CAPÍTULO 7

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— Hoy no llegaré temprano, así que no me esperes, puedes comer solo.

Era mi mamá avisándome antes de irse al trabajo que no volvería a tiempo a casa, tenía que pasar al hospital para ver a mi hermana. Hace dos días los médicos dijeron que en la noche intentó despertar, no lo hizo, sin embargo, ellos dicen que es un gran avance, ya que lleva más de un mes en coma.
Yo solo asentí con la cabeza y seguí tomando de mi jugo de manzana, que por cierto era bastante malo, ni yo sé porque lo estaba bebiendo, creo que olvidé mencionar que suelo hacer cosas que me disgustan, la manzana no era mi fruta favorita, y en jugo menos. En fin, mi mamá se despidió y me dejó ahí solo.
Era sábado, no tenía nada que hacer, estaba demasiado aburrido, quería ir al hospital pero mi mamá dijo que no.
<<Esto es estresante>>
Tomé mi celular, y me puse a buscar algo, ahí vi el contacto de Rei, le marqué, tuve mala suerte, ella no respondió a mi llamada.

— ¿Por qué no tengo amigos? — me quejé en voz baja.

Mi teléfono comenzó a sonar, ¿Quién me llama? Pensé que se trataba de Rei, no era así. Era todo lo contrario a lo que imaginé.
Decidí no contestar y puse mi celular en silencio, no quería hablar con él, no ahora.
Yo todavía seguía en pijama, una playera demasiado larga y un short, pero parecía no tener nada en la parte inferior.
Caminé de manera floja hasta el sofá de la sala y me senté en el, me quedé viendo un rato sin ninguna dirección en especial y posteriormente me dejé caer por completo en el sofá.
Disfrutaba mucho estar acostado, era feliz, sin embargo, esa felicidad se desplomó cuando alguien tocó mi puerta.
<<¿Quién carajos viene a mi casa un sábado a esta hora?>>
Tomé las pocas fuerzas que tenía y me levanté, di un bostezo y cuando abrí la puerta lo vi ahí parado con esa ropa tan característica de él.
¿Por qué estaba aquí?

Yo me sorprendí, no estaba listo para verlo aquí. El solo me esbozó un gesto, evidentemente se estaba burlando de mí pero no lo quería demostrar.

— Rhodes, ¿Por qué sigues en pijama? — dijo con una sonrisa burlona mostrando sus dientes perfectos y con los segundos sus ojos se iban cerrando cada vez más, casi a nada de que esa pequeña sonrisa convirtiera en una carcajada.

— ¿Rhodes? — levanté una ceja. Él nunca me había llamado por mi apellido durante todo este tiempo que nos conocemos.

— Ese es tu apellido ¿No puedo llamarte de esa manera?

— Si, solamente es algo raro.

— Raro es seguir en pijama a estas horas del día.

— ¿Por qué estás aquí? — dije con un tono gruñón. Él solo se quedó en silencio — No me vas a responder — insistí.

— Bueno — llevó ambas manos a sus bolsillos y se encogió de hombros — yo tampoco sé porque estoy aquí parado — una sonrisa nerviosa salió.

— ¿Quieres pasar? — pregunté abriendo un poco más la puerta. Max no lo dudó y entró. Yo cerré la puerta y me di la vuelta para verlo. — si quieres puedes quitarte la chaqueta u dejarla ahí — lo hizo y lo dejó en el perchero que mi mamá había comprado con anterioridad.

Le ofrecí un poco de jugo, el rubio respondió que prefería agua, hice un gesto poco amigable y le dije que solo estaba caliente, él me miró y me dijo que entonces si prefería el jugo, yo fruncí el ceño, en verdad me estaba molestando intencionalmente, al final le di el jugo que al principio me había rechazado.
Si de algo estaba seguro era en que me iba a dejar loco y con muchas canas verdes por todo lo que hacía o me decía. Sin embargo, si se trataba de él no tenía ningún problema.

Ambos estábamos acostados en la cama de mi habitación, ninguno de los dos había dicho ninguna palabra durante los últimos minutos.
Tenía que hacerlo.

EL CHICO DE LA CLASE 53Donde viven las historias. Descúbrelo ahora