EPÍLOGO - EL SEGUNDO APRENDIZ

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Era noche cerrada, aunque en el interior de las ruinas siempre se estaba en penumbras. Jee-Faint había habitado sin ninguna compañía aquel siniestro emplazamiento durante los últimos cinco años, habilitando cada rincón para el regreso de su Maestro. No había sido fácil encontrar la ubicación de las ruinas, ni siquiera con la ayuda telepática del Maestro, el tiempo y las guerras se habían asegurado de que aquella titánica construcción quedara en el olvido por el bien de todos. Los Oscuros habían convertido un antiguo templo griego en todo un palacio para su organización, liderado por el Maestro más de mil años atrás en el tiempo. Tras su caída, nadie había pisado aquellos suelos mohosos hasta la llegada de Jee-Faint.

Ahora, el dueño de las sombras había regresado a su trono. Fuegos azules iluminaban cada rincón, respetando la penumbra, pero permitiendo distinguir siluetas cercanas. La mayoría de habitaciones eran ya habitables y estaban siendo utilizadas por Jee-Faint para diferentes labores por orden del Maestro: aposentos, laboratorios, armerías, barracones...toda una base de operaciones para lo que estaba por venir. Las brumas sabían también que algo estaba cerca, pues se habían vuelto caprichosas y difíciles de manejar. Su densidad había aumentado y su mera presencia en una habitación provocaba picazón en la piel de Jee-Faint. Aun así, seguían obedeciéndole y sabían que servían a una Maestro en común. El Maestro le había hecho llamar esa noche a la sala del trono, sin darle ningún motivo más que aquella era su voluntad y debía cumplirse. La sala del trono estaba oculta tras una pared falsa, el Maestro era muy cuidadoso con los lugares en los que se permitía bajar la guardia. Era una enorme estancia que había servido en el pasado como altar para alguno de los dioses griegos que se podían encontrar en el templo. Una cámara con altos techos, columnas de mármol por todas partes y escalones simétricos que llevaban a un trono que no había estado ahí en un inicio. El trono estaba compuesto de pura bruma y se había mantenido ahí los últimos mil años, incluso en la ausencia del Maestro. En aquel momento, sin embargo, su legítimo dueño se encontraba sentado sobre él. Envuelto en las brumas, que le servían de manto y custodio al mismo tiempo, su mirada estaba oculta por capas de oscuridad insondables. Tan sólo Jee-Faint sabía leer las emociones del Maestro, pues las brumas las susurraban si ponía la suficiente atención.

—Aprendiz...has acudido rápido. —La voz del Maestro sonaba más natural que cuando había estado atrapado en el ataúd, aunque las brumas la distorsionaban levemente.

—Sirvo a sus órdenes, Maestro. —dijo Jee-Faint, poniéndose de rodillas.

—Levántate. No quiero que el nuevo aprendiz te vea de rodillas tan pronto.

—¿Nuevo aprendiz? —Las palabras se le atragantaron en la boca. —¿Cómo dice?

La sala del trono contaba con otra entrada que llevaba directamente a los aposentos, también oculta tras una pared falsa. Jee-Faint observó cómo estas se abrían, brumas inundado la cámara desde el otro lado. Dio un paso atrás, abrumado por tal cantidad de brumas que lo rodeaban de repente. Una silueta de menor tamaño que él cruzó el umbral de la puerta, aupado por las brumas, sin la necesidad de caminar. Debía tratarse de un muchacho de no más de catorce años de edad, con el pelo oscuro y corto, vestido con un traje muy similar al suyo que le cubría hasta la boca con el cuello de la chaqueta. Sus ojos brillaban con el color de las brumas y percibía la oscuridad en su interior.

—Aprendiz Jee-Faint, te presento a tu nuevo hermano. Markus, preséntate como es debido.

El muchacho dejó que las brumas lo posaran en el suelo y caminó con decisión hacia Jee-Faint, extendiendo una mano enguantada a modo de saludo.

—Hermano Jee-Faint, es un placer conocerte. —Su voz era juvenil, como hubiera esperado. Las brumas no parecían haber poseído su voz como sí lo habían hecho con el Maestro. —Llevo algunos meses aquí, mis aposentos son los que tienen la M grabada en la puerta.

—¿Meses? —preguntó Jee-Faint, mirando al Maestro. ¿Cuándo había llegado?

—Markus vino aquí poco después de tu infiltración en Hogwarts. —reconoció el Maestro, con su voz desprovista de emociones. —Contacté con él a través de las brumas, ha resultado ser un hallazgo sorprendente.

—Pero... ¿cómo? ¿De dónde viene?

—Tranquilo, hermano Jee-Faint. —dijo Markus con un tono de superioridad que no le gustó nada. —Tendremos mucho tiempo para ponernos al día. Antes de que empiece mi año escolar en Hogwarts.


CONTINUARÁ EN...

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Wizarding World: El Ataúd de WiggenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora