Capítulo 31

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Ha pasado dos semanas desde qué se cumplió el primer aniversario de muerte de Elis y, Clarke, después de que sus emociones le golpearon con demasiada fuerza y la sobrepasarán, finalmente se siente más tranquila.

Fue como si hubiese sido alcanzada por una ola por sorpresa, que la botó, la envolvió, la sacudió y luego la arrastró hacia la orilla, dejándola sin poder respirar; y sabe que aquello sucedió porque nunca se había permitido sentir realmente, porque se contuvo ante el temor de quedarse atrapada en el dolor y la tristeza que experimentaba.

Sentimientos con los cuales nunca antes había tenido que lidiar de tal forma, pero que, en un lapsus de seis meses, experimentó por partida doble; primero con la desaparición de Lexa y luego con la inesperada muerte de Elis.

Su corazón estaba destrozado y no fue muy consciente de aquellos días, sin embargo, se obligó a mantener las emociones encapsuladas para no verse arrastradas por ellas, haciéndose la fuerte y buscando la forma de no desmoronarse a pesar que su interior estaba hecho jirones; pero fue la única forma que encontró para no verse aplastada por el peso que sostenía en su corazón.


—Déjalo salir —dice Lexa mientras le abraza con fuerza—. Estoy aquí ahora...

Clarke no es capaz de decir nada porque el sentir simplemente explota de repente, como si hubiese estado esperando ese único abrazo para soltarlo todo; porque es la primera vez que llora y siente realmente la partida de Elis.


Hoy se siente más liviana a pesar de tener todavía las emociones en la superficie, pero es como si finalmente hubiese dejado partir a Elis y todo lo que sintió por aquel entonces.

Aquella noche en casa de Lexa, donde llegó sin pensar en absoluto, fue la primera vez que se permitió dejar salir sus emociones y fue liberador. Además, fue la primera noche, en mucho tiempo, que durmió sin sobresaltos y donde las pesadillas de su abuela siendo reanimada por paramédicos o la de Lexa desapareciendo en el mar, no la atormentaron; fue la primera noche, en mucho tiempo, en que no se sintió realmente sola.


—Oye, despertaste —dice Lexa con una sonrisa, cuando ve a Clarke abrir los ojos con dificultad y se mueve en su abrazo.

—¿Nos quedamos dormidas? —pregunta Clarke y se acurruca un poco más en el cuerpo de la mujer que está a su lado, disfrutando de aquel acto tan simple y que tanto extrañó; aunque, ahora, los papeles se han invertido y es Lexa quien la sostiene a ella.

—Si —afirma Lexa con una mueca, cuando reacomoda su brazo adormecido, pero aguantando estoicamente—. ¿Cómo te sientes?

—Mejor —responde Clarke, sinceramente—. Aunque no debí venir tan tarde, lo siento... —se disculpa y le mira.

Lexa suspira, le sonríe mientras despeja un mechón de pelo que cruza su rostro y le mira atentamente. Desde que regresó, todo lo que vio en aquellos ojos fue una mirada triste, lejana y ausente, pero esta mañana hay algo diferente en ella, un brillo esencial y característico que creía desaparecido; y que, aunque, todavía tenuemente, se está vislumbrando otra vez.

—Siempre serás bienvenida aquí... —dice Lexa y toma una de sus manos para dejarla sobre su corazón, haciéndole saber dónde estará siempre su lugar.

—Gracias...

Clarke agradece y recibe el gesto entendiéndolo, le mira en silencio con mucho en su mente todavía, tratando de procesar toda la avalancha de sentimientos y emociones que de pronto le sobrepasaron; entiende que no todo tiene que ver con la muerte de Elis, sino también con la ausencia de Lexa.

Un viaje inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora