18 | Rojo polaroid

123 24 32
                                    

La jornada laboral no se había sentido interminable desde que llegó Alban

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La jornada laboral no se había sentido interminable desde que llegó Alban.

Desconocía la duración de la licencia médica que tenía, pero se cumplirían dos semanas, y no solo desde el inicio de esta, sino también de la última conversación que habían tenido. La frustración hacia sí misma solo crecía.

El entumecimiento la había dotado de la habilidad del desapego. Las amistades que alguna vez había hecho solían ir empinadas hasta que, como si de un repentino apagón se tratara, perdía el interés en ellas y acababa esfumándose con la sutileza de un animal camuflado. Su familia, por otro lado, se sentía como un grupo ajeno al que había llegado por azar y su disfuncionalidad no ayudaba. Ian era el único con el que compartía más que sangre.

La soledad no la preocupaba, mucho menos con los planes que tenía, pero dos personas habían llegado a provocar cuestionamientos y remezones en la torre en la que había pasado veinte años, y la frustraba habérselos permitido.

—Bianca, ¿puedes venir a mi oficina, por favor? —preguntó Agustina a su lado antes de alejarse.

La miró con confusión y luego, al reloj colgado en la pared a un lado de la pizarra negra; todavía faltaban algunos minutos para que su turno terminara.

Ignorando las miradas intrusas de su equipo, la siguió. Cerró la puerta a sus espaldas y obedeció al asentimiento con el que le indicó que se sentara frente a ella. La castaña se deslizó hacia atrás con la silla, cruzó las piernas y entrelazó las manos sobre estas. Sus labios carmesíes se estiraron en una sonrisa.

—Iré al grano, sabes que no me gustan los preámbulos. —Cambió de posición para apoyar el codo en el reposabrazos y la barbilla en su mano—. He estado evaluando la idea de tener una figura supervisora en los locales. Mi primera opción fue Alban. Pienso que buena forma de ayudar a un trabajador es demostrándole con responsabilidades que crees en él. Y se nota que Alban es un chico al que le haría muy bien saber que otros confían en sus capacidades. Pero me ha rechazado. —Rio y se encogió de hombros. A Bianca se le apretó el estómago—. Y ha dicho que, de hecho, la mejor opción eres tú.

No importaba la propuesta, solo pudo enfocarse en la idea de que quizás Alban le había dado su nombre porque pretendía renunciar. Sin despedirse, sin privilegiarla una última vez con su mirada y un abrazo. Había pasado trece días con el deseo de hacer su propio hogar entre ellos y fusionarse con él. Para quien había vivido tantos años sin experimentar la necesidad de contacto físico, esta dolía ahora que formaba parte de ella debido a la ausencia de quien la había despertado.

—¿Por qué?

—Simplemente dijo que tú lo necesitabas más. —Sonrió y deslizó hacia ella un documento—. Ahí tienes las funciones del cargo, pero en resumen: seguirás atendiendo público, al tiempo en que te aseguras de que tus compañeros cumplen con su trabajo y de que el servicio entregado es el óptimo. Cualquier reclamo y problema que surja en el momento deberás tratarlo tú primero, a menos que sea grave y entonces debas derivármelo. No es necesario que me des una respuesta ahora, pero sí antes de que acabe la semana. Te atenderé el teléfono hasta el domingo solo por esta vez.

PurplishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora