Kyung-mi, una diosa que siempre ha soñado con tener una vida normal, poder convivir con los humanos, poder tener amigos y divertirse.
Después de años de insistencia en querer bajar al mundo de los humanos... Su deseo es cumplido. Conociendo a 7 chic...
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Llegó el fin de semana de nuevo. La semana había sido un tanto agotadora para Kyung-mi, sentía el ambiente pesado, y estuvo más "torpe" de lo normal, pero había ganado una nueva amiga, Seoyun, había salido con ella en un par de recesos. El día anterior le había llegado una invitación de su amiga a una reunión familiar, la cual acepto, no le vendría mal distraerse.
Kyung-mi pudo ver a lo lejos a su amiga, la cual se encontraba hablando con un señor de traje, se veía amistoso.
— Kyung-mi, llegaste. —dijo Seoyun, dándole una sonrisa.—
— Sí, perdón por tardar demasiado.
— No te preocupes por eso. Él nos va a llevar a mi casa, esmi chófer.
— Mucho gusto, soy Kyung-mi. —hizo una reverencia.—
— Es un placer, mi nombre es Jhon. La señorita Seoyun nos habló de usted, es un placer.
Kyung-mi sonrío, volteando a mirar a su amiga, la cual le devolvió la sonrisa. Jhon les abrió la puerta del auto, y ambas chicas entraron.
El auto se detuvo, ya habían llegado. La puerta del auto fue abierta por el chófer, a lo cual las chicas se bajaron. Kyung-mi miraba la gran casa, sin duda es muy bonita a su parecer. Al entrar a la casa, fueron bien recibidas por los padres de Seoyun, los cuales abrazaron a su hija, para luego dirigir su mirada hacia Kyung-mi. Las expresiones de los dos adultos cambiaron, volteando a mirarse.
— ¿Padres...?
— ¡Oh! T eres Kyung-mi, ¿verdad? Seoyun nos habló de ti, dijo que eres muy linda y amable, y de verdad eres muy linda. —sonrió, colocando suavemente sus manos sobre los hombros de Kyung-mi.—
— Es un placer conocerte, Kyung-mi. Bienvenida, está es como tu casa, sientete cómoda, ¿sí?
— Muchas gracias. —agardecio, haciendo una reverencia.— Es un placer estar aquí, y saber que Seoyun les ha hablado muy bien de mí. Gracias.
Seoyun sonrió, al igual que los señores Sam.
— Está toda la familia, y están sirviendo la comida, vamos al comer.
La señora Sam empezó a caminar hacía el comedor, siendo seguida por su esposo, Seoyun e Kyung-mi.
— Abuela, regresé. —dijo alegremente Seoyun, acercándose al asiento de su abuela para abrazarla.— Familia, les presentó a mi amiga, su nombre es Kyung-mi, ella nos acompañara así que sean buenos con ella.
— Mucho gusto.
El silencio se hizo presente. Los adultos sentados en la mesa, se quedaron atónitos al ver a Kyung-mi. Los ojos de algunos adultos se cristalizaron, lágrimas amenazaban con salir en cualquier momento.
La señora ya de tercera edad, se puso de pie con fuerza, haciendo caer la silla en la cual ae encontraba sentada segundos atrás, lágrimas bajaron por sus mejillas, y se acercó a Kyung-mi, abrazándola con fuerza, empezando a llorar.
Kyung-mi se encontraba parada sin mover ninguna parte de su cuerpo. No entendía que estaba sucediendo, el por qué los adultos presentes tuvieron esa reacción al verla. No entendía nada.
— Marie, Marie, ¿dónde estuviste? —dijo la abuela entre lágrimas.—
— Mamá.
La señora Sam rápidamente se acercó a su madre, alejándola de Kyung-mi, para luego abrazarla.
— Mamá, te he dicho muchas veces que no hagas eso, por favor, asustarás a Kyung-mi. —hizo una pausa, mirando directamente a los ojos llorosos de su madre.— Kyung-mi es Kyung-mi, no es ella...
Sin más, la señora Sam se fue de ahí junto a su madre, y los demás presentes sólo agacharon la cabeza.
— Sientate a mi lado, Kyung-mi, ¿sí? —habló Seoyun, rompiendo el gran silencio, tomando a su amiga de los hombros.—
— Claro. —sonrió.—
Kyung-mi tomó asiento a un lado de Seoyun. Después de un par de minutos, la señora Sam regresó a la mesa, sentándose, y todos empezaron a comer. El ambiente se sentía bastante incómodo, nadie hablabla, sólo se escuchaba el pequeño ruido de los cubiertos.
— ¿Cuántos añoa tienes, Kyung-mi? —preguntó la señora Sam.— ¿Cómo te va en tus estudios?
— Oh, tengo diecisiete años. Me va bien en los estudios, soy una de las mejores de la clase.
— Ya veo. Tienes que seguir así, ¿sí? Sigue esforzándote mucho, cumple tus sueños y no te vayas por mal camino.
— Sí, lo sé. Muchas gracias.
Poco a poco el ambiente se volvió alegre, algunos empezaron a hacerle un par de preguntas a la invitada, o contaban algunas anécdotas, entre otras cosas.
La reunión llegó a su fin, y la mayoría de los adultos se fueron a sus hogares, ya que la noche estaba cayendo, además de que algunos tenían un par de cosas que hacer.
Seoyun empezó a subió a su habitación, siendo seguida por Kyung-mi. Una vez en la habitación, Seoyun agarró sus cosas de aseó, junto a su ropa, para luego salir e irse a otro de los muchos baños que hay en la gran casa. Ella quería que Kyung-mi se duchara y cambiará en su cuarto, para que esté más cómoda.
La noche cayó. Ambas chicas después de ducharse, se recostaron un rato en la cama, quedándose dormidas.
La Diosa levantó luego de un largo rato, su garganta se encontraba seca, necesitaba un poco de agua, al voltear a mirar a su amiga, se dio cuenta de ella todavía seguía dormida, por lo cual optó por bajar sola por un vaso de agua.
Antes de llegar a la cocina, la chica pudo visualizar un pequeño altar. La foto la dejó atónita, retrocedió un poco, chocando contra alguien, y al voltearse vería a la abuela.
— Lo siento. —se disculpó.— Sólo vine por un vaso de agua, no debí quedarme mirando, lo siento...
— No te preocupes, querida. Puedes ver lo que queiras.
La adolescente sólo bajo la cabeza, y se dio la vuelta, volviendo a mirar la foto de aquel altar. Hubo un gran silencio un largo rato, ella no sabía que decir, mucho menos que hacer.
— Ella es hija. —empezó a hablar la señora.— Un día salió y nunca regresó, la buscamos por años, pero... Nunca la encontramos, ni un sólo rastro de ella, desapareció.
— Lo siento mucho.
— No tienes que disculparte, no es tu culpa. Perdoname a mí por haber actuado así cuando te vi, fue inevitable. Te pareces mucho a ella, fue inevitable...
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