Sensaciones

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Transcurrió una semana desde el encuentro interrumpido con Ethan y yo prácticamente estaba sin hablarle, era entre una guerra de orgullos y enojo. Aunque lo mío fue y es dolor. Estamos distanciados, cada cual está en su mundo, si él trabaja en el mismo lugar que yo, me dedico a abrir un libro y hacer de cuenta que leo.

No había noche que no llorara por cómo me estaba sintiendo, ni bien me recostaba en la cama con él y se dormía, me levantaba y volvía a mi lugar secreto donde hace unas noches me tome una botella de vino ahogando mis penas en el jardín, que caminando descalza descubrí un lugarcito solo mío por lo menos por el momento, en el que había una hamaca y mecía no solamente a mi cuerpo sino también mi mente y mis dilemas.

En el día de hoy a media tarde con una fresca limonada en mano, mientras Ethan estaba en su trabajo y Adela en una reunión con amigas en el living de la casa, decidí volver a mi lugarcito secreto, salí simple con mi conjunto de seda aun de la cama y de estar por casa. Y me sorprendió encontrar a Lydia, una de las tantas empleadas de la casa ahí, alimentando a un bello conejito color marroncito, y aparentemente muy amigable. Al igual que yo, Lydia se sorprendió de mi llegada, se ve que no era solo mi lugar de escondite de esta casa tan grande y fría, porque si bien estábamos afuera, ese rincón era más cálido que toda la casa entera y me alegraba no ser la única que sentía esa sensación.

-Lydia, que lindo encontrarte aquí.- le dije honesta.

-Perdóneme, no sabía que usted también conocía este lugar, ya me retiro. Lo que si por favor cuide de bolita.- dijo señalando al conejo.- lo rescate de las manos de mi abuela porque iba a parar a la cocina y a pedido de mi hija, termino en mis manos rescatándolo.- fruncí el ceño porque no sabía ni porque se estaba despidiendo de mí, ni porque me pedía disculpas.

-Te pido te quedes aquí conmigo, con el conejito y me cuentes la historia de cómo sacaste a ese conejito hermoso y lo trajiste acá sin que nadie sepa ni se diera cuenta. Porque si lo ven aquí no creo que tenga un final diferente al que iba a tener en tu casa.- dije entre risas, donde Lydia se unió tímidamente.

-Señorita, no la quiero incomodar con mi presencia, como suele suceder con la señora Adela.- a lo que genuinamente casi me atraganto con mi limonada al escuchar lo que dijo.

-Por favor Lydia, no me compares con Adela, no me parezco en nada en ella, para mi todos son mis pares y nadie es inferior a mí para hacer sentir menos a alguien y menos a los que trabajan conmigo ayudando a tener mi casa más limpia, me sirven un plato de comida, me dan compañía, etc. Adela es simplemente alguien desagradable y no me da vergüenza decirlo aunque sea mi suegra.- dije impune mientras tomaba otro trago a mi bebida y pude ver los ojos de sorpresa de Lydia se volvieron increíblemente grandes de sorpresa.

-Gracias.-dijo sonrojada

-¿Quieres tomar limonada o algo más fuerte como una margarita, soy muy buena haciéndolas?.-le dije ya entrando en quizá un poco de confianza de más.

-Señorita son las 18hs de la tarde, ¿tomar alcohol?.-dijo sorprendida y riéndose al mismo tiempo.

-Pero, ¿tú quieres algo más fuerte que la limonada, alcohol, o agregarle algo tenue a la limonada para que parezca que tomas lo que yo tomo?.- dije de manera seria mirándola para que sepa que no estaba bromeando con mi propuesta.

-Con un vaso de limonada con menta está bien.- dijo aun tímida.

En la mesa de vidrio pequeña que había entre nosotras, estaba la jarra de la limonada que hice hace un rato, pero me di cuenta que no había otro vaso a lo que maldije por lo bajo.

-Espérame aquí que falta un vaso para poder servirte.- le dije mientras me dirigía hacia el lugar de la cocina trasera, iba pensando en el conejo y realmente como hizo para traerlo hacia este lugar.

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