XXXIII. Acción-reacción

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Siento un fuerte dolor de cabeza nada más despertar en mi cama.

Después de mi conversación con Caleb me fui a mi habitación con la cabeza hecha un completo lío.

"¿Debía hacerme a un lado cómo había planteado en un principio o tenía que hacer algo aunque las consecuencias podrían ser irreversibles?"

Con esa gran cuestión me fui ayer a la cama. Y hoy al despertar ya tenía mi respuesta.

No volvería a ser un cero a la izquierda nunca, eso lo tengo claro. Por lo que debo comenzar a hacer algo que cambie las cosas y debe ser ya.

Pero hay tantos frentes abiertos que no sé ni por dónde empezar.

Es temprano por la mañana, nadie está despierto aún. El pasillo está en calma, al igual que toda la casa y el ambiente es frío y oscuro, pero a la vez algo acogedor.

Lo cruzo decidida a prepararme un café para por lo menos conseguir despertarme. Al llegar a la cocina un frío helador me provoca un pequeño escalofrío que me recorre de pies a cabeza como una espada.

Cierro durante algunos instantes los ojos, tratando de combatir el cansancio. Mi estado anímico es deplorable, pero no me puedo exigir más; o por lo menos es algo que en estos momentos no veo procedente hacer.

Con pereza, coloco la cápsula de café en la cafetera y me encargo de sacar una taza del armario. Poso la taza en la cafetera y mientras escucho el sonido de la máquina funcionar apoyo mi caderas en el borde de la encimera mientras me limito a mirar el apartamento.

Y en este momento de soledad y oscuridad, la figura de Tanner aparece en mi mente. Su pelo rubio despeinado, pero siempre luciendo bien, sus ojos azules y su piel pálida aparecen en mi mente. Su tacto también lo hace, provocando que mi piel se erice al recordarlo. El sonido de la cafetera interrumpe mis pensamientos y me devuelve a la realidad. Tomo la taza de café y doy un sorbo, sintiendo el calor del líquido recorrer mi garganta y despejarme un poco.

—¿Estás bien? —pregunta una voz desde la puerta de la cocina.

Me giro y veo a Olivia, envuelta en una manta, mirándome con preocupación.

—Más o menos —respondo con sinceridad—. Estoy tratando de encontrar una manera de hacer algo por Tanner.

Olivia asiente y se acerca, apoyándose en la encimera junto a mí.

—Sabes que estamos aquí para ayudarte, ¿verdad? No tienes que enfrentarte a esto sola.

—Lo sé, pero siento que si no hago algo pronto, todo esto nos va a consumir.

—Entiendo cómo te sientes, pero tienes que recordar que no puedes hacerlo todo sola. Necesitamos un plan, algo concreto.

—¿Y si no hay tiempo para un plan? ¿Y si cada segundo que paso aquí es un segundo más que Tanner sufre?

—No podemos pensar así, Katherine. Necesitamos ser inteligentes. No podemos arriesgarnos a perderte a ti también.

Sus palabras me calman un poco y me hacen ver que tiene razón. No puedo dejar que el miedo me domine.

—Vamos a hablar con los demás cuando despierten —digo, tomando una decisión—. Tenemos que trazar un plan, uno que funcione. No puedo seguir así, Olivia. Necesito saber que estoy haciendo algo.

—Lo haremos —afirma ella con determinación—. Encontraremos una manera.

A medida que el sol comienza a asomarse por las ventanas, mi determinación crece. Tanner necesita mi fuerza, y aunque el camino por delante sea incierto y peligroso, no permitiré que el miedo me paralice. Es hora de actuar, de unir fuerzas y rescatar a Tanner, sin importar lo que cueste.

La nueva obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora