43 | Azul verdoso bául

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En un mes, cuatro creencias de Jules cayeron por la borda

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En un mes, cuatro creencias de Jules cayeron por la borda.

No estaba tan mal como creía; había personas peores que él y eso le hacía sentirse agradecido de su propia situación.

Estaba peor de lo que creía; aquel pensamiento ocupaba su mente después de cada terapia.

Estaba más solo de lo que creía; los únicos que lo visitaban eran Alban, Dean y los padres de este, quienes pagaban su internación en el Centro. Ian había desaparecido de su vida apenas le dio lo que necesitaba. Camille, quien había sido su amiga de la infancia, había dicho que no se sentía lo suficientemente fuerte para verlo allí y no quería que su reacción lo hiciera sentir peor, por lo que solo lo acompañaba a través de llamadas. Mientras que sus padres brillaban por su ausencia igual como lo habían hecho durante los últimos años.

La cuarta creencia le esparcía calidez por el pecho como la chimenea de su casa le abrigaba el cuerpo hacía varios inviernos atrás: Alban reía mucho más hermoso de lo que había pensado en meses.

El abdomen le dolía de tantas carcajadas que llevaba robándole desde su llegada, como si ese día se hubiera levantado con el único propósito de hacerle reír.

Lo primero que había hecho al pisar el Centro, según le contó, fue coquetearle a la señora que conoció en la recepción cuando supo que era la encargada del comedor. Su carisma logró que le prometiera doble ración de manzana cocida con canela para Jules en los almuerzos.

Ahora jugaban a los espías en el jardín, escondiéndose entre los árboles mientras simulaban tener un micrófono por el que se pasaban mensajes sobre los internos y trabajadores que divisaban. La misión era encontrar un lugar vacío en el que pudieran dar rienda a la necesidad por el otro luego de haberse extrañado.

—Entre los pinos de allí, compañero —dijo Jules en un susurro lo suficientemente alto para ser escuchado por Alban, que se encontraba escondido en el árbol de al lado.

Abandonó su posición de espía y, con las manos en los bolsillos del pantalón, fue el primero en avanzar hasta la zona escogida.

—No es muy profesional de tu parte besuquearte con tu compañero —dijo Alban en su oído, sosteniéndolo por la cintura desde atrás. Dejó un beso en su cuello y lo giró para empujarlo con el cuerpo hasta uno de los árboles como si este fuera una pared firme. Rieron al sostenerse de las ramas y frenar una caída.

—Tal vez debería renunciar —respondió Jules sobre sus labios y le abrazó el cuello para acercarlo a él y tomarlos con urgencia.

Aunque el tratamiento para desintoxicarse no estaba siendo tan complejo como había esperado, temía lo que ocurriría cuando llegara el turno de volver a tomar estabilizadores del ánimo. Lo más duro estaba siendo ver a Dean y Alban a través de visitas agendadas que sucedían con una frecuencia decepcionante debido a las reglas del Centro. Pero por las noches, a menudo se preguntaba si acaso podría seguir disfrutando de ellas una vez que los nuevos fármacos hicieran de las suyas en su organismo. Intentar con uno nuevo siempre era un viaje a ciegas.

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