¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Leer descripción chiquillos/as.
Un clima aparentemente soleado, pero con unas temperaturas realmente bajas en la ciudad de Nueva York. En las oficinas de Vogue en donde estarían nuestros tan amados protagonistas.
Un Duxo que se encontraría detrás del estudio, sentando en la espera de que terminara la sesión de fotos de su Aquino, quien había logrado después de mucho tener su contrato con aquella empresa para que su cara saliera en la portada como modelo de su tan famosa revista.
Obvio el oji-morado apoyaría a su pareja en todo, más que nada siendo un apoyo moral, aplaudiendo cada que se mostraba a posar los cambios de ropa que le eran designados, apoyando su sueño.
En esos momentos, solo faltaría unas fotos más y ya podría retirarse a su hogar.
Se podrían haber oído unos pasos fuertes, indicando que el joven modelo salió del vestidor, y vaya sorpresa le dio al mayor.
Un elegante y a su vez atractivo atuendo de vaquero, siendo más específico, un vaquero sheriff en color negro, llevando su respectivo sombrero de cuero del mismo color y unas botas largas con el tacón ligeramente alto. Sin mencionar el holster de cuero, teniendo unos revólveres falsos en los mismos para completar el traje.
Ese atuendo, lo había visto en cualquier tipo de atuendo, en traje, casual, deportivo. Pero algo, algo encendía el interior de Duxo al verlo de esa manera.
Mientras el joven Diego Aquino era retocado por las maquillistas pudo notar como la mirada de su amado estaba posada en el, sonriéndole de forma inocente dándole ternura el mirar del azabache a su persona.
Mientras tanto, por la cabeza de Duxo estaban pasando mil y un pensamientos, pensamientos no tan inocentes, haciendo reír de forma pícara al de lentes al ver como su novio no pudo leer del todo su expresión por su inocencia, dándole aún más ganas de arrebatarle la misma poniendo en práctica sus fantasías para poder saciar su hambre. Imaginándose como atrapaba al menor estampándolo contra el piso para poder devorarlo, provocarlo.
Un poco más, y hubiera acorralado al de ojos ámbar contra una pared, pero claro, su estatura baja no le favorecía en nada en eso.
Oh, y el sitio tampoco.
Tuvo que aguantarse un poco, quedando con las piernas cruzadas en su asiento mirando como su prometido empezaría a posar para las cámaras, las cuales empezaron sacar múltiples veces el flash por la cantidad de fotos que le eran tomadas para buscar su ángulo perfecto, y mientras el de tez lechosa estaba mordiéndose el labio inferior con fuerza, abrumándose con tanta mentalidad perversa.
