Narra Victoria:
La noche no tardó en caer y poco a poco la casa de los Shelby se fue completando. Arthur y John se encontraban frente a la chimenea, bebiendo y fumando, compartiendo anécdotas.
Tanto Polly, como Ada, se hallaban ya durmiendo, pues mañana saldrían temprano al mercado. Tommy, en su despacho, revisaba una y otra vez el libro que le había dejado. Finn leía acostado sobre su cama. Michael, pensaba en todo lo ocurrido y como solucionarlo, desde el sofá de su habitación. Por mi parte, también me encontraba en mi habitación, tumbada sobre el tejado, a la vez que volvía a coger las cerillas para encender mi cigarro.
Creo que estoy volviendo a caer. Esta es la frase que pasa una y otra vez por mi cabeza. Fijo la vista en las estrellas. Estos últimos días, han sido demasiado caóticos, puros vaivenes de emociones, un caos total. Todavía no sé cómo gestionar todo lo que está pasando, aunque aparentemente parezca que sí. Siempre parece que lo tengo todo bajo control. Tengo todo en orden, todo calculado, todo bajo mi mano. Pero, las apariencias no son más que capas de humo, que utilizamos para camuflarnos y que no nos hagan daño.
Al final del día soy tan solo una adolescente que necesita vivir tranquila y tener a alguien a su lado que la cuide. Sé que todo eso suena demasiado sentimental, y que no encaja con cómo soy, pero es así. Una también tiene sus sentimientos, todos los tenemos; más o menos escondidos, pero los tenemos. Es algo innato en el ser humano. Supongo.
Posé otro cigarrillo sobre mi boca, instantáneamente después de consumir el anterior, mientras el viento me azotaba en la cara. Ahora mismo, no sé en qué estado me encuentro. No sé si estoy triste, feliz, enfadada, decepcionada... Tampoco quiero que nadie me lo pregunte, no sé como reaccionaría. Tampoco sé contestar a una pregunta de la que ni siquiera tengo la más mínima idea. Estoy segura de que este es un momento que nos ha ocurrido a todos alguna vez en la vida, y si todavía no ha sido el caso, lo será. Al fin y al cabo, siempre existirá la duda, ya sea en nosotros mismos o en lo que nos rodea.
[...]
Sumergida en sus pensamientos, seguía dándole calada tras calada a ese cigarro que ocupaba un lugar entre sus dedos. Alguien abrió la puerta de manera silenciosa, pensando que ésta estaría dormida.
Michael entró a la habitación y se acercó hasta la ventana, al no encontrarla en el interior del lugar, divisándola tumbada sobre el tejado. Victoria, segundos atrás, ya se había dado cuenta de que no se hallaba sola, y sobre todo, de quién era la figura que la acompañaba.
Sin hacer ningún tipo de ruido, Michael, se tumbó a su lado. Ninguno de los dos decía nada: el chico no sabía cómo iniciar la conversación, y la pelinegra no tenía ninguna intención de hablar, mucho menos con él. Sus respiraciones, y los ruidos de ciertos animalillos, eran lo único audible en el lugar.
-Lo siento.- se escuchó un hilo de voz.
Victoria lo ignoró completamente, a la vez que nuevamente encendía otro cigarrillo. Le parecía realmente estupido que Michael hubiera pensado que el hecho de pedirle perdón arreglaría todo lo que había pasado. Todo lo que pasó no se arregla con una simple disculpa. Todo lo que pasó no se arregla.
-Sé que algunas cosas de las que hice no estuvieron bien...
-No tiene sentido que te sigas arrastrando así, Gray. Más cuando sabes la respuesta.- le interrumpió, aún con la vista fija en el cielo estrellado.
-Solo quiero que me escuches.
-Estoy cansada de esto, pero haz lo que quieras, no te servirá de nada.
-No es justo, Vicki.
-No estás en posición para hablar sobre lo que es justo o no lo es. Tampoco lo estás como para juzgar mis acciones.
-¿Por qué a John sí y a mí no? Solo quiero saberlo.
Al contrario de la pecosa, Michael no despegaba su mirada de ella, lo cual no pasaba desapercibido por su parte. No tenía ganas de hablar sobre ese tema, no quería volver a rememorar lo que sucedió durante todos esos días. No quería recordar los días tirada en el suelo del baño. Los días abrazada a Finn pidiéndole que por favor no la soltara. Esa sensación de vacío. Las ganas de arrancarse el corazón para dejar de sentir todo lo que estaba pasando. De irse lejos. De no volver.
-Quiero que te vayas.
-No. Quiero que me lo expliques.- alargó su brazo e intentó agarrarle la mano, pero ella fue más rápida y lo esquivó rápidamente.
-Ni te atrevas a tocarme. Ni siquiera sé qué haces hablándome.
Esta vez, si que se giró a mirarlo. Esa mirada, esa mirada de odio puro. Michael sentía que en cualquier momento esa mirada iba a atravesar sus propios ojos. El miedo comenzaba a rondar por su cuerpo, entre otras sensaciones.
-Quiero que te vayas.- repitió la pelinegra. -Pero no solo de mi habitación, sino de esta casa, de mi vida.
-Vicki.- fue lo único que pudo musitar.
-No tienes derecho a llamarme así. No tienes derecho a llamarme.- escupió con rabia, a la vez que abría la cajetilla y sacaba otro cigarro. -Lárgate antes de que sea peor para ti.
-Sabes que eso no va a pasar.
En un movimiento rápido, la pelinegra sacó su daga. En escasos segundos, ya se encontraba sobre el chico, con el arma sobre su cuello. Era capaz de hacerlo. Era capaz de hacerlo, estaba convencida. Ahora mismo, la racionalidad no se encontraba en la chica, solo pasaban, por su mente, imágenes de todo lo ocurrido.
-No pienso volver a repetirlo. Lárgate de aquí.
Michael forcejeó y consiguió sacarla de encima suyo. Victoria lo empujó hacia dentro de la habitación, provocando que se golpeara con el suelo del lugar. Decidida, entró y le golpeó con el puño en toda la nariz, provocando que ésta se tiñera de sangre. El chico no se quedó atrás y la golpeó en la mejilla con la palma de su mano.
-No me toques. Te he avisado.- dijo, agarrando su daga y avanzando hacia él.
El arma se deslizó sobre su mejilla, provocando un corte. Michael posó una mano sobre ésta, dándose cuenta de que la sangre comenzaba a brotar. La empujó contra el armario, causando que recibiera el fuerte impacto con la espalda y cayera al suelo. En un abrir y cerrar de ojos, se incorporó y avanzó nuevamente hacia él. Lo agarró del cuello de la camisa, llevándolo hasta la puerta y empujándolo fuertemente, provocando que éste se golpeara.
-Te odio.- la pelinegra dijo, a la vez que le asestaba un puñetazo.
El siguiente puñetazo no tardó en llegar, y el siguiente tampoco. La respuesta del chico tampoco se hizo esperar, ya que la golpeó con el puño y la empujó contra la puerta, provocando que ésta se abriera mínimamente.
De un momento a otro, acabaron ubicados en el pasillo. Golpe tras golpe. A ver quién aguantaba más.
-No sabes lo que has hecho. Lo has jodido todo.- asestó otro puñetazo sobre el abdomen del chico.
-Que te jodan, puta.
Victoria no podía creer lo que acababa de escuchar. Instintivamente, su daga se condujo hacia la otra mejilla del chico, realizando otro corte. La sangre bañaba la cara de ambos jóvenes.
-¿Pero qué cojones?- se escuchó una voz al final.
De un momento a otro, ambos estaban siendo sujetados. John sujetaba a Victoria. Arthur sujetaba a Michael. La pelinegra intentó soltarse, pero no pudo, John no se lo estaba poniendo fácil.
-¿Qué os pasa en la cabeza?- dijo el mayor de los Shelby, posando su mirada en la cara de la pelinegra. -¿Sois animales?
Ninguno de los dos emitió palabra, ya que estaban completamente concentrados en mirarse fijamente.
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𝐊𝐈𝐄𝐋 (2) | Finn Shelby
Fanfiction「 𝐋𝐈𝐁𝐑𝐎 𝟐 」 Después de lo ocurrido en Birmingham, lo único que quieren los pecosos es volver a ser felices, o al menos intentarlo. Parece que lo están consiguiendo, hasta que las cosas se vuelven a torcer por completo, mostrándoles todo lo con...