38 | Cian vorágine

105 19 76
                                    

Desconocía cuánto tiempo llevaba sin ser consciente de su entorno, pero cuando su vista volvió a enfocarse, tenía el cuerpo entumecido y los labios de Alban y Jules se movían frente a ella, sin embargo, el pitido en los oídos superaba al sonido de...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Desconocía cuánto tiempo llevaba sin ser consciente de su entorno, pero cuando su vista volvió a enfocarse, tenía el cuerpo entumecido y los labios de Alban y Jules se movían frente a ella, sin embargo, el pitido en los oídos superaba al sonido de sus voces.

—Hay algo mal conmigo. —Las palabras salieron como si alguien estuviera ejerciendo fuerza en su garganta. Cerró los ojos y se llevó las manos a la cabeza—. No se detiene. No dejo de verlos. No sé quiénes son. —Se cubrió la boca cuando se le escapó un sollozo—. Hay algo mal con ustedes también.

Alban posó las manos en sus hombros y le pidió que se sentara, pero ella se alejó de golpe. Le dijo que iría a prepararle una infusión, y Bianca le agarró la muñeca antes de que pudiera marcharse. Lo soltó solo cuando él se detuvo y se giró en su dirección.

—¿Por qué conocías a Jules? —preguntó. Él frunció el ceño y miró a Jules para después fijar la mirada en ella—. ¿Cómo es que ambos aceptaron con facilidad tener una relación tan poco convencional?

Se inclinó hacia ella como si Bianca fuera una peligrosa criatura que se lanzaría a arañarle la cara en cualquier momento.

—Te conté cómo lo conocí —respondió Alban arrastrando las palabras como si no estuviera seguro de la información que le daba—. Y también te dije que para mí no eran un problema los sentimientos que tenían por el otro, porque me importaba que fueras feliz. En esa época no... En ninguna circunstancia debería limitarte, pero en este caso me parecía mucho más injusto intentarlo si tenía planes de irme. ¿Qué ocurre? ¿Por qué lo preguntas? —Intentó acercarse una vez más, pero Bianca negó con la cabeza mientras retrocedía hasta chocar con la pared a un lado de la cama.

—Algo está mal. —Negó con movimientos frenéticos de su cabeza. Se clavó las uñas en las palmas de las manos y turnó la mirada entre los dos—. Necesito llamar a Ian —dijo apresurándose hacia el velador.

—Bianca, no —dijo Jules. Ella frenó los pasos sin atreverse a mirarlo—. Esta parte me corresponde a mí, soy yo quien debe darte las respuestas.

Se giró hacia él entre lágrimas. De nada servía analizarlos con la mirada, quienes estaban frente a ella eran las mismas personas que la habían acompañado día a día desde hacía meses. Seguía sin existir una pista que le permitiera reconocer la realidad, sin embargo, sentía que la forma en la que estaba reaccionando su cuerpo tenía una razón; este no podía estar mintiéndole acerca del susurro que oía entre todo el ruido de su mente. Pero Bianca se negaba a acomodar en su lugar la pieza del rompecabezas que esperaba a ser tomada por ella.

—Pregúntame —dijo Jules con la voz entrecortada.

Negó con la cabeza y se presionó los labios temblorosos con el dorso de una mano. Pronunció en voz baja el nombre de su hermano, pero Jules se adelantó antes de que pudiera insistir en llamarlo.

—Ian me mandará al infierno si no soy yo quien acaba con esto. Pregúntame, por favor.

—¿Alguien quiere explicarme qué está pasando? —inquirió Alban.

PurplishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora