༺Estoy segura que si jugamos bien esta parte, podríamos volver a casa༻
La desgracia sobrevino: se cernió sobre ellos un tiempo pero esperó a atacar hasta el momento preciso. Hasta el momento en que se alejaron de aquel lago y se introdujeron en el corazón del monte, en el despoblado cubierto de matojos. Como un halcón que ataca, la desgracia no erró su objetivo. Cayó sin equivocarse sobre su víctima, y su víctima fue Athenas.
Al principio tenía un aspecto horrible, pero no demasiado amenazador, parecía un simple desarreglo de vientre. Los salvajes intentaron discretamente no prestar atención a las paradas obligadas por los padecimientos de la hechicera. Después de un largo rato, Kryo consiguió que le quitarán aquella bolsa hedionda de la cabeza, a ella y a los demas.
Athenas estaba pálida como la muerte, perlada de sudor y con una mueca de dolor, intentó incluso continuar el viaje durante algunas horas, pero alrededor de mediodía, después de pasar un tiempo anormalmente largo en un soto al lado del camino, ya no pudo subirse al caballo. Kryo quiso ayudarla, pero ello dio escasos resultados: la hechicera no fue capaz de agarrarse a las crines, resbaló por el costado del caballo y cayó al suelo.
La levantaron, la pusieron sobre la capa. Geralt le indicó a Kryo sobre los elixires que Athenas tenía en las enjalmas. La joven rogó una vez más que la dejarán revisarlas, Ygritte finalmente le concedió el permiso ignorando las reprimendas de sus compañeros. Kryo, luego de haber luchado con las muñecas amarradas consiguió abrirla y maldijo. Todos los frasquitos eran idénticos y las misteriosas señales en los sellos no le decían nada.
—¿Cuál, Neo? —le preguntaba en nueva lengua.
—Ninguno —jadeó la hechicera, se sujetaba la tripa con las dos manos—. Yo no puedo... No puedo tomarlos.
—¿Cómo? ¿Por qué?
—Tengo alergia...
—¿Tú? ¿Una hechicera? —preguntó Ygritte, los demás rieron.
—¡Tengo alergia! —rompió en sollozos causados por su rabia impotente y desesperada—. ¡Siempre la tuve! ¡No tolero los elixires! ¡Con ellos curo a otros, a mí misma sólo me puedo curar con amuletos!
—¿Y dónde tienes el amuleto?
—No sé. —apretó los dientes—. Debo de habérmelo dejado. O haberlo perdido...
—Mierda —maldijo Geralt por Kryo.
—¿Qué hacemos? ¿Y no puedes echarte un sortilegio a ti misma?
—Lo he intentado. Precisamente éste es el resultado. No puedo concentrarme con estos espasmos...
—No llores. —dijo Geralt.
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¹Reyes del Norte•GOT
FantasíaLa casa Nidhögg es una estirpe tan antigua como los mismos hijos del bosque. Estos primeros hombres, cuyos nombres resuenan en las leyendas susurradas por las nanas durante las noches de insomnio, libraron una eterna batalla contra los amos de drago...