Después de despedirse de su madre, Bernardo fue hasta la mesa y se sentó frente a Julieta, que lo miró extrañado.
—¿Está todo bien? —dijo Julieta, mientras se pasaba la mano por la frente sudorosa.
Bernardo la miró, haciendo aun lado la conversación con su madre.
—Sí —mintió. Aunque esperaba un funeral solitario se había sorprendido de que nadie más que él había recibido la noticia—. Te ves cansada. Si me pides que nos vayamos...
—¿Cómo puedes decir eso? —respondió Julieta, bajando la voz para que Casimira, que hacía ruido en la cocina, no pudiera oírla.
—Era una idea —respondió Bernardo agitando su mano.
—¿Puedes cargar a Alberto?
—Ven acá — dijo Bernardo, estirando los brazos hacia el bebé risueño, pero se detuvo un momento al ver a Julieta.
—¿Te sientes bien?
La joven madre, con ojos de dolor se llevó la mano al abdomen. Bernardo corrió a tomar al pequeño Alberto, mientras auxiliaba a Julieta y la llevó al cuarto de la entrada donde había dormido.
Julieta apretó los dientes al sentarse en la cama, se contuvo un momento y después de recuperarse uno segundos le indicó a Bernardo en qué bolsa guardaba el botiquín de viaje. Él dejó a su hijo en la cuna que Casimira había arreglado con almohadas y sabanas limpias, mientras que Julieta se recostaba un momento. Después, Bernardo salió apresurado entre los ausentes, bajo el cielo despejado. Tomó del coche el pequeño estuche de medicinas y llegó al cuarto con un vaso de agua para su esposa.
—Estoy bien... —dijo Julieta, después de haberse tomado una pastilla...—¿Julieta? ¡Ya está despertando!
Julieta abrió los ojos mientras los colores iban formando el rostro de Bernardo. La habitación se iluminaba por una luz naranja que traspasaba la cortina. Casimira se encontraba colocándole un trapo tibio en la frente. El olor a talco le llegaba del cuerpo caliente de la señora Casimira y Julieta miró cómo la encorvada mujer se alejaba hasta la cazuela azul que tenía sobre el mueble, en la ventana.
—La Inés era la que nos curaba aquí en el rancho... —dijo Casimira cabizbaja, mientras exprimía la franela caliente.
—No creo que sea necesario —respondió Bernardo.
El rostro delgado de Casimira le devolvió una mueca que podía confundirse con una sonrisa perspicaz.
—Doña Inés ya falleció —Casimira reviró los ojos hacia Julieta como si un sonido muy fuerte hubiera salido desde ahí—, la semana pasada la encontraron en el río, dicen que la mordió una culebra. Quién la manda a su edad, Doña Inés siempre tan voluntariosa.Julieta escuchó con semblante agotado a Bernardo, cuando este le contó que se había quedado dormida y había balbuceado entre sueños.
—Nunca he hablado dormida... —dijo Julieta—, ¿qué decía?
—No sé, porque te moví un poco y entonces me di cuenta de que estabas sudando —Bernardo la miró con ojos curiosos y preocupados.
—Ya me siento bien —insistió Julieta, levantándose de la cama para verse en el pequeño espejo que colgaba de un clavo, en la pared vieja y descolorida.
—De todas formas, iremos al doctor mañana de regreso.
Bernardo no se convenció del todo, pero como la farmacia más cercana se encontraba a una hora de camino, aceptó que Julieta se sintiera mejor, aunque se encargó de que estuviera descansando.
Cuando llegó la hora de la cena la acompañó al comedor, Alberto dormía plácidamente mientras Tía Casimira iba y venía, aunque el funeral ya se había quedado nuevamente desierto.La noche llegó más pronto de lo que Bernardo esperaba, había planeado tomar algunas fotografías, escaparse una vez que Julieta se quedara de nuevo dormida. El pequeño Alberto se había quedado encantado en brazos de Tía Casimira, quien lo sentó en su regazo y lo meció en una gran silla de madera bajo el aguacate, cerca del ataúd. A Bernardo le pareció que su hijo animaba un poco a su tía, pero él continuaba pensando en Julieta, en la fotografía, mientras seguía sentado junto a la mesita para el café que Casimira había puesto en el portal, para todas las personas que no había invitado.
En lo que parecía ya la madrugada, Bernardo se levantó de su lugar para no quedarse dormido y con la luna por luz, decidió distraerse con la cámara un rato.
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LA FOTO
Mystery / ThrillerDespués de una inesperada llamada esa tarde de octubre, el fotógrafo Bernardo Rivas, participante en el concurso de fotografía de la Universidad de Artes Cassasola, se entera del fallecimiento de su abuela. Acompañado de su esposa Julieta y su hijo...