—No puedo creer que vayamos a conocer a Jules hoy —dijo Alban. La sonrisa amplia le iluminaba la mirada. Bianca nunca estaba lista para la corriente de emociones que la sacudía cuando eso pasaba.
Jules había aceptado participar en la escritura del libro. Lo había hecho cuando a ella ya no le importaba obtener una respuesta, solo volver a saber qué tal estaba.
La había tomado por sorpresa. Pero el entusiasmo la llevó a poner una condición: quería conocerlo.
Quería tenerlo frente a ella porque el corazón se lo pedía, y aún más después de las semanas en las que se había desaparecido. Su distancia le había generado la necesidad de confirmar con sus propios ojos que seguía existiendo, y demostrarle a través de sus brazos lo agradecida que estaba de que así fuera.
Alban le apretó la mano ante su silencio. Durante el camino había intentado distraerla y disminuirle los nervios con sus ocurrencias. Estaba ahí a petición suya, porque se sentía más segura a su lado pero también porque quería que formara parte de aquel momento importante.
La fuerza de los latidos de Bianca parecía una señal de que ninguno volvería a ser el mismo después de ese día.
—¿Ya te dije lo preciosa que estás con ese corsé? —le preguntó al oído mientras salían de la estación de metro.
—Te lo puedo prestar si te gusta tanto como el primero. —Contuvo la sonrisa, pero esta se rebeló cuando Alban le acarició la mejilla con la nariz antes de besarle la sien.
—Solo si me dejas quitártelo con los dientes de nuevo.
Enarcó una ceja y lo desafió con la mirada.
—Y yo voy a amarrarte las manos con la cinta, a ver qué tanto puedes hacer sin ellas.
Rio y la abrazó por la cintura para aferrarla a su cuerpo mientras esperaban el cambio de color en el semáforo. Llenó de besos su cuello y su cara, haciéndole reír también.
—No creí que tu memoria fuera tan mala, Bosch.
—Idiota. —Riendo, le golpeó el pecho.
Era el segundo corsé que le enviaba Jules. Le había dicho «No quisiera que parezca como que deseo que te vistas para mí, pero realmente me haría muy feliz si usaras un nuevo corsé que te hice», y ella, llena de dicha, no dudó en aceptar.
La prenda de satín negro, a diferencia de la anterior, no llevaba tirantes y tenía un patrón floreado que solo era perceptible ante la luz directa. El bicolor lo lograba la cinta púrpura que lo cerraba en la espalda. Bianca lo combinó con un pantalón negro de tiro alto y las botas a las que les había cambiado los cordones por unos del mismo tono de la cinta. Alban se había querido sumar a «esa cosa de los colores» y compró unos cordones azules para las suyas.
La voz emitida desde el teléfono que llevaba en la mano indicó que estaban cerca de la cafetería que habían escogido para reunirse.
Recorrió con rapidez los rostros que divisó a la distancia, aun sabiendo que era en vano al desconocer la apariencia de quién sería su compañero de escritura hasta fin de año. Sin embargo, cuando siguieron caminando, no necesitó haber visto su rostro antes para saber quién era Jules. Solo una persona la observaba y llevaba unos pantalones de una pierna negra y la otra blanca.
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Purplish
RomansaEl primer pensamiento que ocupó la mente de Bianca cuando despertó fue que moriría. Una certeza que iba más allá del conocimiento de que todo lo que nacía, algún día debía marchitarse. Los objetivos con los que escapó de su caótico hogar junto a su...