WHISTLE

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Era una tarde fría y nublada, una de esas en las que el viento helado parecía congelar hasta los huesos. Jisoo, envuelta en una bufanda de lana, caminaba rápidamente por las calles mojadas de Seúl. Las luces de la ciudad parecían más opacas de lo normal, como si estuvieran siendo devoradas por la densa neblina. Cada charco que pisaba resonaba en el silencio de la tarde, pero lo que realmente perturbaba la calma no eran sus pasos, sino un susurro lejano. Un silbido, suave, constante, que parecía salir de las sombras y colarse en sus pensamientos.

El callejón que había tomado parecía interminable, sus paredes húmedas y oscuras reflejaban una atmósfera opresiva. Se arrepintió de inmediato de haber tomado ese desvío. Sentía la presencia de algo más, algo que no podía ver, pero que se arrastraba justo fuera de su campo de visión. El silbido, siempre el silbido, más fuerte a cada paso.

Cuando al fin emergió en el parque, el alivio debería haber llegado, pero no lo hizo. A su alrededor, la gente paseaba, los niños corrían, pero todo parecía una ilusión. Las miradas indiferentes la ignoraban, y el silbido seguía, como si solo ella pudiera escucharlo. La sensación de ser observada, esa punzada que recorría su columna vertebral, se hizo insoportable. No era paranoia, lo sabía. Alguien —o algo— la seguía.

Intentó ignorar el miedo, se dirigió hacia su casa, esperando encontrar refugio en las paredes familiares. La lluvia comenzó de nuevo, primero como una leve llovizna, luego más intensa, empapándola en segundos. Se refugió en una tienda de conveniencia, pero el silbido no la dejaba. A cada segundo, se hacía más fuerte, más persistente, y entonces, una voz.

“Cántame suavemente, como un dulce silbido en mis oídos...”

El sonido de la voz era débil, pero claro. Jisoo se congeló. Algo estaba mal, terriblemente mal. Salió de la tienda, casi corriendo, intentando dejar atrás ese eco aterrador. Pero su corazón latía desbocado cuando se dio cuenta de que había vuelto al mismo callejón oscuro. ¿Cómo había llegado de nuevo allí? Era como si el tiempo y el espacio se hubieran distorsionado. El silbido, ahora más agudo, llenaba su cabeza.

De repente, un par de manos firmes la sujetaron por los hombros. Jisoo gritó, pensando que era el final. Pero la voz que escuchó no era desconocida.

—¡Jisoo, reacciona! —La voz de Jennie la trajo de vuelta. Se abrazó a su amiga, temblando.

—¿Qué te pasa? Estás helada... —Jennie la miraba preocupada, pero Jisoo apenas podía procesar lo que ocurría.

—¿Lo escuchas? El silbido... está más fuerte. —Susurró, mirando a su alrededor, aterrada de lo que pudiera ver.

—¿Qué silbido? —Jennie frunció el ceño. No escuchaba nada. Pero Jisoo no podía dejar de escucharlo.

Un escalofrío recorrió la espalda de Jisoo. Sentía que algo las observaba, algo peligroso. Apenas tuvo tiempo de advertir a Jennie antes de que una sombra cruzara el callejón, demasiado rápido para ser humana. Jennie no vio nada.

—Estás muy nerviosa. Vamos a tu casa, te sentirás mejor —Jennie intentó hablar con suavidad, pero la tensión en el aire era tan densa que casi podía cortarse. Jisoo seguía temblando, el terror reflejado en sus ojos oscuros.

—¡No! —exclamó Jisoo, su voz temblorosa— Puedo ir sola.

Jennie frunció el ceño, alarmada por la insistencia de su amiga. —Jisoo, te estás imaginando cosas. Podría pasarte algo si sigues así. Vámonos juntas, ¿sí? Estarás más segura.

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