Edificios entre árboles.

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Entre la penumbra de la noche, emergieron los edificios iluminados por luces neón, contrastando con la serenidad de los árboles que los rodeaban. Con paso adormilado, me adentré en el camión, dejando que los sonidos de las cumbias y el zumbido del motor me acompañaran en el viaje hacia el trabajo. Me sumergí en los asientos vacíos, hasta alcanzar el último rincón del vehículo, donde los imponentes rascacielos parecían espiar entre la espesura arbórea, acercándose con cada esquina que doblábamos.

En un instante de detención, el camión cedió paso a una figura singular: una joven envuelta en un atuendo que evocaba la imagen de una vaca, con su piel moteada y largos cuernos que se asomaban entre su cabello. Su presencia parecía sacada de un sueño o una ensoñación, mientras recorría los asientos con determinación hasta encontrarse frente a mí. Sin mediar palabra, repitió una frase de manera incesante: "Jack, estás enamorado", como un eco persistente en mi mente.

- ¿Enamorado? -le pregunté con incredulidad, mientras intentaba ignorar su insistencia y sumergirme en mis pensamientos.

La joven "vacuna" no pareció desanimarse por mi silencio inicial. - ¿Qué sabes tú sobre el amor? -inquirió con una mirada penetrante, desafiándome a abrirme ante ella.

Opté por ignorar sus palabras, sumergiéndome en mis pensamientos hasta llegar a mi destino laboral.

- Jack, ¿realmente no quieres hablar sobre eso? -insistió, con una mirada que parecía leer cada uno de mis pensamientos más profundos.

Sus palabras resonaron en mi mente, desafiándome a confrontar la verdad que había estado evitando. Con un suspiro resignado, decidí ceder ante su insistencia.

-Supongamos que estoy enamorado... ¿y qué? -respondí, sintiendo la incomodidad de admitirlo en voz alta.

La joven mantuvo su mirada fija en la mía, como si estuviera sopesando cada una de mis palabras antes de responder.

- Porque lo sé. Lo sé tan bien como tú lo sabes. -susurró con solemnidad, como si estuviera compartiendo un secreto antiguo y sagrado.

Sus palabras me tomaron por sorpresa, dejándome sin aliento. ¿Cómo podía esta extraña conocer mis sentimientos más íntimos, aquellos que ni siquiera yo había admitido plenamente para mí mismo?

- ¿Cómo... cómo puedes saberlo? -pregunté, incapaz de ocultar mi asombro.

La joven sonrió con tristeza, como si llevara consigo el peso de una verdad que era demasiado grande para ser compartida.

- Porque también lo sé. Sé lo que es querer algo que nunca podrá ser. Sé lo que es esperar en vano que las cosas cambien, cuando en realidad, el cambio es solo una ilusión -respondió, con una melancolía que resonaba en cada palabra.

Sus palabras resonaron en lo más profundo de mi ser, sacudiendo las bases de mi propia comprensión del amor y la esperanza. En su mirada, vi una mezcla de compasión y resignación, como si llevara consigo el peso de todas las decepciones y los anhelos no correspondidos del mundo.

El constante martilleo de las palabras de la joven vacuna resonaba en mis oídos como un eco incesante, abrumador. Con cada repetición de la frase, "estas enamorado", sentía cómo la presión se acumulaba dentro de mí, amenazando con desbordar mi frágil contención emocional. No pude soportarlo por más tiempo.

Me levanté de mi asiento con brusquedad, sintiendo el peso del silencio que seguía mis pasos mientras atravesaba el estrecho pasillo del camión. Me detuve entre los asientos, sintiendo el aliento entrecortado y las manos temblorosas. Cubrí mis oídos con desesperación, tratando de ahogar el persistente murmullo que resonaba en mi mente.

- ¡Cállate! -grité hacia la joven con una mezcla de angustia y desesperación, incapaz de contener el torrente de emociones que se agitaban dentro de mí.

Y entonces, en medio de aquel caos ensordecedor, las palabras brotaron de mí como un torrente contenido durante demasiado tiempo. Admití ante la joven, y ante mí mismo, la verdad que había estado evitando durante tanto tiempo.

- Estoy enamorado... de mi mejor amiga. Intentamos algo una vez, pero ella... ella dijo que no funcionaría. Desde entonces, seguimos como amigos, pero yo... yo sigo esperando que cambie de opinión -confesé con la voz quebrada, sintiendo cómo la carga de mi secreto se desvanecía en el aire cargado del camión.

La joven se levantó con cautela, manteniendo una distancia prudente entre nosotros. Su expresión ya no reflejaba compasión ni tristeza, sino una neutralidad imperturbable, como la de un observador que había presenciado esta misma escena innumerables veces antes, pero que aún no lograba comprender completamente su significado.

El silencio se prolongó en el espacio entre nosotros, envolviéndonos en una atmósfera de resignación y desilusión. Con un gesto apenas perceptible, la joven vacuna asintió en silencio, como si hubiera entendido todo lo que necesitaba saber.

Sin más palabras, me aparté de ella y regresé a mi asiento, sintiendo el peso de mi confesión como una losa sobre mis hombros. El resto del viaje transcurrió en un silencio incómodo, mientras los edificios y árboles se desdibujaban en la penumbra del amanecer.

Finalmente, el camión llegó a su destino, y con un suspiro de alivio, me levanté para abandonar aquel pequeño refugio en movimiento. La brisa fría de la noche me recibió al abrir las puertas del vehículo, y por un momento, me detuve en el umbral, sintiendo el peso del mundo sobre mis hombros.

Caminé lentamente hacia mi lugar de trabajo, sumergido en mis pensamientos, mientras la imagen de la joven vacuna seguía danzando en las sombras de mi mente. Sus palabras resonaban en mis oídos como un eco lejano, recordándome la verdad dolorosa que había intentado enterrar durante tanto tiempo.

Al adentrarme en el edificio, me sumergí en la monotonía de mi rutina diaria, buscando refugio en la familiaridad de las tareas que me esperaban. Pero incluso en medio del bullicio y la actividad frenética que me rodeaba, no pude escapar del peso de mis propias emociones.

Y así, entre los pasillos iluminados por fluorescentes y los cubículos anónimos, continué mi existencia solitaria, arrastrando el peso de un amor no correspondido y las cicatrices de un corazón roto.

El día avanzaba sin prisa, pero para mí, el tiempo parecía detenerse en un eterno presente de anhelos y desilusiones. Y mientras el sol se ocultaba en el horizonte, sumergiendo el mundo en la oscuridad una vez más, me encontré mirando fijamente por la ventana, contemplando el vacío que se extendía más allá de los límites de mi pequeño mundo.

Con un suspiro resignado, dejé atrás el camión y me adentré en mi existencia, sabiendo que el camino hacia la redención y la esperanza sería largo y solitario.

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⏰ Última actualización: Apr 21 ⏰

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