Capítulo 34: Dos Días

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El día había sido un torbellino de emociones, pero finalmente, la calma había llegado al hogar de Dulce. En la sala, iluminada por una suave luz de lámpara, los cuatro se habían reunido para conversar largamente sobre todo lo que necesitaban expresar. Las palabras fluían entre ellos, cargadas de sinceridad y afecto, mientras compartían risas y anécdotas que aliviaban el peso de las preocupaciones. La atmósfera cálida y acogedora envolvía a la familia, creando un vínculo aún más fuerte entre ellos.

Mientras tanto, Dulce se dedicaba a los quehaceres domésticos, terminando de lavar los últimos platos en la cocina. El sonido del agua y el suave murmullo de las conversaciones familiares habían creado una melodía reconfortante en el ambiente. Abajo del edificio, Diego se despedía cariñosamente de Luna, recordándole las palabras de su madre sobre la importancia de volver a su rutina habitual.

En medio de las charlas, Dulce había dejado en claro su deseo de que Luna recupere la normalidad de dormir en su propia casa. Sin embargo, Christopher estaba decidido a pasar la noche allí. Después de tantos días separados, anhelaba la cercanía de Dulce, el calor de su cuerpo y el consuelo de sus abrazos. La idea de una noche juntos, compartiendo el mismo espacio, le traía una sensación de paz y felicidad que no estaba dispuesto a dejar pasar.

En cuestión de minutos, Luna subió nuevamente al departamento y se despidió de Christopher y Dulce efusivamente, sumergiéndose en la dulzura de los abrazos y los besos de despedida. El aire vibraba con la energía de su afecto, pero a medida que Luna se retiraba a su habitación, una sensación de intimidad y complicidad envolvía la cocina donde Dulce continuaba ordenando.

El ambiente se volvía más intenso con cada segundo que pasaba. A pesar de no hacer contacto visual con Christopher, podía sentir su presencia como una brasa ardiente, provocando un cosquilleo en su piel y un latido acelerado en su corazón. El deseo palpable entre ellos crecía de manera inevitable, como una llama avivada por la soledad compartida y la cercanía física. Si bien, se encontraba inmersa en sus pensamientos mientras continuaba con las tareas domésticas, la mirada intensa de Christopher la atrapaba, haciéndola sentir como si estuviera siendo observada por un lobo en acecho. Cada gesto, cada movimiento, parecía cargado de una tensión eléctrica que flotaba en el aire, creando una atmósfera cargada de anticipación y deseo. A pesar de la familiaridad del entorno, cada rincón de la cocina parecía impregnado de una nueva energía, una conexión magnética que los unía y los atrapaba en su propio mundo. Entonces, con una sonrisa traviesa bailando en sus labios, Dulce decidió jugar un poco con Christopher. Casi sin mirarlo, como si estuviera planeando un pequeño juego, se dispuso a cruzar el umbral de la cocina en dirección a la habitación. Sin embargo, antes de que pudiera dar un solo paso, sintió los brazos de Christopher rodeándola por la cintura, impidiéndole el paso con un gesto juguetón pero firme. Dulce se detuvo, sorprendida pero complacida por la acción de Christopher. Se volvió hacia él, encontrándose con su mirada intensa y llena de complicidad. La cercanía entre ellos era palpable, cargada de una electricidad que enviaba escalofríos por su espina dorsal. Christopher, con un brillo travieso en los ojos, se acercó lentamente a su oído, sus labios rozando la suave piel de su cuello para susurrarle.

- ¿Crees que puedes escapar de mí tan fácilmente, princesa? - dijo Con un tono suave y sugerente. Dulce respondió con una risita traviesa mientras se acurrucaba un poco más contra él, disfrutando del juego de seducción que estaban compartiendo.

- Tal vez no quiera escapar, ¿Quién sabe? - susurró con una pícara sonrisa, dejando entrever su complicidad con la situación. Christopher le respondió con una mezcla de diversión y deseo en su voz.

- Entonces, ¿me estás diciendo que quieres quedarte? - Su tono sugerente estaba cargado de anticipación, deseoso de continuar con el juego de seducción que compartían. Dulce, con una mirada juguetona y una sonrisa traviesa en los labios, respondió con un tono cómplice.

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