XXVIII.

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Rhaenyra sostenía a su nieto en brazos, realmente asombrada al ver el gran parecido del niño con Aegon. No había mucho de su dulce Jacaerys en el niño. Lo que más le desconcertaba era el hecho de que, si bien Alicent había visto y cargado al pequeño Daeron, fue cosa de un momento, porque pronto ella se lo entregó y caminó hacia Aegon, mismo que se encontraba dormido en su cama.

La pelirroja, sintiendo la mirada de Rhaenyra, desvió la mirada hacia ella.

—¿Sucede algo, princesa? —murmuró Alicent.

La ojivioleta dio un pequeño brinco en su lugar antes de responder:

—No te has separado de Aegon, aun teniendo a tu nieto aquí sano y salvo.

Alicent frunció el entrecejo un momento.

—Dae tiene a muchas personas ansiosas por verle y cuidarle, princesa. Todos están centrados en el bebé; yo quiero centrarme y cuidar de mi bebé.

Rhaenyra sonrió entonces.

Alicent no despreciaba a su nieto, solo quería asegurarse de que su propio hijo estaba bien luego de haber dado a luz de la manera en que lo había hecho.

Rhaenyra observó a Alicent, recordando todas las veces que había dudado de su capacidad para ser una buena madre. Pero aquí estaba, cuidando a Aegon con una devoción que nunca había visto antes.

—Es curioso verte tan preocupada por Aegon —comentó Rhaenyra, con un tono sarcástico—. Nunca te vi ser tan atenta cuando éramos niñas.

Alicent levantó una ceja, una sonrisa cínica apareciendo en sus labios.

—Los tiempos cambian, princesa. La maternidad tiene una forma de hacer eso, incluso para quienes no siempre han sido las mejores madres.

Rhaenyra soltó una risa fría, orgullosa.

—Supongo que incluso tú puedes sorprendernos a todos, Alicent. Aunque debo decir que me sorprende que prefieras estar aquí en lugar de con tu nieto.

Alicent se acercó más a Rhaenyra, sus ojos brillando con una mezcla de ironía y desafío.

—Querida Rhaenyra, siempre has sido tan buena para juzgar. Pero, ¿qué madre no preferiría estar al lado de su hijo cuando lo necesita? Daeron estará bien, rodeado de amor y cuidados. Pero Aegon... él me necesita ahora más que nunca.

Rhaenyra la miró con altivez, sin ceder terreno.

—Es admirable, supongo. Pero no olvides que tu nieto también necesita a su abuela.

Alicent asintió, sin perder su postura educada y sarcástica.

—Oh, lo sé, princesa. Y estaré ahí para él, como lo estaré para Aegon. La diferencia es que sé dividir mi atención cuando es necesario. Quizá tú podrías aprender algo de eso.

Rhaenyra sonrió con una mezcla de orgullo y vanidad.

—Quizá. Pero mientras tanto, me aseguraré de que Daeron tenga todo lo que necesita. Porque, al final del día, todos sabemos que los Targaryen siempre obtienen lo que desean.

Alicent dejó escapar una pequeña risa, sus ojos reflejando una chispa de ironía.

—Por supuesto, princesa. Y espero que, por el bien de todos, eso incluya la paz en esta familia.

Rhaenyra asintió, sus ojos nunca abandonando los de Alicent.

—Eso lo veremos, Alicent. Eso lo veremos.

Rhaenyra guardó silencio por un momento, observando a Alicent con una expresión pensativa. El ambiente en la habitación estaba cargado de tensión, una mezcla de emociones no dichas y viejas rivalidades.

Finalmente, Rhaenyra rompió el silencio.

—Alicent, hay algo que me preocupa —dijo, su voz bajando a un tono más serio—. ¿Tienes alguna idea de quién pudo haberle dado té de luna a Aegon?

Alicent se quedó en silencio por un momento, sus ojos mostrando una mezcla de sorpresa y sospecha. Luego, una sombra de preocupación cruzó su rostro.

—No lo sé, Rhaenyra —respondió, su voz firme pero con un toque de inquietud—. Pero te aseguro que haré todo lo posible para averiguarlo. Nadie pone en peligro a mi hijo y sale impune.

Rhaenyra asintió, su mirada evaluativa.

—Espero que así sea, Alicent. Porque quienquiera que haya hecho esto, claramente tenía intenciones maliciosas. Y no podemos permitir que algo así vuelva a suceder.

Alicent frunció el ceño, asintiendo lentamente.

—Estoy de acuerdo. Haré las investigaciones necesarias. Aegon y Daeron son lo más importante para mí en este momento, y me aseguraré de que estén a salvo.

Rhaenyra observó a Alicent, sintiendo una mezcla de desconfianza y comprensión. La rivalidad entre ellas era profunda, pero en este momento, sus preocupaciones se alineaban. Ambas querían lo mejor para sus seres queridos, y quizás, por primera vez en mucho tiempo, compartían un objetivo común.

—Si necesitas mi ayuda, no dudes en pedírmela —dijo Rhaenyra, con un tono de voz más suave—. Al final del día, todos estamos en esto juntos.

Alicent asintió, su expresión suavizándose un poco.

De repente, un gemido lastimero escapó de los labios de Aegon, rompiendo la tensión en la habitación. Alicent se movió con rapidez, acudiendo a su lado en un instante, su preocupación evidente en cada movimiento. Rhaenyra, aún sosteniendo a su nieto, observó la escena con sorpresa, sin poder ocultar su asombro ante la velocidad y la destreza con la que Alicent atendía a su hijo.

—Aegon, cariño, ¿dónde te duele? —preguntó Alicent, su voz suave pero urgente mientras acariciaba la frente de Aegon con ternura.

Aegon respiraba con dificultad, su rostro contorsionado por el dolor.

—Mi abdomen... duele mucho —murmuró entre gemidos.

Alicent asintió, girándose hacia una de las comadronas.

—¡Traigan más paños fríos y preparen una infusión calmante! —ordenó, su tono firme y decidido.

Rhaenyra observó, aún sorprendida, la transformación de Alicent en una madre dedicada y protectora. No había visto esa faceta de ella antes, y le resultaba desconcertante. Alicent, que siempre había sido una rival, ahora mostraba una devoción y un amor que Rhaenyra no podía ignorar.

Alicent volvió su atención a Aegon, susurrando palabras de consuelo mientras las comadronas trabajaban rápidamente para aliviar su dolor. Rhaenyra, aún sosteniendo al pequeño Daeron, se sintió una espectadora en una escena de intensa intimidad y cuidado.

Finalmente, Alicent se volvió hacia Rhaenyra, sus ojos llenos de determinación.

—Haré todo lo necesario para que Aegon se recupere y para que Daeron esté a salvo. Y encontraré a quien sea responsable de este té de luna —dijo con firmeza.

Rhaenyra asintió lentamente, impresionada por la resolución de Alicent.

—Confío en que lo harás, Alicent. Por el bien de nuestros hijos, esto no puede quedar sin resolver.

Ambas mujeres compartieron un momento de entendimiento silencioso, sabiendo que a pesar de sus diferencias y rivalidades, la seguridad y el bienestar de sus seres queridos era lo más importante.

"The dragon jewel"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora