Alban había querido celebrar su cumpleaños con pasajes en tren para el primer destino que vieran en la pantalla de la estación. Y ahí estaban, en un pueblo con apariencia fantasmal donde había más terrenos de agricultura que casas y locales de comercio. De alguna manera se las tendrían que arreglar para celebrar.
Hacía una hora que habían llegado al Hostal Roux. Ubicado a un par de calles de la avenida principal del centro, marcaba el fin de las edificaciones para dar paso con su jardín a terrenos de casonas más imponentes. Con su fachada color crema, tablas oscuras en el segundo piso y las hileras de flores en la entrada lucía como un hogar de fábula.
La habitación que habían alquilado no era el mejor lugar en el que se habían quedado, estaba decorada con un papel tapiz de patrón floreado en tono bordó, era fría y la ventana era demasiado pequeña. Pero tenía una cama matrimonial, y eso era lo único que necesitaban para pasar los dos días.
También, para celebrarle el cumpleaños a Alban.
Sonrió al encontrarse con la mirada de Jules a través del espejo. La abrazaba por la espalda y sus brazos eran la decoración perfecta para el atuendo que llevaba.
Se mantuvieron abrazados cuando la puerta se abrió y se giraron en su dirección. Siguieron haciéndolo cuando Alban, boquiabierto, cerró la puerta tras él siendo incapaz de apartar la mirada de Bianca. Desde su rostro bajó hasta sus pechos abrazados por el bustier que Jules le había hecho para esa ocasión, descendió por su abdomen, el portaligas de cuerina y las bragas de encaje. Tragó cuando vio las ligas aferradas a sus muslos y unidas a las medias negras que cubrían el resto de sus piernas.
No tuvo tiempo de burlarse de su ausencia de palabras: Alban avanzó hasta ellos, llevó las manos al cuello de Bianca y reclamó sus labios con un hambre desmedida. Avanzó hasta presionar a Jules contra la cómoda que había a su espalda y a ella contra el cuerpo de este, que le acariciaba el abdomen y repartía suaves besos por su hombro. La hicieron jadear y aferrar las manos a la toalla que envolvía las caderas de Alban para acercarlo más a ella y aplastarse entre los dos.
Deslizó las manos por el pecho de Alban, por su espalda, sus brazos, robándole gemidos que rompían el beso una y otra vez solo para que en segundos lo retomaran con más ansias. Se estremeció cuando él enganchó los dedos en el corazón metálico de las ligas y la presionó contra sus caderas. Alban le apretó los muslos, gruñó en su boca e hizo lo mismo con sus glúteos y sus pechos. Bianca tenía otros planes, pero en ese momento no deseó nada más que ser moldeada por sus manos.
Dejó de tocarla y soltó sus labios en busca de Jules. Sonrió y se inclinó sobre su hombro para besarlo, presionándose contra ella en un intento de tomar todo lo que pudiera de él. Verlos besándose siempre era una imagen maravillosa; presenciar la facilidad con la que encajaban sus labios, la lenta danza de sus lenguas, la sonrisa de Jules al alejarse por unos segundos solo para verlo desear más y ser incapaz de negárselo.
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Purplish
RomanceEl primer pensamiento que ocupó la mente de Bianca cuando despertó fue que moriría. Una certeza que iba más allá del conocimiento de que todo lo que nacía, algún día debía marchitarse. Los objetivos con los que escapó de su caótico hogar junto a su...