38.

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Capítulo 38: adivina quién viene de visita. (Miedo me da saberlo.)

Dos meses después…

Bostezo, aburrida, mientras me doy la vuelta por millonésima vez sobre la toalla, aún con los ojos cerrados.

-              ¿Quieres estarte quieta, peque?- oigo suspirar a Len a mi lado.- Ya no deben tardar mucho.

-              ¡Precisamente por eso!

Me levanto de un salto, histérica.

-              Además, no te hagas la buenecita, que tú también estás ansiosa porque vengan.

Un sonrojo traicionero invade sus mejillas.

-              ¿Y por qué iba yo a estar ansiosa?- inquiere, moviendo nerviosamente las manos.- Es ridículo.

-              Ya claro, y el que estés loquita por el descerebrado de mi hermano no tiene nada que ver con ese tembleque que te ha dado, ¿no, tontita?

Mira hacia otro lado.

-              No sé de qué me hablas.

Y ahora se hace la digna.

Me río entre dientes. Esta chica es la monda. ¿Por qué no lo reconoce de una vez?

-     Deberías decírselo a Rober.- afirmo, bostezando de nuevo.

-     ¿Qué deberías decirme?

Me giro con rapidez, tanta que acabo perdiendo el equilibrio y cayendo encima del culo de Len, que suelta un gritito (de eso de pijas) y da un bote.

-              ¡Lore!

-              Échale la culpa a él.- señalo a mi hermano mayor con un dedo mientras me levanto, frotándome la espalda con una mano.- Auch, qué daño, idiota.

-              No es mi culpa que seas tan patosa.

Le hago una mueca

-              Bueno, ¿qué tal vuestro fin de semana de… ¿cómo lo llamabais?- pregunta Len con una sonrisa.

Roberto se inclina para darle dos besos. Dios, qué dos.

-              Fin de semana de hombres.

Suelto un bufido sarcástico.

-              De hombres, dice… ¡buah!

Roberto se gira hacia mí con una sonrisa irónica desquiciante.

-              Mira, mona, que dudes de la masculinidad de tu noviecito lo veo lógico, pero no te permito que dudes de la mía.

¿Pero de qué va? Empezando por eso.

-              Eres un payaso, chaval.- recojo mi toalla del suelo.- Por cierto, ¿dónde está Saúl?

No es que no pueda estar dos minutos más sin verle, ehh, no os confundáis, que he pasado un fin de semana estupendo sin estos dos “machos”… O no.

-              Pues ha recibido una llamada y está de mala leche, deberías ir a verle, es urgente.

¡Este tío es tonto! ¡Y me lo dice ahora!

-              ¡¿Si es urgente por qué no me lo has dicho antes?!- bufo, cabreada.

Suelto la toalla y echo a correr fuera del jardín, cogiendo luego dirección a su casa. Gracias que está a pocos metros.

La historia de mi penosa vida adolescente: Loretta.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora