Cap 1 Reencuentro

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Chao: bien, esta es la última puerta. Por favor, que esta sea la correcta.

Me acerqué a la puerta y entré con la última pizca de esperanza que me quedaba. Giré la perilla lentamente, casi sin fuerzas, y una luz cegadora me envolvió. Cuando volví a abrir los ojos... allí estaba él. Era el lobo más hermoso que había visto jamás. Su pelaje grisáceo era muy bonito y esos ojos que me miraban a través de esas gafas... Sentía que me perdía en ellos. Me sentía muy feliz, con ganas de abrazarlo. Pero cuando le di una segunda mirada y me di cuenta de su cara desconcertada, sentí que algo estaba mal.

—¿Me-me recuerdas? Es decir, ¿sabes quién soy? —dije aquellas palabras con el corazón en la pata, temiendo que todo mi sufrimiento fuera en vano.

El lobo solo se quedó allí, mirándome como si no me conociera, y esa mirada me rompía el corazón.

—Creo que no debí venir después de todo.

Di vuelta sobre mis pasos y, con el corazón en la boca y los ojos casi llorando, decidí irme. Estaba acabado, todo mi esfuerzo, mi trabajo, todo por nada.

Cuando estaba perdiendo la esperanza por completo, sentí una peluda pata que tomó la mía.

Mat: ¡Espera! No sé cómo llegaste aquí, pero pareces perdido y no puedo dejar que te vayas así. Y más sabiendo lo peligroso que es este barrio por las noches.

Me quedé congelado en mi lugar por un segundo y, cuando me di la vuelta para verlo, mis ojos estaban llenos de lágrimas. No podía creer que podía volver a escuchar su voz. Finalmente lo abracé, mis enormes brazos bastaban para rodearlo por completo en el abrazo más desesperado que jamás di.

—Está bien, está bien. Cálmate y luego hablamos —dijo el lobo, intentando consolarme.

Luego de unos minutos, Mat me llevó a su cuarto. Yo admiraba las paredes de ladrillo bruto mientras Mat hacía la cama.

—Lo siento, solo tengo una cama, pero debe ser suficiente para ambos.

No tenía palabras. ¿Mat quería que durmiera junto a él? Era de noche, sí, pero esto era demasiado para mí. En un gesto desesperado, jalé el cuello de la camisa de botones que traía para aliviar mi tensión.

—Si tienes calor, siéntete libre de quitarte la camisa.

—¿Di-disculpa?

Mat se rió con suavidad, como si yo estuviera haciendo una pregunta ridícula.

—Mira, esta ciudad tiene fama de ser una de las más calurosas, aun en esta parte del mundo. Todos aquí solemos dormir con ropa muy ligera o simplemente en ropa interior, así que siéntete libre de tomar aire. Ya para que veas que estamos en confianza...

Mat se apresuró a quitarse la camiseta que traía, dejándome ver todo su torso, y con ello comprobé lo que ya sabía: Mat era un lobo delgado con un pelaje gris oscuro muy hermoso, al menos para mí. Lo miré embelesado por unos cuantos segundos hasta que sentí como mi cara empezó a arder y rápidamente aparté la vista.

—En donde vivo no solemos hacer eso. Solo subimos el aire acondicionado.

—Lo siento, pero yo no tengo eso por aquí, así que la única opción es esta.

—Está bien, lo entiendo.

Con la cara roja y mis brazos temblorosos, comencé a desvestirme frente al lobo. Sentía una gran presión al hacerlo, pero sentía que si no lo hacía solo volvería la situación más incómoda.

Terminé de quitarme la ropa, sintiéndome muy expuesto al dejarla tirada en la silla junto al pequeño escritorio de Mat. Intenté cubrir mi enorme pecho y colosal barriga con mis peludos brazos de panda, pero mi barriga era demasiado grande.. Y así fui caminando hasta el borde de la cama de Mat, de la cual ocupaba tres cuartas partes. Me acosté en ella, mirando a la pared, esperando que el lobo me pasara por alto. Sentí el pelaje de su espalda rozando contra el mío.

—Vaya, eres tan gordinflón que ocupas casi toda mi cama —dijo el lobo en un tono burlón.

De inmediato me retorcí en la cama al escuchar eso. Solo que no fue por sentirme ofendido

—Lo siento, no pensé que...

De un momento a otro, mi cuerpo se movió solo y terminé dándole un beso justo en los labios. El tacto de sus labios era tan placentero que quería sentirlos por siempre. Abrí los ojos y me di cuenta de lo que estaba haciendo, y me quería morir de vergüenza.

—¡Ahhh! Yo... lo siento... no...

De inmediato me volví sobre mi espalda y empecé a murmurar sobre lo idiota que era por hacer eso sin pensar. Es cuando sentí una pata en mi dorsal.

—¿Ammm? ¿Hay algo de lo que quieras hablar, gordinflón?

—Yo... yo... Mat... mmmm...

—Espera, nunca te dije mi nombre.

—¡Espera! Yo... te contaré todo.

Mat Y Yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora