Capítulo 14: Suyo.

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Mi sonrisa no podría ser más grande. Él es tan hermoso ahora mismo. Su cuerpo pequeño entre mis brazos está temblando, es una mezcla embriagadora de dicha, excitación y amor. Un amor enorme que me envuelve, un amor que arde como un incendio imposible de apagar.

¿Cómo pudimos ocultarlo? No lo sé.

Justo ahora no sé demasiadas cosas, justo ahora estoy sintiendo demasiado.

Los corazones de los dos palpitan al unísono, es como una canción. Nuestra respiración se agita y Chay se estremece cuando mis labios van hacia ese lugar especial, ese sitio entre su hombro y su cuello donde un día, dejaré mi marca.

La sola idea de vivir ese momento se siente como una nueva ola de calor en mis entrañas. Estoy ardiendo. Si el amor es arder así, no me importa consumirme. Si el amor es ahogarme, no creo que me haga falta el oxígeno.

Mis labios besan la piel de Chay con reverencia y de sus labios escapa un sonido complacido. Ese sonido hace que el sol de mi pecho brille con vehemencia. Es hermoso. Ese sonido lo provoqué yo. Mis labios se quedan ahí un largo rato, mi nariz inhala con un dejo de desesperación el perfume que emana del cuerpo de mi compañero, es como una droga de la que no me cansaré. Él ha esperado esto tanto como yo.

No sé qué demonios estoy haciendo.

No planeé nada.

No sé qué hacer.

—Kimhan, mi Kimhan— susurra Chay y su voz llena de adoración hace que mis labios se aparten de su piel de forma lenta, pausada, no hay prisa.

El tiempo no existe, solo somos mi compañero y yo en esta habitación donde cabe el mundo entero, nuestro propio mundo.

—Mírame...— dice Chay con un susurro eléctrico que acaricia mis labios con su aliento.

—Eres tan hermoso— le digo, y sus mejillas se llenan de rubor.

Chay no es tímido, jamás lo ha sido, pero debe haber notado el deseo en mi voz. En mis palabras llenas de anhelo se esconde también el instinto del lobo, ese deseo que para los humanos parece irracional y primitivo. Es el deseo de aferrarme a lo que es mío. Es el deseo de ser también sostenido de este modo hasta el final de los tiempos y que Chay me diga una y mil veces que soy suyo.

Su Kimhan.

Diosas, mi nombre ya no me pertenece. Soy suyo. Seré suyo por siempre porque he sido suyo desde que nací.

—Kim, no me has dicho cuál es mi aroma para ti— dice él y tiene razón, yo no he hecho mi confesión.

Y ahora debo hacerlo porque él lo merece. Debo decirle lo que siento porque debo honrar su valentía mostrándole toda la adoración que su existencia me provoca.

—Eres el bosque— le digo, y mis labios besan su frente.

—Eres campos verdes...

Mis labios se deslizan hacia la punta de su nariz.

—Flores de colores...

Oh, sus mejillas son tan suaves bajo mi boca.

—Cielos despejados...

Hay un espacio pequeño entre sus labios y los míos. Un espacio donde el universo entero podría caber, un universo entero o un beso, nuestro primer beso de verdad.

—Y luz de sol, Chay— susurro sin separarme de él—. Toda la luz de sol de esta galaxia.

Es él quien me besa primero, claro que sí. Sus labios son suaves, húmedos, dulces y desordenados. Dudo mucho que cualquiera de los dos sepa qué está haciendo. Pero sus labios se mueven sobre los míos con entusiasmo y yo intento seguirle el ritmo. Qué más da que ninguno sea un experto, eso está bien. Ya tendremos tiempo de practicar.

La Canción del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora