amada muerte

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𝐿𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑑𝑎𝑑𝑒𝑟𝑎 𝑚𝑢𝑒𝑟𝑡𝑒 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑎𝑟𝑡𝑖𝑠𝑡𝑎 𝑒𝑠 𝑒𝑙 𝑜𝑙𝑣𝑖𝑑𝑜, 𝑦 𝑦𝑜 𝑢𝑡𝑖𝑙𝑖𝑐𝑒 𝑡𝑢 𝑐𝑢𝑒𝑟𝑝𝑜 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑟𝑒𝑡𝑟𝑎𝑡𝑎𝑟 𝑒𝑙 𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑑𝑒𝑠𝑒𝑎𝑏𝑎 𝑝𝑙𝑎𝑠𝑚𝑎𝑟, 𝑒𝑟𝑒𝑠 𝑝𝑒𝑟𝑓𝑒𝑐𝑡𝑜 𝑑𝑒𝑠𝑑𝑒 𝑎𝑛𝑡𝑒𝑠, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑎ℎ𝑜𝑟𝑎 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑠 𝑚𝑎𝑛𝑐ℎ𝑎𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑎 𝑝𝑖𝑛𝑡𝑢𝑟𝑎 𝑑𝑒 𝑚𝑖 𝑎𝑚𝑜𝑟 𝑖𝑚𝑝𝑢𝑟𝑜.


Había sido por mucho una semana difícil, incalculablemente difícil, Satoru era hermoso por dentro pero un terco espantoso y si soy honesto aún no entendí del todo por que estaba internado, lo único que me dijeron es que no hiciera preguntas y por más que quisiera objetar sería inútil, al igual que hablar con Satoru lo sería.

Camine por los pasillos con dirección al lugar en el que más frecuente estuve esta semana, la habitacion 505. Lo único que sostenía mi mano era una de esas pocas medicinas que Satoru tomaba.

Rápidamente llegue a la puerta, ignore la tan casual decoración para abrirla.

─ Satoru, es hora de tu medicina. ─ al abrir la puerta lo primero que note fue la habitación vacía, una leve preocupación caló por mis huesos de forma inmediata.

¿Acaso había perdido al único paciente que debía cuidar?

Si era así estaba seguro de que me despedirian de inmediato.

Mire todo demasiado, buscando con la mirada una pista, tratando de calmar mi propio nerviosismo ante una situación de peligro extremo para mi. Sin más que hacer salí de la habitación de forma rápida, asustado a morir.

Cuando de pronto una risa salió de la habitación continua a la de Satoru, la simple y pulcra 506.

Fue cuando note que estaba levemente entre abierta y de ella salió la cosa que me devolvió el alma al cuerpo y el sueldo a mi bolsillo.

La voz de Satoru.

Rápidamente entre de golpe, Satoru reía de forma casual ante un castaño casi tan pálido como Satoru, ambos parecían estar pasando un rato tan agradable, completamente ignorantes de el susto de ultra tumba que había tenido.

─ Ey, médico, ¿te vas q quedar viendo mi belleza como una colegiada? Ya se que soy demasiado lindo pero no es necesario que me mires tanto.

Salí de mis pensamientos ante su comentario, era un maldito maleducado, pero no le podia decir eso, el era prácticamente el dueño de mis quincenas.

─ Satoru, me he llevado un susto terrible ante tu ausencia en tu propia habitación ─ camine hasta quedar al frente de el Albino sentado en el suelo ─ ya es hora de tus antidepresivos.

Por un momento lo ví negar, la sonrisa llena de narcisismo en su rostro, sus ojos cerrados como si todo lo conociera, malditamente lindo.

─ oh doctor Suguru ¿su madre no le enseño modales? A pasado de largo a mi estimado amigo, dueño de la habitación en la cual entró sin golpear.

Me avergonce de inmediato, estaba en lo cierto.

─ ¡Satoru! Deja ya de molestarlo, el solo hace su trabajo y de por si es un logró magnánimo que te haya aguantado toda esta semana.

Tuve ganas de llorar, que alma tan pura, sabía y hermosa era la que había escuchado, por fin otro ser reconocía el esfuerzo de mi arduo trabajo.

─ soy Yu Haibara ¡he escuchado demasiado de usted! Aprecio mucho que cuide a mi amigo, se que es un poco terco pero en el fondo es una masita.

─ Si no estuvieras prácticamente muriendote en vida te pegaría.

─ Nanami te mataría si lo haces amigo mío.

Me sentí como un mal tercio durante un largo segundo, y era claro, este era su mundo, yo solo era un invasor en este mundo que construyeron, un mundo el cual jamás entendería.

─ ¿Que pasa? ¿Tu "novia" término contigo? ─ siempre era tan despectivo al abrir la boca, siempre parecía que nada le importaba, como si fuera una máquina sin emociones.

─ Para nada Satoru, no tengo pareja desde hace un tiempo.

Pero era tan humano, tal vez como ningún otro ser que pueda llegar a conocer.

Destape el medicamento, dejando la pastilla en su mano con delicadeza, el leve rose siendo electrizante a mi parecer.

─ Esta vez, tomala sin tanto drama o tender que dartela yo. ─ le sonreí, una sonrisa que por primer vez en esta semana fue correspondida.

Ví como la pastilla desaparecía en su boca, su cara de desagrado me alegro el día.

Hasta que sentí a alguien mirandome, Yu me miraba con curiosidad, sonrió negando, en palabras mudas me dio la bienvenida directamente como si hubiera leído mis inquietudes.

─ En fin ¡me voy hai! Te quito mi maravillosa presencia por hoy. ─ el menor río ante las estupideces del Albino.

─ Menos mal, ya me estaba cuestionando como pedirte que te fueras sin que hicieras un berrinche.

Satoru se paro del suelo, quejándose de forma leve.

─ No aprecias el arte, dale mis saludos a el panadero, ese ingrato ni sus luces.

Camino hasta la puerta, yo lo seguí detrás, aun quedaban unos minutos para que mi turno terminara.

─ Lo tendré en cuenta Satoru.

─ cuidate mucho por favor.

Su mirada azul se fue hasta mirar a su amigo, ese deje de preocupación era tan notorio en sus ojos, nunca espere ver algo así en ellos.

Hay fue cuando voltee a mirar al joven castaño, una expresión de cansancio se asomo en medio de sus facciones, su pálida piel le dio ese toque final.

Sin más, Satoru se fue de la habitación y yo con él.

Creo que ese día me di cuenta de más cosas de las que jamás me di cuenta nunca. Primero, de esa humanidad única de Satoru, segundo, de ese mundo al cual empezaba a pertenecer, un mundo lleno de gente enferma y trágica.

Tercero y último, Satoru gojo sabía mostrar diferentes emociones, era capaz de querer y amar, de preocuparse y llorar.

Era un humano como yo y todos los demás, no una máquina programada como queria demostrar a los demás.

Nunca podré valorar la humanidad de alguien más como valore la de él.

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Para ella con amor

Cuando Hace FrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora