Epílogo | Blanco papel

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3 años después

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3 años después

El espacio estaba atestado de azul.

Entre la oscuridad, el mar se proyectaba en las paredes con distintas tonalidades, formas y mensajes que variaban de destinatario, pero todos tenían algo en común: la vida.

Bianca y Jules habían dedicado más de un año en planificar la exposición inmersiva y crear cada pieza artística. Por fin el fruto estaba ahí, envolviéndolos con la frescura y la profundidad de aquello que tenía diferentes significados para cada uno pero que acababa desembocando en el mismo destino: el amor. Por el océano, por quienes habían entrado y se habían ido, por quienes se habían quedado, por los miedos y las fortalezas que los habían convertido en lo que eran ahora, y por lo que llevaban construyendo juntos desde que se habían conocido.

El corazón de Bianca latía con fuerza al ver a las personas detenerse y escuchar las palabras que los altavoces emitían en la suave voz de alguno de los dos. El goce ajeno provocado por lo propio era una sensación a la que todavía no se acostumbraba, pese a que por las librerías del mundo ya había libros suyos.

La piel se le erizó al vislumbrar a alguien secándose una lágrima en el rincón de las medusas, esas que cambiaban de forma, tamaño y color, pero que siempre eran tres y una de ellas no fallaba en marcharse con lentitud hasta desaparecer de la escena.

Ese día, el de la inauguración, era la voz de Jules la que salía por los auriculares que ofrecía aquel muro. Al siguiente sería la de Bianca, y así acabarían por decir todo lo que había quedado dentro, lo bueno y lo malo. O al menos, lo intentarían.

En un vestido de satín negro con el delicado encaje bordeando el escote, Jules caminó hacia ella con una sonrisa cargada de satisfacción. Un antifaz de brillo dorado le cubría la zona de los ojos y resplandecía ante la mínima luz que le acariciaba el rostro; su forma imitaba a un girasol de mar ovalado.

—Eres dolorosamente hermoso —dijo Bianca cuando Jules se plantó frente a ella y deslizó los dedos por los finos tirantes de su corsé negro.

Él ensanchó su sonrisa y le acunó el rostro entre las manos para besarla.

—Tú eres magnífica, Bi —respondió alejándose lo necesario para contemplarla desde los tacones negros, ascender por el pantalón de tela que le abrazaba las piernas con la soltura precisa hasta llegar al corsé que le había hecho él. La prenda le cubría los pechos con valvas de molusco hechas de terciopelo y exponía el resto de su torso a través de una fina tela de transparencia negra—. Mi musa.

Bianca sonrió y le abrazó el cuello. Apoyó la mejilla en la suya, le regaló un beso en ella y susurró en su oído:

—Mi amor.

Si acaso era posible que Jules se relajara aún más contra su cuerpo, sucedió: Bianca sintió que se derretía entre sus brazos de la misma manera en que ella lo hacía ante su reacción tan rápida.

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⏰ Última actualización: Apr 26 ⏰

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