𝐓𝐫𝐚𝐛𝐚𝐣𝐨 𝐝𝐞 𝐯𝐞𝐫𝐚𝐧𝐨

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Las personas podemos vivir de recuerdos agradables en medio de la tormenta. 

Rafayel era la persona que Perla había estado buscando. Lo sabía, su energía fluía de manera distinta mientras lo observaba. Había intentado acercarse al escenario luego de la conferencia, pero la ola de alumnos la desplazó lentamente hasta alejarla más, llevándose de esa manera la única oportunidad real de hablar con él.

Intentó no ponerse demasiado triste, pensar que tal vez era para mejor. Que lo viera finalmente no significaba que permanecería a su lado. Él, aunque ahora era solo un humano, no era igual a los demás.

Zhēnzhū se quedó mirando discretamente desde la entrada la nube suave de cabellos púrpuras, jamás miró en su dirección, incluso mientras dejaba su asiento y se retiraba por la parte posterior del escenario.

Después de ese día, ella trabajo duro manteniendo su mente ocupada entre los estudios y la familia. Seguía encendiendo una vela todas las noches para Rafayel Qi, esperando que la buena fortuna lo siguiera a dónde sea que el destino lo llevara. Las semanas se convirtieron en meses, y el semestre terminó sin demasiados contratiempos.

Para Prim y Elliot, la noticia de que Perla trabajaría en un curso de arte llegó de imprevisto. Había tenido la oportunidad de elegir trabajar con un artista en Snowcrest, pero la había rechazado al poco tiempo de enterarse que su padre estaba teniendo problemas de salud. No pudieron disuadirla de su elección y cuando las clases de verano comenzaron, el infierno se desató frente a los ojos de Zhēnzhū.

Había sido encargada a la categoría kids junto a dos chicos de su misma edad. Los niños eran... unos artistas bastante caóticos. Los primeros días, varios lloraban en la entrada sin querer separarse de sus padres, hacían rabietas, tiraban la pintura, los lápices de colores, la plastilina y uno que otro había pateado a sus compañeros cuando les decían que no podían hacer esto o aquello. Frente al apocalipsis en la seccion infantil, Perla decidió ponerse firme. 

Con un régimen implacable, comenzó un sistema de recompensas y faltas. Tres strikes y no podrían salir al picnic artístico que tenían todos los viernes. El primer afectado fue Billie, un niño de siete años que rompía los trabajos de sus compañeros. El castigo no fue suficiente para cambiar su actitud, pero si para aplacar un poco su mal carácter.

A veces, Zhēnzhū llegaba a casa de sus padres demasiado agotada y les contaba sobre su día; y su madre, extendiendo galletas y un poco de té helado en su dirección, reía con cada una de las anécdotas. Luego, los tres salían a dar un paseo por la ciudad o por la costa de Whitesand bay, dónde sus padres habían vuelto cuando ella comenzó la universidad.

Esa cómoda normalidad se acentuaba en los huesos de Perla, que dedicaba sus noches a moldear y escuchar música.

Debió imaginarse que la normalidad no era algo que existiera en su vida. Porque a tres días de finalizar el curso, tuvieron un circuito cerrado de diferentes disciplinas artísticas. Desde música, a teatro, danza  y cine. Era un despliegue increíble de actitudes prometedoras y estaba abierto al público.

Los tres encargados de la sección Kids permanecieron dentro de una zona cercada junto a los niños, los dos chicos llevaban disfraces de personajes de series infantiles y Perla era la infame hada de los deseos. Les pintaron los rostros a los niños, bailaron canciones infantiles e hicieron concursos de dibujo y de retos donde el premio mayor eran dulces o peluches de temporada. Cerca del medio día, la hora del refrigerio fue bien recibida por todos con refresco y sandwiches para los presentes. Perla estaba acalorada, deseaba tomar un merecido descanso después de haber saltado de un lado a otro animando a los niños — jamás admitiría que ella misma estaba pasando un buen momento — así que avisó a sus compañeros antes de alejarse y tomar asiento bajo la sombra de un árbol y cerrar sus ojos.

Disfrutó del silencio y la brisa mientras se relajaba y-

¿Eres un hada fugitiva?

El corazón de Zhēnzhū escapó un latido, asustada por la repentina interrupción. No había nadie frente a ella o a sus costados, así que el extraño debía estar sentado del otro lado, a sus espaldas.

— ¿Perdón? 

— ¿Eres un hada fugitiva? — repitió su pregunta como si no fuese nada. 

— ... ¿Cómo sabes que soy un hada?

Él se rió entre dientes.

— Es difícil no ver unas alas tan grandes, incluso desde aquí.

Zhēnzhū miro las alas a sus espaldas y se sonrojó. Si eran enormes, y brillantes además.

— ¿Que tipo de deseos cumples?

Perla se volteó un poco, pudo ver una pierna extendida sobre el césped y unos elegantes zapatos negros. El resto del cuerpo seguía siendo un misterio.

—... Deseos razonables, por supuesto. — Perla se sentía algo tonta hablando de esa manera. — Por ejemplo, si me pides el número ganador de la lotería, tendríamos un problema.

Esta vez ambos rieron, era una conversación bastante tonta; tal vez por esa razón estaba contestando, no requería de un esfuerzo mental excesivo. Y era agradable.

— ¿Puedes hacer que vuelva al pasado?

— Muy fantasioso, no puedo cumplirlo.

— ¿Traer alguien a quien amé hace mucho a mi lado?

— Temo que aún no desarrollo el poder de la teletransportación.

— Qué tipo de hada no puede cumplir todo tipo de deseos, no tiene sentido.

Perla sonrió, moviendo sus pies de un lado a otro mientras pensaba en alguna buena respuesta sin apresurarse, no había necesidad de precipitarse con alguna contestación fuera de esa burbuja mágica.

— Creo que deberías encontrar un genio de la lámpara. Ellos pueden hacer más que yo.

— Tal vez me lleve más tiempo del planeado.

— ¿Tal vez pueda otorgarte el don de la paciencia? Creo que podría hacer un hechizo si lo deseas.

Otro silencio, y luego una nueva risa seguida de un chasquido de dedos, como si una idea magnífica hubiese surgido.

— ¿Qué hay de saber el nombre de un hada? ¿Cuenta como un deseo?

— ¿No has leído libros de seres mágicos? Si te doy mi nombre, tendré que aparecer cada vez que lo digas ¿Cómo podría permitirme algo así?

— ¿Acabas de inventar eso, no es así?

— Jamás, soy un hada que no dice mentiras... Hablando de eso, debo irme ya.

— No me has preguntado mi nombre.

— Está bien, no creo que me lo digas. Y debemos mantenerlo justo.

Perla se levantó, sacudiendo la hierba de su ropa. Podía rodear el árbol y ver de quién se trataba, pero algo le hizo retroceder un paso. Él no volvió a hablarle y ella únicamente sonrió antes de salir corriendo hacia su zona de trabajo, sus enormes alas de mariposa balanceándose de un lado a otro junto a las hebras blanquecinas de su cabello. 

𝐏𝐞𝐪𝐮𝐞𝐧̃𝐚 𝐏𝐞𝐫𝐥𝐚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora