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Savannah Miller

-Ángel o demonio: quizá ambos a la vez. Una frase. Una flor. Un enigma. Una espera. Un tormento. Ella. Es la musa de musas, es Beatriz y es Helena, es Doña Inés y es Carlota, es Julieta y es Dulcinea. Ella es la belleza encarnada, el rostro mismo de la ternura; la razón por la que un hombre libraría una guerra, cruzaría el abismo, enmendaría su camino o sería capaz de morir. La razón por la que desafiaría al destino o a su propia demencia. Por ella, el paraíso; sin ella, el mismo infierno.

Al terminar deje el libro sobre la mesa con mi dedo sobre la hoja en la que me quedé mientras levantaba mi vista hacia Ethan quien no dijo nada mientras leía un poco.

-Es una buena introducción pero no creo que solo sea eso.

Negué con una sonrisa abriendo de nuevo el libro, dejando mi dedo justo donde me quede para que pudiera leer.

Tomó el libro y continuó leyendo en silencio olvidando por unos minutos que está en el hospital y vigilado.

Observé lo que hacía mientras leía; como sucedió el día de ayer pedí que le quitarán la camisa de fuerza para que estuviera más cómodo. No tengo temor alguno de que me pueda hacer algo, quiero ver de nuevo lo que sucede, como cambia y que tanto puede llegar a tardar.

Sin embargo se quedó quieto y sin hablar, cualquiera que pasará por aquí diría que estoy sola pero en realidad si estoy con alguien pero ni lo parece.

Pero no sé si soy muy obvia o está haciendo lo mismo que yo porque levanta la vista y su ceja se enarca.

-Sé que soy muy guapo, demasiado para tus ojos pero me haces sentir acosado y es incómodo.

Esboce una sonrisa apoyando mi espalda sobre la silla.

-¿Ahora bromeas?

Negó un poco antes de levantar su vista, dejándola sobre mi.

-Ethan no bromea, Graham, tu servidor, si lo hace.

Parpadeo confundida hasta dar con el clavo o eso creo.

-¿Graham? ¿Mi teoría era cierta?

Asiente devolviendo su vista al libro para devorar cada página en total silencio.

Unos minutos después de formular una pregunta adecuada abro mi boca.

-¿Tú...?

Me corta la pregunta dejando el libro sobre la mesa para levantarse como si de un león se tratará, acechando a su presa. Camina de forma lenta hacia la ventana, posando sus manos en el marco, mirando con atención el exterior.

-Al idiota le pareces linda, también a Peter pero Daniel quiere asesinarte, no le agradas para nada.

Apartó la palma de su mano del marco para hacer una seña despreocupada o eso quiero pensar. Quería hablar pero de nuevo él lo hizo.

No le enseñaron modales.

-En cambio yo ni siquiera te considero una amenaza como tal, eres torpe, ingenua, drogadicta, depresiva e impulsiva... ah es cierto, se me olvidaba. También una estúpida que cree que todos tienen una parte buena.

-¡Oye no soy drogadicta!

-Claro, y yo soy el original.

Me levanté según yo sin hacer ruido, pero sorpresa, tengo tacones y hacen ruido. Creo que la siguiente vez traeré tenis.

Se giró hacia mi dirección muy rápido, demasiado rápido para mí gusto. Cómo si hubieran encendido un fuego artificial en él y yo fuera su objetivo.

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