₂₄Lo que nos espera

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No creo que vaya a desaparecer si la pierdes de vista

La tregua que se concedieron esa tarde, fuera la que fuese, desapareció en la cena

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La tregua que se concedieron esa tarde, fuera la que fuese, desapareció en la cena.

Las mesas estaban llenas a rebosar. Pero ella ya se había acostumbrado a tanta gente. Las mujeres del cocinero circulaban por los pasillos anunciando arroz, pescado y cuernos de aguamiel. Su padre estaba en la mesa mas grande, a su lado. Mance bebía y cantaba. Octavia creyó avistar incluso al Caballero Blanco a un par de mesas, con cara de pocos amigos. La bruja comía plácidamente a su lado; y la aparición de la joven de cabello blanco desató los murmullos del pueblo libre.

—¿Has probado esta pieza? Un venado digno de mi estomago, puedo decirte —dijo Tormund con una sonrisa amplia, mostrando los dientes entre la barba empapada en grasa.

Octavia asintió con una ligera sonrisa, observando a Kryo, quien tomaba asiento unas mesas más allá. El venado que había cazado no era el ciervo blanco que habían visto en el bosque, pero había cumplido su propósito. Ofrecer una presa a la comandante era una costumbre entre los invitados, una muestra de respeto.

Su padre se acercó a su lado con el laúd en mano, su voz resonando con notas alegres mientras entonaba una canción. Octavia sabía lo inteligente que era, aunque ella no lo apreciaba entonces, pues le molestaba que le diera lecciones. El pobre hombre había intentado enseñarle la lengua común por todos los medios, pero Octavia se burlaba de sus esfuerzos, y prefería recibir una paliza con el laúd que concentrarse en el alfabeto.

Tormund desató la lengua y comenzó a relatar una de sus típicas historias, acompañado por las notas alegres del laúd de Mance. Habló de tierras lejanas donde los bosques susurraban secretos y los ríos corrían llenos de vida. Contó acerca de sus aventuras en las profundidades del Norte, enfrentando gigantes y desafiando al río. Mientras el Matagigantes hablaba, Octavia observaba cómo el salón entero se sumergía en sus relatos. Incluso la mesa más apartada escuchaba con atención.

Observó a Kryo con curiosidad. Era extraño verla tan relajada. Su expresión cambiaba con cada relato. Observaba cómo su rostro se iluminaba con cada detalle y cómo sus ojos brillaban con emoción. Era como si en ese momento, estuviera completamente entregada al encanto de su pueblo, ajena a todas las miradas que la acechaban. Su gente era desconfiada, murmuraban, sentían miedo. Veían a Kryo como una forastera, una intrusa. Para ellos, era una arrodillada, y eso los llenaba de temor. Temían que la salvación que representaba no les fuera a corresponder, que no fueran merecedores de su ayuda o que fueran dejados de lado en favor de otros. 

—No creo que vaya a desaparecer si la pierdes de vista.

Al girar ligeramente la cabeza hacia su lado, Octavia encontró la mirada de Ygritte, quien le sonreía con una expresión ligeramente burlona. 

—Tendré que robarla de la tienda del fortachón —Ygritte siguió la mirada de Octavia hacia el otro extremo del salón y vio al Caballero Blanco observando fijamente a la Hersir.

¹Reyes del Norte•GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora