Diosa de la luna y las estrellas
Sus ojos reflejan la vida en el cosmos
Mirarla, vaya! Orgullo, decencia
Plebeyo y súbdito, benditos títulos que concede su existencia.
Corona y velo de oro, adorno natural
Cincelada por manos benditas de siglos olvidados, locura artística.
Oh Reina mía, ¿Cómo no caer en la demencia de pensarme bajo sus pies? Si usted es quien ordena el caos en mí mundo.
Si usted, con su voz, es capaz de poner a dormir bestias que oscurecen mí vida. Hace de una palabra, un sonido o una carcajada, una melodía exquisita que deja el alma extasiada.
Orgullosa, persistente y demente: su majestad.
No sé que será de mí, que me deparará el destino que, tan bromista y cruel, me deja en la periferia de su vida, pero prometo, que cada segundo que permanezca en este plano, la contemplaré, cómo la Reina que es, mí Reina.