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Capítulo 23:
Lágrimas de Na Jaemin.


Querer era suficiente, para mí... Era suficiente.


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La impaciencia no era algo por lo que lo conocían. Por el contrario, su padre solía decir que había nacido con el don de la paciencia eterna, algo inexplicable y casi inexistente. Na Jaemin en pocas palabras era el estoicismo hecho persona. No se inmutaba aunque su lengua picara por hacerlo, no permitía que sus impulsos fuesen más grandes que él, y por supuesto, ponía todo su esfuerzo para mantenerse en todos sus cabales.

Sin embargo, ahí se encontraba, a punto de aterrizar en vuelo comercial directo en Francia, dispuesto a hacerle compañía a la única persona que le lograba hacer actuar como un frenético total. Cuando escuchó a sus padres cuchichear en secreto sobre el mal estado de su amiga íntima, Ko Haeri, el chico sólo se imaginó el infierno mismo que estaría atravesando Miranda Lee. Sin dudas, no había dudado ni un minuto en decirle a su madre que la acompañaría a pasar unos días en Lyon en la propiedad de campo de los Lee.

—Oh, seguramente los chicos estarán felices de verte. —Su madre dijo, tan sonriente como de costumbre.

Na Daesung podía ser ingenua cuando se lo proponía.

—Sí, Mark hyung debe necesitarme. —Mintió hábilmente. Conocía a su mejor amigo como sí mismo se tratase, y sabía que por más afectado que estuviese, jamás demostraría un atisbo de debilidad.

Y ni hablar de Lee Jeno. Dios, era duro como una piedra impenetrable. Aunque estaba al tanto que, en su interior, debía estar librando la peor de sus batallas. Pese a que ya no eran amigos, Jaemin solía preguntarse cómo se sentía el chico de vez en cuando, a sabiendas que era más vulnerable de lo que todos conocían.

Por más que lo pensara, la verdadera razón de su viaje a Lyon no se trataba de sus viejos amigos. No, y no podían juzgarle por ello. Tomó el condenado vuelo tan sólo por Miranda, los chicos eran un efecto colateral que por supuesto le importaba, pero no al punto de cambiar toda su rutina y viajar de inmediato a Europa.
El camino al chateau de los Lee fue demasiado largo para su gusto. Los viajes en auto le parecían eternos y tortutosos desde que tuvo aquel accidente en su adolescencia, y de vez en cuando, agradecía contar con el privilegio de tener un chofer personal—aunque no lo usase tan a menudo—. En cuanto su camino acabó en la entradilla de grava frente a una prominente fuente con un distintivo tallado de ciervos en mármol blanco, Jaemin contempló la imponente fachada de la casa de campo que estaba lejos de ser un lugar humilde para disfrutar las vacaciones de verano.

Fueron atendidos por el selecto personal que trabajaba únicamente para esa casa, en temporadas específicas para cuando la familia viajaba. Las mismas siete personas, y de cabecilla, un hombre con rasgos muy fuertes y rostro de pocos amigos. Jaques les dio la bienvenida, tomando por sí mismo el equipaje de mano de la madre de Jaemin y dándole una mirada soslayada cargada de desdén al chico. El bufó para sus adentros para así no hacerlo en voz alta. El mayordomo no escondía el repudio que sentía hacia él, tampoco lo podía culpar, porque era claro el recelo que le tenía al ser él el causante del dolor del menor de los Lee.

Sólo sus amigos, Mark, Miranda y ese hombre sabían bien lo que había ocurrido con Jeno. Fue durante sus últimas vacaciones de verano en aquél lugar, y aún vivía en su memoria el rostro impregnado en desprecio que él le dio al ver al menor de los Lee en tan grave estado de tristeza.

Entraron al gran recibidor, de techos altos y abovedados, paredes lisas con algunos relieves y obras de arte por doquier. En ocasiones, cuando aún era un niño, odiaba tener que recorrer esos mismos pasillos en la oscuridad. Ahora, le parecía bastante bonito para detallar a plena luz del día. Era como un museo.

𝐑𝐢𝐜𝐡 𝐆𝐢𝐫𝐥𝐬 𝐃𝐨𝐧'𝐭 𝐂𝐫𝐲 [NCT REVERSE HAREM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora