Espejo de doble cara

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Apenas se adentraban unos rayos de luz a la habitación, indicando el amanecer de un nuevo día, a los pocos segundos, Casper se despertó algo somnoliento. Por alguna extraña razón estaba bastante cansado a pesar de dormir muy bien anoche, le dolía la cabeza; así que se levantó y se dirigió al baño a tomar un poco de agua, fue a la cocina a preparar el desayuno a su mujer que todavía descansaba sobre la cama y después se vistió para ir al trabajo.

Llegó a la cochera, sintiendo un olor desagradable proveniente del maletero, no le dio importancia y se subió a su coche. Llegó a su oficina y empezó a trabajar apenas se sentó, hace unos 4 días atrás habían ascendido a algunos de sus compañeros, pero, para su mala suerte, él no fue uno de ellos, estaba esperando la llegada de su jefe para intentar conseguir un ascenso, al final de la jornada, su jefe no se presentó nunca; así que solo se fue algo desilusionado. Volvió a su casa, se sacó los zapatos y se colocó sus pantuflas, se acomodó en el sillón y encendió la tele, al parecer estaban hablando de distintos casos de desaparición en la zona, y entre ellos estaba su jefe, Casper sintió un pequeño escalofrío recorrerlo y sin darse cuenta esbozó una sonrisa para sí mismo, rápidamente apagó la tele por la sorpresa y empezó a sentir una felicidad que no comprendía aún, para calmar su conmoción, decidió distraerse en otros asuntos como cocinar el almuerzo, fue al cuarto donde se encontraba su esposa descansando a buscar la bandeja del desayuno que hizo en la mañana, se acercó ligeramente al oído de ella y le susurró.

-Cariño, al final no pude hablar con el jefe, todavía no me pagan, pero creo que todavía queda algo de... carne... —acarició un poco su cabello antes de volver a hablarle con gentileza—. Voy a cocinar algo y vuelvo.

Al levantar la bandeja notó que esta estaba repleta de moscas y algunas hormigas, cuando levantó la mirada se dio cuenta que la habitación también tenía moscas rondando y hormigas andando bajo sus pies. Sólo murmulló un insulto y salió de la habitación, fue a la cocina, dejó la bandeja y abrió el refrigerador, un par de recuerdos vinieron a su cabeza al ver la carne, su jefe suplicando y pidiendo clemencia mientras él se acercaba lentamente, sacudió su cabeza y sacó la carne junto con un pote de arroz, tomó un cuchillo y empezó a cortar la carne lentamente, sin notarlo una grata satisfacción lo inundó mientras veía la sangre fluir con cada corte que hacía, manchando la cocina con un poco de sangre en el proceso. Mientras disfrutaba de la sensación, escuchó un quejido atrás suyo que lo sacó de sus pensamientos, rápidamente se dio vuelta, mirando de dónde provenía el sonido, se acercó a la puerta, llevando el cuchillo consigo, y se asomó por el rabillo de esta.

Tuvo un ligero flashback donde se veía cargando una bolsa bastante grande a la cochera, volvió a sacudir su cabeza, cerró la puerta y volvió a la cocina, sus manos sudaban y sus piernas flanquearon por unos segundos mientras se devolvía.

Se rió nerviosamente y siguió su camino, terminó de cortar la carne y la dejó cociéndose un rato mientras servía arroz en un plato, colocó la carne y se sentó a comer, su mirada estaba fija en la puerta del dormitorio, la observó por unos segundos antes de desviar su vista a otra parte. Terminó de comer y dejó el plato en el lavabo, fue a su cuarto, se puso el pijama, se sentó en el borde de la cama antes de recostarse a dormir.

En la mañana, él se despertó por una extraña sensación en su cuerpo, se levantó de la cama y fue al baño a refrescarse con agua fría, mientras se lavaba, bajó la mirada al lavamanos y vio que el agua que goteaba de sus brazos estaba roja, algo asustado, retrocedió de este y miró sus brazos, viendo notorios cortes desde sus palmas hasta su antebrazo. Sintió como un escalofrío recorría su cuerpo y lo único que pensó fue vendarse los brazos.

Salió del baño y lo primero que vio fueron manchas de sangre por todo el suelo que se dirigían a la cocina, caminó lentamente hacia la puerta de la cocina y se asomó, viendo todo desordenado, platos y vasos rotos por montón junto con frases hechas con sangre en las paredes, su respiración se volvía más pesada mientras más miraba la escena frente a sus ojos, volvió a tener flashbacks de el mismo cortándose en contra de su voluntad los brazos con un pedazo de vidrio. Soltó un grito ahogado y retrocedió unos pasos, alejándose de la cocina, una risa empezó a resonar en su cabeza repetidamente, algo desesperado, se devolvió al baño para lavarse la cara una y otra vez para callar su risa, levantó la cabeza y al ver que su sonrisa y su risita burlona no desaparecía, con sus manos empezó a asfixiarse para dejar de reír, desmayándose por esto.

Al despertar, se levantó del piso frío del baño, se sobó un poco su cabeza y caminó a duras penas fuera del baño, le tomó un rato espabilar y apenas sus sentidos volvieron miró la hora, notando que era tarde.

Él entró en la habitación otra vez, sintiendo un terrible olor a putrefacción por todo el cuarto, su único pensamiento inconsciente fue que pronto tendría que enterrar su cuerpo para que los vecinos no notaran nada, ya que empezaba a ser, incluso para él, insoportable el aroma. Volvió a sacudir su cabeza de un lado a otro, intentando borrar las ideas que tenía, caminó a la cama y se recostó a un lado de su esposa.

Después de que se acostó empezó a soñar en cosas muy extrañas, sentía sangre a su alrededor y escuchaba gritos de dolor y agonía en todas partes, gente siendo demacrada y asesinada a sangre fría, intentaba taparse los oídos, pero algo le impedía hacerlo, logró callar los gritos que lo perseguían y relajar su mente un momento antes de volver a soñar. Veía a su mujer leyendo un libro en la cama, alguien se acercaba en silencio a su lado y sin previo aviso empezaba a clavarle un cuchillo en el pecho una y otra vez, sólo se escuchaban pequeños jadeos de su parte mientras la sangre brotaba de su pecho, sus ojos vacíos se dirigieron a su agresor para mirarlo con incredulidad antes de morir.

Él se despertó de sobresalto por sus pesadillas, suspiró pesadamente y prendió la lámpara de su velador, se tomó unos minutos para calmarse antes de mirar a su esposa inerte sobre la cama, esbozó una sonrisa y se acercó lentamente a su cuerpo, acarició un poco su cabello y le susurró gentilmente al oído.

-No te preocupes, cariño, no permitiré que nadie te haga daño —soltó una pequeña risa sádica y se volvió a acostar a su lado para dormir tranquilamente, sabiendo que ella nunca podría dejarlo solo.

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