Secreto

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Los rayos del sol se colaban por la ventana de la habitación; una abandonada y olvidada habitación que albergaba una traición.

La mayor aberración que se suscitó entre un hechicero de alto rango y un usuario maldito de grado especial. Un ángel y un demonio que cruzaron la línea del más allá.

Lujuria infernal que los condenó a vivir en el anonimato hasta la eternidad. Enredados en un viejo colchón que calló interminables gritos de pasión.

Gritos de amor...

—Maldita sea, Gojō; voy a... ¡Ay! —gimió cuando los dientes de su amante se enterraron en su glande—. Sigue, ¡sigue así!

Gojō únicamente sonrió; formando una pequeña línea en la comisura de sus labios sin dejar de efectuar su acción. Él con mayor rudeza apretó la base del falo, mientras sus ojos se clavaron en la expresión del hombre al que le hacía el amor.

El rostro de Getō le confirmó que lo que hacía su boca le encantó; pues sus ojos cerrados, sus mejillas ruborizadas y su sudor, eran la prueba fehaciente de que el placer lo corrompió. Obligándolo a escupir una maldición. Recital de gemidos que solo aumentó el calor.

Intensificando la pasión...

Suguru cogió del cabello a Satoru para hundirle el rostro en su miembro; enredando los dedos en su sedoso cabello para guiarlo de arriba abajo sobre su hinchado glande. La presión que ejerció Gojō con la boca en su piel y el roce sutil de los dientes sobre sus venas, rebasó los límites del control que lo hicieron perder la razón. Expulsando lo que había en su interior.

Getō se corrió dentro de la boca que se bebió hasta la última gota de su ser. Chupando la punta para no perder ni un milímetro de la esencia que sabía a miel. Esencia que lo hizo caer en su maldición.

Satoru se levantó del suelo, arrastrándose muy despacio por su cuerpo hasta quedar frente a él. Rozando con sus manos la caliente piel que se iba a comer, pues lo que le dio solo era un tentempié de lo que estaba por suceder.

Solo era la antesala de la lujuria que iba a acontecer.

—Sabes delicioso —musitó, lamiéndose los labios que estaban a escasos centímetros de la boca de su amante—. Mmm... eres dulce; demasiado dulce, pero me encantas. Tu sabor me fascina.

—Creí que la miel te empalagaba —espetó, acentuando la mirada para no perder ni un solo detalle de su expresión. Los ojos azules de Satoru se dilataban y sus labios brillaban. Aquellos carnosos labios que necesitaba—. O ya no, Gojō.

—¿Quieres que te enseñe por qué no me empalaga? —inquirió, mientras se embriagaba con el cálido aliento del hombre que tenía sometido bajo su cuerpo—. ¿Quieres que te lo muestre, Getō?

—Por favor... —susurró, suplicando con sus labios que lo besara de una vez—. Por favor, quiero que... ¡Ah!

Suguru gimió con fuerza cuando Gojō lo mordió. El muy desgraciado le atrapó el labio inferior antes de meter la lengua en su interior. Arrancándole un jadeo que solo alteró el poco raciocinio del portador de los seis ojos. Él con desesperación lo besó, devorando la calidez con la que lo recibió, mientras su mano recorría su anatomía, hasta llegar al punto exacto de su excitación.

La parte de su cuerpo que lo poseyó.

—Te deseo, ¡maldita sea, cuánto te deseo! —confesó, separándose de los hinchados labios que profanó. Sintiéndose satisfecho por la pequeña marca que le dejó en el labio inferior—. Debo tomarte de una vez o yo voy a-

Secreto [SatoSugu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora