11 | Naranja memoria

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Bianca ideó más de cuatro formas de asesinar a Alban, de la manera más silenciosa y menos sucia por no tener cortinas oscuras

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Bianca ideó más de cuatro formas de asesinar a Alban, de la manera más silenciosa y menos sucia por no tener cortinas oscuras.

Era sábado, no trabajaban y no había intensos rayos de sol filtrándose por la ventana como en las películas, cuando la protagonista despierta por primera vez sobre el pecho de su amado. El cielo estaba pintado de un gris lo suficientemente claro para poder colarse en su sueño. Tampoco estaba en la cama de su amado, sino que de su amigo. Y no reposaba sobre su pecho; Alban le daba la espalda y ocupaba gran parte de la cama por la posición en la que dormía: con una pierna doblada contra el abdomen, la otra estirada en diagonal, el culo hacia afuera y uno de sus codos casi en la cara de Bianca debido al brazo que tenía bajo la almohada.

Suspiró y se acostó de espalda. Si hubiera sido más atrevida, lo habría despertado solo para tener una sesión matutina de sexo, pero lo cierto era que apenas podía rozarlo sin creer que alguien aparecería para burlarse por actuar tan diferente a como lo hacía siempre.

Cuando era pequeña, una sola vez intentó abrazar a sus padres. Ambos se rieron y le dijeron que ella no era una persona de tacto. Ahora se sentía una impostora al despertarse con la necesidad de ir en contra de ello.

Repasó la habitación con la mirada, buscando como el primer día algo que le hablara un poco más sobre Alban. Lo único diferente a aquella vez era el armario, que estaba abierto y exponía el negro predominante en su ropa, a excepción de las chaquetas. En el suelo de este había un par de botas estilo militar y unas Vans desgastadas con el costado de la suela rayado con marcador negro. En la izquierda tenía grabado: «peace will win» y en la derecha «fear will lose».

Era la habitación de alguien que siempre iba con poco porque dejaba mucho atrás.

Giró la cabeza para observarlo, rehusándose a que su cuerpo completo lo hiciera y ser descubierta como si hubiera estado esperándolo. Por las historias que le había contado, sabía que acostumbraba a dormir en ropa interior, sin embargo, ahí estaba, con un pantalón de algodón oscuro y una camiseta negra de tela tan fina y usada que mostraba un tatuaje que comenzaba entre los omóplatos y terminaba en la espalda baja. No identificaba el diseño, solo alcanzaba a ver una línea que se asomaba bajo el dobladillo de la prenda.

Se levantó, tomó el cepillo de dientes que Alban le había dado antes de dormir y se encaminó hacia el baño. Había empezado a lavárselos, cuando alguien golpeó la puerta.

—Soy yo —dijo Alban desde el otro lado, con la voz grave y adormilada.

Bianca abrió y alzó las cejas.

—¿Tanto te cuesta vivir sin mí?

—Pasé veinte años sin ti, es demasiado tiempo.

Entró, cerró tras él y le puso pasta de dientes al cepillo que tenía en la mano. Le sonrió a Bianca antes de empezar a lavarse.

—¿Qué es lo próximo? ¿Vas a mear conmigo aquí dentro?

—Podría, si no te molesta —respondió con dificultad debido al cepillo que tenía en la boca—. Como esas parejas que llevan años juntas. —Movió las cejas de arriba abajo.

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