doggy style

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Max nunca le dio importancia sobre el estilo de vida que ha sobrellevado en los últimos 10 años; ante una especie híbrida entre animales y humanos, se han llevado nuevas leyes y derechos que estos seres antropomórficos tuvieron que luchar para ganarse un lugar en este mundo antiguamente lleno de humanos. Parte de la sociedad ha aumentado su aceptación con la llegada a estos, sus investigaciones y sus aportaciones han dado cabida a su exuberante capacidad; sin embargo, algunos mantienen el miedo de su parte animal, ¿Qué puede asegurar que estos por instintos primitivos no ataquen a los demás? Nada, pero a fin de cuentas el humano también lleva este instinto, tal vez no tan primitivo o tan arraigado a sus raíces, aunque siguen estando ahí.

Le podían chupar un huevo al rubio ante tales acusaciones sobre aquellos seres, total, siguen manteniendo la sociedad estable y no han ocurrido motivos de alarma, no veía el peligro inminente. Más cuando su compañero, un perro mixto, es causa de que sus especulaciones a su raza sean cada vez más dóciles y solo tenga en mente cómo actuar normal ante semejante ser.

Porque cada vez que su compañero de cuarto lo ve llegar de la universidad, su linda cola café se mueve lentamente de un lado a otro y su rostro lleno de pecas se mueven en una sonrisa y para él, es la perdición en vivo.

—Buen día, Verstappen. —el portero, Nyck, le saluda con una sonrisa. Solo ha intercambiado unas palabras con el chico, pero a su parecer es tolerable. — Ha venido a preguntar por ti un chico, Charles, mencionó que lo esperaba afuera de su habitación.

—¿No está Pérez? —sus pensamientos fueron hacia su pecoso compañero, extrañado; usualmente los jueves son su día libre y la pasa dentro del departamento organizando.

—Salió hace unas horas.

Con tal incógnita solo agradeció a Nyck y siguió su camino al departamento de los dos; Charles, un amigo de su misma universidad lo esperaba con sonrisa en rostro, junto a un par de botellas.

—Amigo, ¿venías en burro?, estuve esperándome desde las tres. —antiguamente se encontraba sentado, ahora se postraba a su lado y le daba medio abrazo. — Llamé a la puerta hasta que tu vecino me dijo que Checo no estaba, ¡El calor que estuve soportando! ¡Y solo!

Bufó, —Pudiste haberme llamado, imbécil. —Verstappen abrió la puerta y echó sus cosas a su habitación. En su curiosidad, dio un breve vistazo hacia el cuarto de Pérez, no encontrando algo para satisfacer su mente.

—Claro que pude, ¿pero de qué sentido es sorprenderte con estas bellezas si cuando te lo menciono rehúyes? —su amigo se recostó al pequeño sillón echando humos de lo molesto. — Además no tenía el número de Checo para corroborar que estaba, que por cierto, ¿Hoy no es su día libre?

"A mí también se me hizo extraño", pensó Max con una mueca de molestia; trajo un par de vasos de la estantería, notando un pequeño post it en la barra.

[No estaré hasta más tarde, te dejé comida en el refrigerador; sé que no habrás comido por andar más ocupado estudiando, así que, por favor, no seas necio. Atte: Checo

 Pd: Hice tu comida favorita]

Una sonrisa traicionera se posó en sus labios, calmando un poco la incertidumbre del pecoso; tomó el post-it entre sus manos y lo guardó en sus bolsillos. Sacó el platillo del refrigerador: —Checo preparó sopa de tomate con carpaccio de carne, ¿Gustas?

—Dios, Checo es un bendito ángel; ojalá lo tuviera de compañero, Ocon solo utiliza mis sartenes ¡Y no los lava! —quejándose mientras se acerca a él. — ¿No tendrán un espacio para esta pobre alma?, no soporto tener que ver la cara de Ocon y todo el maltrato a mis pobres sartenes.

Come here, boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora