31 | Azul violeta canción de cuna

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—¡Pausa! —gritó Bianca—

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—¡Pausa! —gritó Bianca—. Eso que acaba de hacer la chica me dio una idea para una escena.

Alban obedeció y Jules siguió pintando el lienzo que tenía en frente.

Se habían reunido para hacer pijamada en su ático y habían organizado el espacio para situar el colchón en el suelo, pero el plan tenía una condición de Bianca: ver una película con la intención de obtener inspiración para el libro que estaban escribiendo, pues se sentía un poco bloqueada con un capítulo.

Jules dejó caer el pincel sobre la sábana que cubría el suelo cuando el color que utilizaba le recordó a una tela tornasol que guardaba en algún rincón de su habitación. Bianca le preguntó hacia dónde iba, pero correr escaleras abajo fue más importante.

En su habitación vació el armario, la cómoda e incluso el cajón del velador. La tela la encontró en una bolsa bajo su cama. Echó varias más dentro de esta junto a la última chaqueta azul que había comprado en una tienda de segunda mano, y se encaminó hacia el ático de nuevo.

—Alban, modificaré esta chaqueta para ti. —Dejó caer las telas sobre la mesa que habían empujado contra una de las paredes, extendió la prenda en el centro y buscó en el escritorio una caja con aplicaciones metálicas negras que había comprado pensando en él.

—Jules, ¿no puedes hacer eso después? —preguntó Bianca desde el colchón—. Tres cerebros piensan mejor que dos.

—Al mío se le escaparán las ideas si no las persigo —respondió observando la chaqueta. Con los dedos dio golpecitos en la mesa y evaluó de qué manera podía estilizar la prenda—. ¿Puntas metálicas en los hombros o en el cuello?

—Me viene bien en cualquier zona mientras Bianca pueda clavárselas en la cara.

Jules rio viendo cómo Bianca lo empujaba antes de retomar la película y pedirle a Alban que pusiera atención.

—Me ofende que estén en la etapa más intensa del romance de sus personajes y tú necesites inspiración de una película, como si no tuvieras suficiente de eso en tu vida —le dijo Alban.

—¿Quieres que escriba sobre lo que me haces sentir? —preguntó Bianca.

La vio escribir en su teléfono y leer en voz alta: «Narrar sobre cómo a la protagonista se le entrecorta la respiración cuando los ve. Las piernas se le debilitan, pero a la vez, siente que su fuerza se multiplica cuando ellos la envuelven con sus brazos. Titania podría volver al pasado de un millón de personas en menos de una hora y arrebatarles los arrepentimientos uno a uno. Podría espantar a la muerte y frenar el origen de las mayores catástrofes solo con el poder de aquello que alberga en su pecho y que Alban y Jules alimentan sin descanso».

Bianca esbozó una sonrisa amplia al mirar a Alban.

—¿Satisfecho, Harvey?

La observó en silencio y Jules abandonó la mesa al notar la intimidad que se había generado en el ambiente. Se sentó con ellos en el colchón, con el retumbar de sus latidos en los oídos que incrementaban su velocidad conforme más se exponía a sus aromas y al calor que desprendían.

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