Mei Aihara, una chica particularmente popular por su extraordinaria belleza e inteligencia, destacando en casi todo lo que hacía demostrando una prodigiosidad que me permitió un par de días de descanzo.
Desde que llegué a la academia de su familia, las miradas indiscretas de las demás estudiantes me rodearon en cada instante, sin descanzo, y es que a pesar de que nadie podía saber lo que realmente era yo, tener cabello rubio y ojos verdes no es tan normal en un país como Japón.
Pasaron los días y poco a poco esa atención se fue dicipando, a veces parecía que iba a detenerse por completo hasta que un dia aquella chica llamativa se acercó a hablarme casi de la nada.
Admito que me agradó que lo hiciera, pero en ese momento sinceramente me había parecido extraño, muy extraño que una chica como ella se acercara a mí, aunque teniendo en cuenta lo llamativa y popular que me volví con solo pisar la academia, tenía cierto sentido que alguien de igual popularidad (y más permanente) se acercara a hablarme.
La conversación fluyó con mucha naturalidad, sorprendentemente. Hablamos del clima, de las clases y en general, de cosas triviales. Con ella casi no sentía la necesidad de alejarme, por algún motivo, no como con los demás.
Tras ese día llegué a casa algo cansada, ni me moleste en anunciar mi llegada, solo quería llegar a mi habitación y desplegar mis alas, ya el dolor era insoportable a ese punto. Llegué a mi cuarto y lo primero que hice fue quitarme la ropa, no quería que se rasgarra por esas malditas alas. Luego sentí el alivio, algo que me molestó mucho.
Ni un día puedo pasar sin que tenga la necesidad de liberar mis alas, a veces he pensado que sería mejor solo cortarlas.
Ume: ¡Estoy en casa! ¿Yuzu, ya estás aquí?
Yuzu: ¡Si mamá, ya estoy aquí!
Ume: ¡Bien, porque llegó una visita!
Iba a salir de la habitación sin cubrir mis alas, como era costumbre, pero al oir eso me entró un escalofrío. Rápidamnete agarre mi ropa y oculte mis alas lo mejor que pude, es algo incómodo y doloroso tener que hacerlo así, pero sin perder tiempo ya estaba lista para recibir a estas "visitas".
Salí de mi habitación y pude ver a mí madre en la cocina sirviendo unos vasos de agua, entonces dirigí mi mirada al sofá y entonces... Hasta ese momento no había odiado tanto el color violeta.
Mei: Hola, Yuzu
Yuzu: ¿Qué haces aquí?
Mei: Se me olvidó decirte algo cuando veníamos de camino
Yuzu: ¿Y solo por eso seguiste a mi madre hasta mi casa?
Ume: ¡Yuzu, no seas irrespetuosa! Nos encontramos cerca del apartamento y ella se ofreció a ayudarme con las compras.
Yuzu: ¿Sabías que estaba aquí?
Mei: Si... Y no, realmente me imaginé que Ume-san era tu madre por sus particulares ojos verdes. Ustedes podrían reconocer a mi familia solo por nuestros ojos, así que a partir de allí pude deducirlo un poco.
Yuzu: Entonces solo ayudaste a mi madre para colarte en nuestro hogar
Ume: ¡Yuzu!
Mei: No, Yuzu, no fue por eso. Cuando le ofrecí mi ayuda a Ume-san no me fijé al principio en esos detalles. No soy tan egoísta.
Guarde silencio por un momento, estoy segura de que mi mirada era severa, tal vez me mostraba molesta. Solo suspiré tratando de calmar el dolor y cruce mis brazos.
Yuzu: Bien, dime ya lo que me ibas a decir y lárgate.
Ume: ¡Yuzu, ya basta! Será mejor que te relajes, Mei-chan amablemente me ayudó de camino aquí así que no hay razón para que la trates de esa manera. Calma esos impulsos, Yuzu.
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Citrus: Ecos del Abismo
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