17. A la ducha con Osvaldo.

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No podía entender cómo la ducha había quedado en ese estado; pero sí sabía que su novio tenía que ver con esto. Intentó llamarlo por teléfono varias veces y no obtuvo respuesta.

Se bañó como pudo, con la ducha estrangulada en una posición extraña y con agua saltando por todas partes. Incluso una de las llaves junto a la canilla de abajo estaba suelta casi por completo y el chorro de agua le saltaba en el medio de las tetas.

Ofuscada salió del baño y comenzó a secarse con una toalla. Le mandó un mensaje a Osvaldo, pidiéndole que por favor la ayudara a solucionar ese inconveniente. Le pagaría bien.

Era sábado, no tenía que ir a trabajar, y no quería que el día de descanso se le arruinara porque el pelotudo de su novio no sabía usar una ducha.

«¿Cómo mierda hizo para romperla así?»

«No te hagas mala sangre, Silvana. Tenés que dejar pasar algunas cosas, por tu propio bienestar».

Una hora más tarde Osvaldo tocó el timbre una vez, dos veces... tres veces. Nadie respondió.

Después del cuarto timbrazo estuvo a punto de irse, cuando la puerta se abrió. Silvana estaba envuelta en una toalla blanca que a duras penas llegaba a cubrir desde sus pezones a su vagina.

—Ay, perdón Osvaldo. No respondí antes porque me estaba haciendo la paja.

—Ah, ok.

Para Silvana requirió una enorme fuerza de voluntad reconocer en voz alta que había estado masturbándose. Lo hizo por pura calentura, para ver de qué forma reaccionaba Osvaldo. Y allí es donde se llevó una gran desilusión. El "Ah, ok" del portero fue tan impersonal que hubiera dado lo mismo si ella decía: "Estaba regando las plantas". Silvana se quedó con la incómoda sensación de haberse humillado por nada.

La puerta frente al departamento de Malik se abrió y vieron salir a Dalina con un elegante y ajustado vestido negro, muy corto. Detrás de ella salió Silvio, muy pulcro y con una camisa gris tornasol y un pantalón de jean. Silvana pensó que si Silvio no le cayera tan mal, lo tomaría como "un buen partido". El tipo tenía su sex appeal y le gustaba que llevara el pelo entrecano tan bien cortado y la cara tan prolijamente afeitada. Pero le bastaba que abriera la boca para considerarlo un imbécil.

—Hola Dalina —saludó Silvana, como si no estuviera prácticamente desnuda—. ¿Adónde van tan elegantes?

—Hola Sil —Dalina se acercó y le dio un beso en la mejilla—. Vamos a dar una vuelta y a comer algo en un lindo restaurante. ¿Vos te estás preparando para algo?

—No, no... es que se me rompió la ducha. Le pedí a Osvaldo que viniera a arreglarla.

—¿Y no podías vestirte antes de abrir la puerta? —Preguntó Silvio, admirando la anatomía de su vecina con poco disimulo.

—Es que Osvaldo vino antes de lo previsto. No quería dejarlo afuera. Además él... no es como todos los hombres.

Esa fue una frase clave para recordarle a Silvio y Dalina que Osvaldo es autista... y de una clase muy particular.

—A mí no me parece que haya ningún problema —dijo Dalina—. Osvaldo siempre fue muy respetuoso.

—Solo vine a arreglar la ducha —dijo, con aire ausente.

—Además mi toalla no es muy distinta a tu vestido, Dalina —Silvana soltó una risita—. ¡Qué sexy estás! Es bien cortito, me encanta... y me atrevo a decir que ya se te está marcando un poco la pancita de embaraza.

—Sí, apenas. Quiero aprovechar a usar este vestido antes de que no me entre más. A Silvio no le hizo mucha gracia. Ya sabés cómo es él. Piensa que me voy a ir con el primer tipo que me mire el culo.

Mi Vecino SuperdotadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora