Capítulo L - Atentado.

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Antes del atentado.

Gabriele y Margaret, estaban cenando juntos, una noche antes del atentado. En uno de los restaurantes más tranquilos y sofisticados de Berlín; pasaron un velada amena, bajo rocíos de lluvia y las luces amarillas de la gran ciudad.

Gabriele Amato, un agente de la Fiscalía Nacional Alemana (FNA), de ascendencia italo-alemana. Un hombre muy prudente, con voz vigorosa y un temple descomunal; demasiado atractivo hacia la vista de cualquier mujer, el torso bien contorneado y esa piel dorada, con los ojos oscuros más claros que Margaret, haya visto.
Amato, un hombre inteligente, amable y dedicado a su trabajo. 

Todo nació cuando la señora Hoffmann, llegó a la comisaría a colocar la precaución acerca de su exsuegro; Gabriele, se apersonó de su caso y estrechó su vínculo día a día con ella, ya que mantenían en contacto todo el tiempo. Se convirtieron en grandes amigos, que con el tiempo buscaron entre sus sentimientos y dolores que estaban tan arraigados al pasado, pero ayudándose entre sí, podían ser felices de nuevo.

Gabriele Amato, viudo y con una hija de quince años que amaba con toda su alma, era el vivo recuerdo de su difunta esposa, que murió en un atentado dirigido a él; Amato, había ganado múltiples enemigos por ser un hombre transparente, honesto e implacable con su labor. Él era el fiscal que llegó en lugar del anterior y que no tenía ningún tipo de relación con Karl; por tal razón Margaret, expuso todo su caso y Gabriele, le otrogó seguridad, toda esa que a su esposa no le pudo brindar.
De tanto estar juntos, el amor no pudo quedarse en la puerta, así que entró con tanta fuerza que los sumergió en esa burbuja de romance adolescente casi a sus cincuenta años. Eran muy felices juntos, se llevaban bien, Margaret, adoraba a Giulia como Giulia a ella; Juan estaba contento de que su madre se notara tan feliz, acogió a Giulia, como la hermana menor que nunca tuvo, almorzaban juntos, realizaban planes en familia. André, por su parte estaba tranquilo y en el fondo de su ser le daba gusto que Margaret, fuese tan feliz.

Operativo.

André y Juan, estaban al tanto de las amenazas que la señora Hoffmann, había recibido por parte de Karl, pero a Gabriele se le ocurrió la brillante idea de montar un súperoperativo para por fin hacer caer al viejo.
Tenían todas las evidencias, pero su poder era casi inquebrantable y debían actuar con cautela; debían atraer al cazador a su presa, para por fin ser cazado; así hacer un poco de justicia por todas las víctimas que quedaron impunes, incluída su exposa Marisa.

En la oficina se encontraba André, Juan, Margaret y Gabriele, trataban de descifrar cuándo Karl, iba a atacar.

—No sabemos con exactitud qué trama —mencionó Amato—: pero lo atraparemos y lo llevaremos hasta las últimas instancias.

Juan, André y Margaret, solo asintieron, se despidieron y cada quién volvió a sus oficios.

Día del atentado.

Margaret, supervisaba la entrega del lote pendiente de medicamentos, cuando Karl, llegó a mortificarle el día.

—¡Vaya, vaya! —exclamó con sorna Karl y prosiguió—: es que ahora eso de ser la casi dueña de la empresa le ha subido las ínfulas a la señora.

—No estoy dispuesta a caer en tus juegos, Karl. —replicó Margaret, dándose la vuelta hacia él.

—Nada de esto te pertenece; te demostraré que puedo sacar a todo aquel que se interponga en mi camino, sin importarme nada en absoluto.

—¿Es una amenaza? ¡No te tengo miedo! ¡Eso se acabó! —desgañitó la señora Hoffmann y se aproximó a su oficina.

Estaba llena de nervios, pero también de superioridad y suficiencia, por primera vez no se dejaba pisotear y colocaba los altos sin importar qué. Pidió un té y con el cuello un poco tenso se recostó sobre el escritorio. Tomó su celular, intentaba marcar los números, pero sus manos estaban trémulas, pálidas y frías. Su cabeza iba a millón por segundo, intentando rebobinar todo y también procesando esa fuerte amenaza.

Esa misma tarde noche saliendo de la empresa, la camioneta de Margaret Hoffmann, fue impactada con varios disparos, un cuerpo inerte y una comunidad alertada por el crimen.
El cuerpo tendido en la camioneta era el de guardaespaldas más leal que Margaret, había tenido, él ocupó el asiento de la señora esa tarde por seguridad, recibió siete disparos que no resistió y murió en el acto.

Por seguridad Gabriele, había recogido a Margaret, unos minutos antes por la salida trasera de la empresa. La señora Hoffmann, no comprendía todo lo que estaba pasando a su alrededor, la declararon occisa y uno de sus mejores hombres, estaba muerto, pero para mantener el perfil bajo debían seguir con el plan de que había muerto, para llevar al viejo a su declive y acusarlo con todos los cargos habidos y por haber.

El viejo Karl, ya había recibido la visita de su nieto, que lo dejó perplejo, ni siquiera imaginaba todo lo que se le venía pierna arriba.

—¡Cumpliste tu amenaza! —fueron las primeras palabras que pronunció la mujer.

—Pe ‐ pe-pero... ¿tú qué haces aquí? —tartamudeó Karl, con voz traspajosa y su rostro empalidecido—: todos te dan por muerta.

—Así es, estoy muerta... mi fantasma vino a reclamar asuntos pendientes y no te dejará en paz, Karl, no, hasta que se haga justicia.

—Gu-guar-guardia —llamó enloquecido Karl—: ¿usted también puede verla?

El guardia negó con la cabeza y comentó:

—No veo a nadie.

—¡Pero cómo qué no! ¡Me estoy volviendo loco! ¡Esto no me puede estar pasando!

—Claro que sí te puede estar sucediendo, Karl, tu imperio ha caído, tu fin ha llegado; pero para tu desgracia no estoy muerta, sigo viva, tócame, ¡siente mis manos, son de carne y hueso! —rio Margaret y el guardia secundó su risa con una disimulada sonrisa.

Esta burla desató la ira de Karl.

—¡DEBÍ MATARTE CON MIS PROPIAS MANOS! —gritó el viejo aferrándose al delicado cuello de Margaret.

André y Juan, estaban viendo todo por cámaras en una sala alterna. Estaban ahogados en llanto, se negaban a aceptar que ese era el gentil, amable y adorado ser que ellos idolatraban. Sus nervios estaban de puntas, ya que por un instante consideraron que la occisa era Margaret, no obstante la tristeza los embargaba pues un ser inocente había perdido la vida a causa del cinismo de Karl, debían ocuparse de las disculpas a sus familiares y ser partícipes de las honras fúnebres. Asimismo estaban desesperados por cruzar a la sala donde Margaret estaba siendo asfixiada, pero Gabriele, se opuso, pues toda la situación estaba controlada, además la propia Margaret, decretó que nadie interviniera.

—Es-est-esto era todo... ya caíste. —balbuceó Margaret, asfixiada.

El guardia sujetó contra la mesa al viejo que estaba rojo de la ira, pero después se fue colocando cianótico y ya no había quejido de ira sino de ahogo y agonía. El viejo empezó a balbucear palabras inentendibles y parte de su rostro se fue torciendo; fue custodiado y trasladado hasta emergencias.




Gabriele Amato

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Gabriele Amato. (Para mí).

Nota de autor: imagínenlo como ustedes prefieran. Estoy dando lo mejor de mí —aunque no se note— para finalizar esta novela. Todos los créditos de las imágenes pertenecen a Pinterest.
Disfruten mucho el capítulo. ❤

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⏰ Última actualización: Apr 19 ⏰

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