𝐈𝐍 𝐌𝐘 𝐃𝐑𝐄𝐀𝐌𝐒

"En mis sueños, tú me amas como yo te amo a ti".
Red Velvet

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Max como todas las mañanas llegaba de mal humor al colegio, esto se debía a que justo cuando estaba a punto de darle un beso a su crush en sus sueños, la alarma sonaba.

El salón estaba vacío, la mayoría de sus compañeros andaban en la cafetería desayunando, hablando sobre cosas que no le interesaban o maquillándose en el baño. Justo cuando llegó a su puesto se dio cuenta que había una cajita de regalo y frente a esta una pequeña carta. Max se hubiese emocionado e incluso apresurado a abrir el obsequio, si no fuera por el pequeño detalle de que el remitente era nada más y nada menos que Emily.

La chica era una más de sus muchas admiradoras de ese colegio así es que no le tomaba importancia, la única persona que le interesaba ni siquiera lo volteaba a ver. Diría que ni siquiera sabe de su existencia pero estaría exagerando ya que ellos estaban en la misma clase.

El colegio estaba atestado de extranjeros, por lo tanto se dividían por nacionalidades al momento de hacer amistad, con la excepción de los hispanohablantes; no importaba si era mexicano, argentino, salvadoreño, español, etc., ellos se reunían y hablaban hasta por los codos. Es bien sabido que ellos hacen amistad fácilmente, a diferencia de los demás europeos y asiáticos.

Habían muchas chicas hermosas y su amigo el monegasco lo había molestado diciéndole que él debía de terminar en una relación con una de su país, porque nadie superaba la belleza de las mujeres de Mónaco, a lo que Max solo rodaba los ojos y suspiraba tratando de mantener la calma. Él ya estaba enamorado y no, no era de alguna europea o asiática, era un mexicano.

Sergio Michel Pérez Mendoza.

Hasta su nombre era tan bonito como su rostro lleno de pecas.

Cuando él se presentó frente a todos hace dos años atrás, Max había jurado que era amor a primera vista... Al menos por su parte.

La risa de los chicos que iban pasando por el pasillo lo distrajo y su corazón empezó a bombear más rápido de lo normal, el grupito de amigos era el de Sergio, el cual iba liderando mientras que los demás solo bromeaban y se reían de lo que el pecoso había dicho.

Max se enderezó en su asiento y por un momento pensó que iban a entrar, pero su decepción fue tan grande cuando estos pasaron de paso y su expresión decayó.

Nadie lo había notado, nadie excepto George.

Aún faltaba media hora para que la clase de álgebra diera inicio, por lo que se acomodó para dormir un poco y así retomar el sueño donde lo había dejado. Já, como si eso fuera tan fácil.

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El maestro Wolff explicaba con entusiasmo y de vez en cuando regañaba a Russell y Lewis, amenazando con separarlos si seguían con sus jueguitos.