Renacer

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Finn:

- Es muy complicado... Tú la conoces más que nadie, que piensas ? - Me preguntó Jiro

- Andrea es impulsiva, arrebatada, impetuosa, pero no tiene ni un cabello de estúpida. Sabe de sus capacidades y limitaciones. Estoy seguro que no haría semejante viaje, a enfrentarse con unos empresarios mafiosos sola, sabe que no puede con ellos - Reflexioné mientras hablaba con Jiro.

- Ok... Entonces mi amigo ... Respira, relájate, eres el más analítico y frío de todos, piensa como ella lo haría y sabremos dónde está. Por lo demás, tranquilo, para las cinco de la tarde tendrás todo listo, sal por la parte trasera, Paúl te ayudará. Avísame, que novedades tienes - Me aconsejo Jiro

Cuándo necesitaba volver a mi eje, Jiro y Rioma eran los que me ayudaban. Cualquiera de ellos dos, me escuchaban en silencio, comprendían  y me guiaban. Ellos decían que yo era el de la lógica y los planes perfectos, pero yo les decía que ellos eran los que me hacían funcionar de esa manera.

- Pensar como Andrea? Creo que ni Dios puede hacerlo. Gracias Jiro, nos mantendremos en contacto- Me despedí escuchando la risa de Jiro y me dispuse a atender a mis pacientes.

La mañana comenzó como cualquier otra, inmerso en mi rutina, aunque mi mente divagaba lejos de la calma. La fatiga se reflejaba en mi rostro al enfrentar a esos esposos y novios celosos que, de manera inexplicable, desviaban su ira hacia mí. Pero particularmente hoy, no pensaba tolerarlos, iba a ser un muro con ellos, y que se pudran.

¿Acaso pensaban que mi deber era seducir a sus parejas embarazadas durante las consultas? Era absurdo. Si Andrea estuviera en su lugar, Me hubiese dado igual que la atendiera algún dios de la belleza, cual era el problema? Ella me amaba, yo la amaba, y no había más que pensar. Ridículos, eso eran para mí, todos estos hombres. Mi única aspiración era estar en su situación, esperando con ansias la llegada de mi propio hijo junto a la mujer que amaba.

Mis pensamientos se veían interrumpidos por la insistente mirada del reloj, la ansiedad por la llegada de las cinco de la tarde me consumía. En medio de la jornada, recibí la llamada de Gerard, confirmando que Andrea nunca había puesto un pie en Francia, una noticia que me llenaba de desesperación.

Sin tiempo para un almuerzo tranquilo, me apresuré a terminar mis tareas. Kirril me envió un mensaje sobre la búsqueda de Andrea y las amenazas que la rodeaban, pero aseguró que estaba protegida. Mientras tanto, Leonardo no contestaba las llamadas, seguramente sumido en la angustia de buscar a su hija. Nick ofreció una pista sobre el paradero de Andrea, aunque aún esperaba confirmar.

El día se deslizaba entre preocupaciones y responsabilidades, cada minuto se volvía más insoportable a medida que la incertidumbre crecía.

- Frederick... No! Hoy no, te juro, que si no es de vida o muerte, tengo algo que hacer de manera urgente - Mi hermano llamó cuando estaba por atender a mi última paciente.

- Oww... Hace años que no estás tan superado, solo necesito que pases por la clínica de Roma, debes firmar unos papeles para que ya seas el único  dueño - Me informó muy relajado

- En la semana, apenas pueda voy, el próximo lunes debo viajar a Noruega y voy a estar ausente un tiempo, debo ir a ver a un amigo en Milán, pero aún no acomodo mis horarios- Le informe, yendo hacia la puerta para llamar a mi paciente

- Ok... Pero se me ocurre que si quieres, para aliviarte el viaje, puedo enviarte la documentación con Andrea, es confidencial, pero ella es de la familia, o lo será en algún momento - Agregó riendo

- Deja a Andrea en paz! Estás en Roma, y ella no, sepa Dios a donde anda, aparte no vendrá a Nueva York, solo para hacer de tu mensajera. Pasaré el jueves o viernes te confirmo después - Añadir apresurado

Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora