28.- "Checo" (2)

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Narración: Sergio

Él se detuvo buscando mi mirada. Después se inclinó hasta rozar apenas sus labios con los míos.

—¿Por qué me vendiste tu cuerpo? —me preguntó presionando su
miembro contra el mio.

—Porque fuiste el que más dinero pagó por mí —le respondí y luego le
toqué ligeramente con la lengua el labio inferior y arqueé la espalda para tentarle a que me penetrara.

—No me refería a eso y tú lo sabes. ¿Por qué te presentaste a la subasta?
¿Para qué necesitabas el dinero?

—Vaya, qué preguntón estás hoy —dije pasándole las manos por entre el
pelo e intentando mover las caderas para que me penetrara, pero él se
apartó de mí frustrando mis intentos.

—Respóndeme a la maldita pregunta y deja de intentar follarme — respondió con energía.

—¿Por qué? ¿Es que no quieres hacerlo?

Agarrándome por detrás de los muslos, me alzó en el aire y luego me
hincó la polla dentro. Me la hundió hasta el fondo en una rápida embestida. Di un grito ahogado aferrándome a sus hombros.

—Respóndeme tú. ¿Crees que quiero follarte, Sergio? —me soltó
meneando las caderas en potentes acometidas—. Porque es lo único en lo que pienso últimamente. Estoy tan enganchado a tu entrada que no puedo pensar con claridad. Y ahora deja de intentar distraerme y responde a mi pregunta.

Dejando de menear las caderas, se negó a seguir moviéndose, aunque yo hiciera lo posible para que continuara con aquel tipo de fricción.

—Max, por favor —le supliqué como un desvergonzado. Sentía su gruesa polla embutida en mi ser y quería que me siguiera follando.

—Respóndeme y te prometo que te daré lo que tú quieres —me susurró
al oído con voz sensual, haciéndome estremecer de deseo—. Porque lo
quieres, ¿verdad, Sergio? Estás deseando follarme tanto como yo. Mierda, piensa en ello: mi gruesa polla moviéndose en tu apretada entrada en un acompasado vaivén, hasta sentir que estás a punto de derretirte de placer.

Gimiendo de gusto, deslicé las manos por debajo de sus brazos y por su
espalda, hasta hundirlas bajo los bóxers y agarrarle las nalgas. Luego meneé las caderas lo máximo que me permitía el pequeño espacio en el
que estaba, desesperado por agonizar de deleite en el orgasmo que sabía
que él podía darme.

—Sí, te encantaría, ¿verdad Mijn zon? —me susurró chupándome el lóbulo
de la oreja y mordisqueándolo juguetonamente—. Todo cuanto tienes que hacer es responderme.

Cuando yo estaba a punto de perder el control, va y encima me llama
«Mijn zon». Últimamente lo había estado haciendo a menudo y cada vez que me llamaba así, me lanzaba a un embriagador abismo de deleite. Deseaba con tanta desesperación correrme que creí que iba a romper a llorar.

Y Max olía tan bien que te juro que podría haberlo hecho solo aspirando su aroma. Protesté frustrado, porque sabía que no podía darle la respuesta que él quería y que tampoco me daría lo que yo deseaba si no se la respondía.

—No me lo vas a decir, ¿verdad?

—No —contesté y él suspiró frustrado—. La razón de mi contrato, al
igual que mi nombre, es personal.

Cerró los ojos con fuerza y vi los músculos de sus mandíbulas crisparse al apretar él los dientes. Sacó de mí su miembro con brusquedad y me dejó en el suelo. Luego se lo metió rápidamente dentro del pantalón y se abrochó el cinturón. Le tuvo que doler, porque la seguía teniendo dura como el granito. Siseó incómodo, confirmando mis sospechas. Al terminar, me miró, sacudió la cabeza decepcionado y se fue de la habitación sin decir
una palabra.

Secretos inconfesables || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora