—Entonces, tú y tu hermano salieron de casa para empezar una vida nómade, Francia les gustó más de lo esperado y decidieron quedarse —dijo Alban, retomando el tema que había quedado inconcluso después de un chiste que había hecho. Bianca soltó un sonido afirmativo y se llevó el tenedor con comida a la boca—. ¿Cuál fue el primer país?
Tragó y maldijo en su interior por haber permitido que la conversación tomara ese camino.
—Alemania —respondió, recargándose en el árbol—. Era uno de los sueños de Ian.
Se habían ido de casa hacía casi un año, según lo que él le contó. Habían ahorrado la cifra definida y habían decidido que era el momento de marcharse. Alemania había sido el primer destino; luego, Bélgica; y por último, Francia. El plan inicial contemplaba bajar hacia España, continuar por Portugal, para finalmente viajar a Italia, el país que más llamaba la atención de Bianca. Lo habían dejado para el final de aquella ruta porque Ian estaba convencido de que una vez que llegaran ella no querría moverse de ahí en un buen tiempo.
Francia les había cambiado los planes. Ian dijo que se debió al encanto de París, pero Bianca tenía la impresión de que el amor había sido la mayor razón para quedarse ahí; era la primera vez que su hermano se enamoraba.
—¡Amé Alemania! —gritó inclinándose hacia ella—. ¿En qué época, más o menos?
Era mucho más curioso de lo que esperaba.
—Julio del año pasado.
—Oh, por un momento creí que quizás podríamos haber estado ahí al mismo tiempo. ¿Te imaginas nos hubiéramos cruzado? El mundo es muy pequeño.
Bianca rio.
—Si nos hubiéramos conocido en otro país y luego nos reencontrábamos aquí de casualidad, ¿habrías escapado de mí también? —Fijó la mirada en él.
Alban soltó una risa corta y bajó la mirada a su táper con comida.
—Depende.
Así como a Bianca no le gustaban las preguntas íntimas, tampoco se sentía cómoda haciéndolas. Era curiosa, sí, pero sabía que había razones por las que una persona esquivaba ciertos temas. Sin embargo, quería saber más de él. Sentía que el tiempo con Alban estaba cronometrado, que se iría antes de lo esperado o sucedería algo en la cafetería que la haría renunciar.
—¿Adónde fuiste primero?
Sonrió.
—Italia.
A diferencia de los Bosch, que habían elegido un país vecino como primer destino, Alban había optado por alejarse de su hogar tanto como podía en ese momento. Había crecido en Doncaster, Inglaterra, y fue a parar a Roma, para luego pasar un año en un pueblito a las afueras de la capital.
Le contó que Roma fue sitio de primeras veces que recordaba con mucho cariño. Obtuvo su primer tatuaje, cantó karaoke con desconocidos en un bar, tuvo sexo en un lugar público con un italiano —lo hacía de maravilla, mencionó—, fue a un concierto, y los dueños de una heladería le enseñaron a hacer helado de limón.
ESTÁS LEYENDO
Purplish
RomanceEl primer pensamiento que ocupó la mente de Bianca cuando despertó fue que moriría. Una certeza que iba más allá del conocimiento de que todo lo que nacía, algún día debía marchitarse. Los objetivos con los que escapó de su caótico hogar junto a su...