Estaba demasiado estresada aquellos días. Parecía como si todo se hubiera confabulado para robarnos la felicidad que habíamos sentido en las últimas semanas. Que nuestro secreto lo supiera Carmen me había supuesto un problema, pero ya no tenía solución. Nuestra relación se tambaleó, pero juntas conseguimos recuperar la firmeza, o eso parecía. No llevé nada bien que tuvieras que contárselo a tu padre. No me delataste, pero te pusiste en un grave peligro. Y yo...te dije verdades, pero creo que no supe estar a la altura del momento. Cada vez que sucede algo de esto, el miedo me paraliza y me cuesta ver más allá, incluso de mí misma.
Con todo este peso cargado sobre los hombros entré en la cocina. En las manos portaba, doblado con cariño, el delantal que me habías regalado. Lo miré pasando suavemente la yema de los dedos por mis iniciales bordadas. Solo pensar en ti pasando la noche en vela para tenerlo listo para mi cumpleaños, me emocionaba. Nunca llegué a decirte lo mucho que había significado para mí. Me hiciste más que un regalo. En ese día que había dejado de ser especial hace ya demasiados años, lo iluminaste con tu sonrisa, tu cariño, tu cercanía...haciéndome la mujer más feliz.
Aquel día me abrazaste el corazón.
No podré olvidarlo nunca.
Lo desdoblé con cuidado, pasé la parte superior por la cabeza. Bajé las manos a la cintura lentamente como abrazándome. Inspiré hondo. Casi podía sentir tu inconfundible aroma. Cerré los ojos y me dejé llevar. De pronto noté el calor de unas manos sobre las mías y la cercanía de otro cuerpo.
-Deja que te ayude-tu voz susurrada me hizo estremecer. Deslizaste las manos hacia atrás acariciando mi cintura hasta coger las tiras. Con un poco de firmeza las fijaste a mi espalda mientras me mirabas con anhelo-no dejaba de pensar en ti al hacerlo-dijiste haciendo que mi corazón se saltara un latido
-¿Y...y qué pensabas exactamente? -pregunto mordiéndome el labio. Noto como te acercas más.
-En la forma en la que se ajustaría a tu cintura-dijiste mientras tus manos regresan a ella encontrándose más adelante con mis manos, entrelazándolas-como contornearían la forma de tu pecho-seguías susurrando haciéndome perder la cordura-como sería recorrer cada parte...-un pequeño gemido se escapó de mi boca. Ya no podía contenerme más. Demasiados días en tensión, sin poder estar contigo como quería me estaban pasando factura. Solté tus manos, para girarme y coger tu rostro. Mis labios ansiaban atrapar los tuyos. Te besé con intensidad, con desenfreno, empotrándote contra la encimera. Tú no te quedaste atrás. Correspondiste con igual deseo aferrando mi cintura para pegar bien nuestros cuerpos. El deseo corría por nuestras venas, las ganas de ir a más crecían por momentos. Cuando nos separamos para recordar respirar, no tardé en bajar a tu cuello y colmarlo de besos. Entre tus suspiros y gemidos, escuché mi nombre. Pero era extraño, no parecía ser tu voz. Sonaba como distorsionada, lejana. Pero según pasaban los segundos parecía más cercana...
-¿Marta? -la voz coge forma y de pronto abro los ojos y me veo en la cocina, con una Digna que me mira confundida. El corazón me va a mil. La piel me arde.
-Di...Digna-tengo que aclararme la voz porque me sale demasiado ronca
-¿Te encuentras bien hija? -pregunta acercándose
-S...si, es que...-me toco uno de los rizos por los nervios-estaba muy metida en mis cosas
-Ya veo-se dirige a la nevera a dejar la leche que llevaba en la mano
-Necesitaba distraerme y bajé a preparar otro postre
-Me parece perfecto-me sonríe de lado-¿Quieres que te ayude?
-Si por favor-digo asintiendo, no podía decirle que no, aunque estuviera revolucionada debido a la ensoñación en la que había estado metida. Además, Digna era una cocinera extraordinaria, me gustaba aprender de ella.
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Puntadas
RomanceLa discusión en la tienda por la confesión a Isidro deja a Marta y Fina, muy tocadas. Cada una busca la manera de sobrellevarlo distrayéndose en la medida de lo posible. Mientras Fina tiene a sus amigas, Marta decide bajar a la cocina y centrarse en...