Desperté unos minutos antes de que sonara el despertador, eran casi las 9:00 hora inglesa. Por suerte era jueves, pensé antes de levantarme.
Sentía una emoción especial, por lo que el jueves representaba para mí.Sin embargo, la dificultad de madrugar era algo con lo que lidiaba. Mi cerebro parecía resistirse a activarse rápidamente. Era un desafío enfrentar las primeras horas del día.Estaba sola, con mi hiperactividad. Lo único que me impulsó fue recordar lo que viviría la noche de hoy.
Desde que me había mudado a Inglaterra, los jueves habían adquirido un significado especial en mi vida. Eran los días en los conectaba con la gente a través de mis canciones, hacía bolos en un lugar enigmático de la ciudad. La emoción de estar rodeada de lo que más amaba, de la música y el arte, me llenaban de la energía que necesitaba.
Volví a la realidad, iba haciéndose tarde. Debía aumentar la marcha si quería llegar a tiempo a mis clases. De vuelta a mi rutina, miré por la ventana, para confirmar el clima, y pensar en mi outfit. Corrí a la ducha. No sin antes gritar: — Alexa, reproducir playlist de Taylor Swift— Con la banda sonora lista, hice un concierto en el baño, mientras me maquillaba, luego pasé a terminar de vestirme en la habitación.
Se me hacía tarde. Como cada mañana, solo tenía 15 minutos para desayunar y repasar el día. Iba metiendo en mi bolso cualquier cosa que podía, hojas de apuntes, libretas, lipstick, agua, y por supuesto siempre lentes de sol. Una manía que me habías heredado.
Es invierno y en Londres no conocemos los días soleados, pero los lentes siempre cubrían rastros de un desvelo anunciado, lo aprendí de ti.
Fui a la cocina a desayunar y revisar el horario de mis clases de producción y composición que eran mis favoritas. La emoción de aprender, crecer y desarrollar mi pasión a nuevos niveles me impulsaba a dar lo mejor de mí. Sabía que el tiempo era efímero, que cada minuto contaba, y esa conciencia me animaba a aprovechar al máximo cada oportunidad que se me presentaba. Salgo de mi rutina porque comienza a sonar mi móvil, suelo ignorar esas llamadas y esta vez no fue diferente, solo por curiosidad quise mirar quién llamada a las 9:45 de la mañana, reconociendo la foto del perfil, vi quién era; en ese momento quedé en shock.
Una pregunta se formó en mi mente, ¿debería contestar o ignorar la llamada? La indecisión y la curiosidad luchaban en mi interior, hasta que finalmente el silencio del teléfono se convirtió en la señal que necesitaba.
Me dispuse a continuar. No quería llegar tarde a mis clases, mientras bajaba el ascensor iba colocándome los audífonos. Para escuchar mi playlist: De Ganas de llorar- febrero.
Salí al exterior y al instante sentí el aire helado que se colaba entre cada fibra de mi ser. Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer, estrellándose contra mi piel y mojando mi cabello. Abrí mi paraguas con premura, consciente de la necesidad de protegerme de la implacable lluvia londinense.
Mi atuendo por suerte era el adecuado, ya acostumbrada a combinar practicidad y estilo. Un gorrito verde de lana cubría mi cabeza, defendiéndome del frío y el viento. Un abrigo negro, elegante y funcional, se ajustaba a mi figura, protegiéndome del clima adverso. Mis botas de media pierna, del mismo tono que mi falda de pliegues, completaba el conjunto. Mi cabello, ahora rozaba mis hombros en un corte que había decidido hacer recientemente. La promesa de teñirlo de rubio en un futuro próximo recorría en mi mente, pero por ahora, el negro natural seguía siendo mi marca distintiva. El bronceado que había adquirido durante el verano en Menorca ya se había desvanecido de mi piel, dejándola pálida y lista para enfrentar los desafíos del invierno.
Mientras caminaba hacia mi refugio musical, los estudios de grabación Abbey Road, podía sentir la emoción dentro de mí. Aquel lugar sagrado donde los grandes artistas que admiraba habían dejado su huella. La mera presencia en ese espacio me parecía una experiencia alucinante. A medida que me adentraba en el edificio, una extraña sensación comenzaba a envolverme, como si el mundo exterior se desvaneciera y solo existiera la música.
El tiempo pasó volando. Terminé las clases, casi a las 18:00. En cuanto salí ya me recibía el atardecer y las luces de la ciudad, me encanta contemplarlas y dejar que dilataran mis pupilas, no podía estar más satisfecha con el trabajo hecho el día de hoy, todavía quedaba la noche para cantar.
Sin embargo, al volver la vista al frente, pude notar desde lejos siluetas familiares, en ese momento recordé... —la llamada que rechacé esa mañana—, mi cuerpo se tensó,¡Fuck u!, la presencia de mis excompañeras de instituto, despertó un torbellino de sentimientos y pensamientos que amenazaban con alterar mi serenidad. Recordaba las vivencias compartidas, los momentos de risas y complicidad que se habían esfumado con el paso del tiempo o al menos eso pensaba. Aunque las circunstancias habían cambiado, aún quedaba una conexión inexplicable entre tú y yo.
La pregunta de si debía acercarme a recibirlas o desaparecer en la multitud era una tormenta que se desataba en mi mente.
En ese momento, recordé las sesiones de terapia que había realizado en los últimos meses, Me repetía a mí misma- Todo está bien.- tratando de calmar los latidos desenfrenados de mi corazón. Inhalé profundamente, sintiendo cómo mi respiración se volvía un ancla en medio de la tormenta emocional. Volví a mirar con la esperanza de estar equivocada. Pero no. Estabas allí frente a mi antiguo portal— me había mudado al edificio del frente—, ellas no lo sabían.
Odiaba las sorpresas y esta no me hacía nada de gracia. Con todo el valor del mundo comencé a caminar hacia ellas, me esforzaba por aparentar tranquilidad.Cada paso me acercaba al pasado que había dejado atrás, Sabía que era una oportunidad para enfrentar los miedos y las emociones que aún se resistían a desvanecerse. En ese instante en mis audífonos comenzó a sonar Mariah Carey, inmediatamente sonreí. La música siempre salvándome incluso de mí.
Mi voz se encargó de soltar los nervios con cada nota al cantar, y así fui relajándome.
Pero no pude alargar más el reencuentro, no podía caminar más despacio, ni echar la vista atrás. Era ese instante, si tenía que pasar, pasará, hoy sería el momento que debía enfrentarte y mirarte.
La primera en visualizarme fuiste tu claro, no podía ser de otra manera. SIEMPRE TÚ
Mi corazón latía con fuerza, mi respiración se aceleró, te devolví la mirada, corrías hacia mí y yo, aun sin entender, te seguí, como si no hubiese pasado el tiempo.
Nuestro encuentro se dio con el cielo llorando por los días que teníamos sin mirarnos y fue Londres testigo de ese abrazo infinito que nos regalamos, seguías siendo el imán, que quería y tenía poder sobre mí.
Al escucharte por primera vez, mi mundo se detuvo. Una sonrisa incontenible se dibujó en mi rostro, extendiéndose hasta los poros de mi piel, inhale su aroma por instinto Era tu olor, el que más extrañaba, el que aún conservabas a pesar del tiempo transcurrido. Me embriagué de ti, esta vez no te dije nada.
No me atrevía, no me salían las palabras, mis labios se sellaron incapaces de articular lo que mi corazón gritaba, solo quería prolongar esa atmósfera, ese momento mágico, que solo tú eras capaz de crear a mi alrededor.
El calor ascendió por mis mejillas Intenté separarme y encontré tu rostro entre lágrimas, una imagen que me conmovió, mis lágrimas también se avecinaban. Me miraste, sin permitirme hablar, me acercaste con mucha más fuerza y nos volvimos abrazar.
No necesitabas mis palabras, todavía nos reconocemos en los gestos, Tus brazos me envolvieron una vez más, convirtiéndose en el único refugio que anhelaba en aquel preciso instante, solo quería estar contigo, contigo y nadie más.
Sin pensarlo, dejé escapar a tu oído. —Echaba de menos tus abrazos, Violeta — confesé sin temor. Y tú, en respuesta, pronunciaste, —Y yo los tuyos, mi kiki— esa manera de nombrarme que solo tú logras fue como una melodía reconfortante y familiar, que acariciaba y encendía un fuego en mi alma.
Nos miramos una vez más.
El brillo en nuestras miradas, deseando quedarnos a vivir en aquel momento, solos tú y yo. Como si sabíamos que no podíamos huir esta vez.
Que no podía dejar pasar esta oportunidad de tener frente a mí.
La sinceridad era la única opción, debía deshacerme de las ataduras que llevaba dentro durante tanto tiempo.
Darle voz a los sentimientos y emociones que necesitaba liberar antes de que fuera demasiado tarde.
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Gracias por llegar hasta aquí. Continúa la historia que apenas comienza ❤️Confiad⭐️ déjame tus comentarios 🍒 👍
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Prisma de acordes
FanfictionEsta historia estará narrada por sus protagonistas Chiara Williams: una joven músico de 20 años, media británica, que luego de haber vivido 18 años en una de las islas de los baleares-España, decide volver al país donde nació su madre para dedicars...