2 semanas antes
La última vez que Ian habló con Durand, el moreno le había insistido en que fuera paciente. Pero lo que nadie entendía era que no podía dejar el destino de su hermana en manos de un recurso de fecha de vencimiento tan impredecible como el tiempo.
Durand le había ofrecido una salida; Ian la había rechazado sin siquiera escucharla por completo. Fue una llamada hecha por un desconocido desde el teléfono de Bianca lo que complicó todo y lo llevó a buscar ayuda en él de nuevo.
Había intentado ignorar los recuerdos de aquella noche en la que se encontró con Bianca en la oficina de una estación de metro, temblorosa, cubierta por una manta ajena y con la mirada tan perdida en el suelo que no se percató de su presencia hasta que él le tomó las manos.
Se había sentido traicionado. No por la decisión en sí, sino por el cuándo. Porque había roto su promesa, algo que hasta ese momento, Ian creía que tenía la misma importancia para ambos.
A diferencia de Bianca, él no anhelaba control, pero honestamente, estaba cansado del miedo a perderla.
Por eso estaba sentado en la sala de Durand, que ponía en un plato las galletas rellenas con mermelada de fresas que su madre preparaba los domingos. Al menos al día siguiente podría saltarse el paso de reunirse con él para regalarle la porción que ella le enviaba a cada uno del grupo.
—Me contaron lo que pasó —dijo el francés de camino a la sala. Dejó la comida en la mesa de centro y se sentó en el otro extremo del sofá en el que se encontraba Ian. Se recargó contra el brazo del mueble para observarlo—. No quise preguntarte. Después de cómo reaccionaste cuando te ofrecí ayuda esa vez, creí que pensarías que solo intentaba presionarte para aceptar.
Ian sacó dos galletas y enseguida se llevó una a la boca. Se hundió un poco en el sofá y un suspiro se le quedó a mitad de camino en la garganta.
Le había costado una semana entera despojarse del orgullo y buscar a Durand. Pero luego del camino que había recorrido con Bianca los últimos meses, descubrió dos cosas: no podía hacer eso solo, y era capaz de dar hasta el paso más impensado por ella.
—Cuéntame del plan.
Le dio una mirada rápida, alcanzando a ver las cejas de Durand alzadas y los ojos más abiertos. Parecía que hubiera esperado cualquier razón para su visita menos esa. Probablemente había creído que estaba ahí para hablar con alguien sobre el incidente del metro. Alguien que no fuera su novia, que llevaba meses limpiando las cenizas de sus tragedias familiares; ni tampoco el culpable de la última de estas.
El contacto visual lo incomodaba como la mierda, y todavía sentía la atención de Durand puesta en él. No sabía qué tan difícil le resultaría recibir la información estando tan expuesto ante su amigo, pero no había forma de esconderse. Así que levantó la mirada y le insistió con un asentimiento.
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Purplish
RomanceEl primer pensamiento que ocupó la mente de Bianca cuando despertó fue que moriría. Una certeza que iba más allá del conocimiento de que todo lo que nacía, algún día debía marchitarse. Los objetivos con los que escapó de su caótico hogar junto a su...