33 | Azul verano

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Jules regresó de Noruega y no retomó el plan de su tienda de ropa; las telas que había acumulado en su nueva habitación de Maelstrom quedaron olvidadas en un rincón

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Jules regresó de Noruega y no retomó el plan de su tienda de ropa; las telas que había acumulado en su nueva habitación de Maelstrom quedaron olvidadas en un rincón. Se estaba comportando igual que sus padres cuando le dejaron en una casa con más habitaciones de las que una persona necesitaba y más recuerdos de los que alguien como elle podía soportar cuando la temperatura disminuía y la luz titilaba.

Dean examinó el espacio con la mirada apenas entró. Desde la distancia observó la ventana cerrada y el cuaderno abierto en el que Jules había intentado dibujar la noche anterior y se quedó con una hoja en blanco que decía todo lo que guardaba. Lo único diferente al espacio en el que había habitado en otros momentos como ese eran las pruebas de que alguien lo había estado acompañando: la ropa ordenada en el armario y la botella de agua y la torre de panqueques que Alban y Bianca le habían dejado en el velador por la mañana.

—¿De nuevo? —preguntó Dean posando la mirada en elle.

Asintió sentándose en la orilla de la cama. Se miró los pies; no recordaba haberse cambiado los calcetines, pero eran diferentes a los de rayas blancas y negras que se había puesto días atrás.

—Este año tu ciclaje ha ido mucho más rápido.

No se atrevió a mirarlo; sin importar si estaba arriba o abajo, siempre sentía que debía prepararse para una crítica de Dean. Este explicaba lo que le sucedía desde una perspectiva científica que a Jules no le interesaba. Le repetía sobre la importancia de la medicina que estaba cansade de probar por no encontrar la adecuada. Y le educaba y cuidaba con la firmeza de quien había tomado el rol de hermano mayor aunque no compartieran sangre, y aun así, Jules sentía que nunca podría alcanzarlo en aquel escalón tan alto en el que Dean estaba.

—La situación se te saldrá de las manos.

Alzó la mirada hacia él.

—Es mi relación, no una situación.

La mandíbula de Dean se tensó.

—Como sea, sabes que tengo razón y sigues dispuesto a perderte a ti mismo.

—Es «elle» hoy —lo corrigió pese a que no le importaba cuál de sus dos pronombres usaban mientras la gente variara entre ambos de vez en cuando.

—Lo siento.

—Me dijiste que aceptara y eso fue lo que hice —dijo Jules ante sus dichos anteriores.

—Te dije que lo hicieras a una cosa en particular, no a ilusionarte con una vida de ensueño, Jules —aclaró parándose en frente de elle—. Lo que hoy estás disfrutando, no te pertenece. No sabes lo mucho que me duele ser quien te lo diga, pero sé que me dolerá mucho más verte destruide y tener que juntar los pedazos que esto dejará de ti.

Deseaba ser capaz de decirle que no lo necesitaba, pero sería una gran mentira. Dean usaba métodos que no le resultaban totalmente cómodos y se comunicaba con una honestidad brutal, sin embargo, se quedaba mientras una persona tras otra se iba. Era la única pizca de equilibrio que tenía su vida antes de que Alban y Bianca entraran en ella como un conjunto. Y seguiría siéndolo cuando el tiempo le diera la razón.

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