con una sonrisa en la cara. Yo la tome un poco temeroso. Aunque ya tenía experiencia con bebes pues Gina era mi segunda hija, me sentí como si fuera la primera ves que cargaba a un bebé. Era tan frágil.
Mis grandes y maltratadas manos contrastaban contra el pequeño bulto rosado que cargaba.
Mis ojos se llenaron de lagrimas.
Era hermosa. Era idéntica a su madre.
Cerré los ojos. Sentí como una lagrima de felicidad rodaba por mi mejilla y me voltee para que Maddie no lo notara. No quería que se burlara de mi en un futuro.
Ya me la podía imaginar contándole a nuestras hijas como su padre se había puesto de sentimental.
Ni de coñá.
Le entregue al pequeño búlgaro rosa a Maddie cuando estuve cien por ciento seguro de que la emotividad se había ido.
Podía decir que este era uno de los mejores días de mi vida. Saber que de mis genes salió una cosa tan preciosa...
Claro, también de los de Maddie
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Supongo que a veces la vida es bastante confusa. Digo ¿quien habría sabido que mi pequeña y risueña niña se trataría de quitar la vida? Yo no. Maddie no y la mayoría de sus conocidos tampoco. ya habían pasado unos cuantos días. Sin mejorías. Era como estar perdido en un laberinto y ser ciego. No encontraba la salida y cada paso que daba me conducía a un futuro incierto.
Nunca e sido el tipo de persona que se centra mucho en sus sentimientos. Pocas veces pierdo los estribos y siempre trato de dejarme llevar por el lado lógico de las cosas.
Al menos eso a sido toda mi vida.
Recuerdo cuando escuche los gritos de Maddie, se escuchaban muy lejanos e irreales.
Cuando desperté me di cuenta de que eran bastante reales, de echo. al principio pensé que era una mala pasada y después el terror en la cara de Maddie.
Carajo, hace mucho que no la veía así.
Todo es bastante borroso después.
Gina. sangre. ambulancia y muchas mas cosas.
Todo fue tan deprisa, como un parpadeo. Desde ese día no me he podido quitar el sentimiento de la sangre de Gina en mis manos.
Es extraño. Digo, los días más felices de mi vida había sido cuando mis dos hijas nacieron.
Gina era una cosa pequeña, vulnerable y asquerosamente llena de sangre.
Y el peor día de mi vida había sido con Gina, luciendo pequeña y vulnerable, cubierta de sangre.
A veces me asusta la extraña que llega a ser la vida.
No había llorado, quería ser optimista y hacer ver a Maddie que todo estaría bien. Bueno... Conforme los días pasaban dudaba más y más sobre eso.
Solo una persona podía quedarse en el hospital con Gina. Así que Montse y yo pasábamos las tardes viendo tontos programas de televisión para niños y fingiendo que estábamos bien.
Todos los días la misma rutina. No había cambios.
En este momento me encontraba en la cafetería del hospital comiendo unos huevos con tocino extra. La comida de aquí apestaba, de manera literal. Usualmente solo me comía el tocino. Al menos era lo único que parecía comestible. Hace una hora me habían permitido entrar a ver a Gina. Se cuanto odia estar desarreglada así que puse manos a la obra. Cepille su cabello y alise sus sabanas. Incluso limpie su cara.
Por un momento pensé en pintarle las uñas y tapar las manchas de sangre que aún quedaban en ellas pero después lo reconsidere.
Aun que ni siquiera sé pintar uñas. Empezando por eso.
Maddie se abrió paso hacia la mesa con cara cansada y pasos torpes.
- hola cariño.
Maddie se dejó caer en la silla y se frotó la frente.
- no te ves muy bien- Maddie me miro molesta- no me refiero a que te veas mal... Bueno si te ves mal pero no fea. Sabes que siempre estas preciosa...
- ¿cual es el punto?
- necesitas descansar. No necesitamos que tu también acabes en el hospital por algún colapso ¿verdad?
Suspire. De echo creo que suspiramos al mismo tiempo.
- siento que si me voy, ya no va a estar cuando regrese.
- créeme, no voy a dejar que se valla a ningún lado. Además, es un día. Tal vez incluso regreses y ella ya haya...- "despertado" pare antes de continuar.- mejorado.
- Dios, creo que tienes razón - tome su mano y la apreté.
- siempre la tengo.
Sonreí y ella me mostró una pequeña sonrisa.
- ¿que esperas? Ya vete, pareces el guardián de la tumba.
Reí y ella me puso cara. La abrace y le di un beso en su nariz.
- te amo- susurro.
- yo más- le respondí.
Pero bueno, ella se fue y yo me quede solo en ese lugar tan deprimente. Eso no es lo peor. Si no cuando la enfermera me llamo para decirme la terrible noticia.
- lo siento señor, en serio que lo siento- callo. Y las lagrimas acudieron a mis ojos.- simplemente su corazón ya no pudo más.
Me deje caer en la silla más cercana.
- no, no, no, no, no...- susurre. Tal vez si lo repetía suficientes veces, esto no estaría pasando.
Deje que mis ojos se cerrarán y las lagrimas corres. Las sentí bajando por mis mejillas hacia mi quijada. Esta vez no me importo nada.
Ahora ¿donde estaba mi pequeño bultito pelirrojo?
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Cuando decidió abandonarnos
Teen FictionNuestra vida es corta, frágil y difícil de soportar. Al menos eso es lo que piensa Gina. Ha sufrido durante tanto tiempo que solamente se quiere dejar ir. Lo único que la mantiene entre nosotros es su amor hacia los que la rodean. Un día Gina va a...