Capítulo cuatro

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Pasé la noche en la que estaba con Jason pensando en Ian. Era imposible que lo hubiera imaginado. Era tan real. ¡Es imposible! Jason hacía todo lo posible por captar mi atención, pero mi mente no estaba con él en ese momento. Estaba en ese bosque, repitiendo una y mil veces esa imagen. Viendo una y mil veces a Ian Hale mirándome con su típico odio en la mirada. Me torturé toda la noche con eso hasta que logré dormirme.

Al día siguiente, le mandé un mensaje a Jason disculpándome por mi comportamiento de anoche. Yo no solía ser así, pero esa imagen de Ian me descolocó. Lo único que me quedaba era preguntarle si era él y no otro... ¿Cómo podría preguntarle eso? ¡Eres idiota, Emily! Nunca hablé con él y de la nada voy a preguntarle eso, ¿en qué cabeza cabe? Creo que me quedaré con la duda para siempre...

Hundida en mis pensamientos, choqué con alguien y tiré todos mis libros al suelo. Siempre solía hacerlo, mejor dicho, solían hacérmelo. 

- Perdón – me dijo ayudándome a levantarlos. Era él, que voz tan suave tenía, unos ojos casi anaranjados únicos en el mundo –. Soy Ian Hale, tú eres Emily Swan ¿verdad?

- Sí, aquí todo el mundo parece conocerme pero yo no a ellos – dije irónica, me había hablado por primera vez. Mis piernas temblaban, tenía miedo de caerme y ser el hazme reír de toda la escuela. 

- Lo sé. Me pasó cuando llegué, pero ya va a pasar, la gente irá olvidándose de ti – me dijo sonriéndome. No era la persona que me describieron ni la que yo pensaba que era. No tenía ese odio en sus ojos –. Gusto en conocerte – dijo yéndose.

- Aléjate de él – dijo Jason acercándose a mí y jalándome de un brazo para que caminara.

- ¿Por qué? Parece un chico bueno – dije mirando cómo se alejaba entre la multitud. En ese momento me miró y sonrió, es ilógico decir que estaba escuchando nuestra conversación a lo lejos.

- No es lo que parece, Emily. Aléjate de él – me dijo demasiado serio. Fingí que le haría caso, que me alejaría de él. Sabía que me iba a creer, como la mayoría de las personas cuando les mentía.

Recordé cada palabra de esa corta conversación durante casi toda la mañana hasta que él entró al laboratorio (aula de Biología, Química y Física); como yo me sentaba sola, el de mi compañero era el único asiento libre por lo que él se sentó a mi lado. Jason le ofreció su lugar para que no esté cerca de mí pero no aceptó y eso lo enfureció. 

- Hola de nuevo – me dijo sonriendo.

- Hola – dije despacio. Sus ojos habían cambiado de color, ahora eran verdes casi marrones. 

- Mis ojos cambian de color con el tiempo, es raro, lo sé – dijo antes de que le pregunte.

- Parece que me lees la mente – dije sonriendo estúpidamente. 

- Lo intenté, pero no puedo – me dijo y se me heló el cuerpo. Intenté disimularlo y él rió. Parecía incómodo.

No le pude preguntar si era él el que me miraba en el bosque anoche. Tenía tantas ganas de hacerlo y sacarme esa duda de la cabeza, esa que no me dejaba dormir. 

- Lamento haberte asustado el otro día en el bosque – me dijo antes de que saliéramos de nuestra última clase. Me quedé asombrada por eso. ¡Era él, no lo había imaginado! – Suelo pasar mucho tiempo allí. Es como mi refugio, mi casa está cerca. Vivo en las afueras de Rosewood.

- No me asustaste – mentí. 

- Por la cara que has puesto parecía que sí – no sabía qué decirle –. Perdón, no era la intención.

- No me pidas perdón – le regalé una sonrisa y me fui.

Él no era la persona que todos describían. Era una bueno en el fondo, lo decía en su mirada. Esa que cambiaba de color y de intensidad cada día.

La oveja y el leónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora