dragones crueles y justos

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A pesar de los lujosos tapices que adornaban las ventanas y los muebles elegantes que llenaban la habitación, el ambiente parecía opresivo, denso y asfixiante, esperando ser cortado por el filo de una espada. El olor a sal marina se colaba por las lujosas telas de las ventanas y el ruido incesante del mar golpeando contra las costas de la playa se filtraba por los rincones de la habitación. 

Monterys Velaryon era un hombre impresionantemente opuesto, con rasgos valyrios que lo distinguían. Tenía la piel de un intenso tono chocolate, las largas rastas platinadas características de la casa Velaryon y unos brillantes ojos violetas que parecían centellear en la penumbra. 

Pero por desgracia, era un tercer hijo de un segundo hijo, sin gloria ni herencia de la que heredar.

Incluso con eso, no había dama que se resistiera a su encanto.

Excepto por ella.

Su esposa, Lucaera Velaryon, la única mujer que posee su corazón.

Aquella mujer etérea de besada por la noche, quién le había robado el corazón después de que la conoció de ser una dulce princesita de seis años.

Y sintiéndose triunfante cuando su tío el señor de las mareas: Corlys, su padre Vaemond y la princesa heredera Rhaenyra, habían pactado un compromiso para unirlos en matrimonio.

Fue el día más importante, finalmente tendría lo que se merece.

Pero Lucaera era inmune a los encantos de Monterys. Sin embargo, Monterys no se rendía fácilmente. Cada gesto, cada palabra, cada detalle que ofrecía a Lucaera era un intento desesperado por derribar sus defensas, por encontrar una grieta en su armadura de indiferencia. Pero por más que intentara, siempre pareció golpear contra un muro infranqueable, una barrera que separaba sus mundos y ella siempre le dejaba claro que nunca podría amarlo. Le recordaba que su matrimonio era un acuerdo político y que su corazón jamás sería de su pertenencia.

Monterys no entendía el porqué las diferencias, dado que aquel príncipe tuerto y él mismo eran iguales, aunque tal vez excepto por la gran bestia que tenía en su poder.

Ese estúpido príncipe verde poseía el corazón de Lucaera, tenía su amor y devoción entre sus brazos.

Y unos enfermizos y violetas celos se apoderaban de él cuando en sus visitas a la fortaleza roja ambos príncipes tenían que coincidir y como ellos se miraban de una manera que él quisiera que fuera dirigido a él.

Para Lucaera, la idea de enmendar los errores de su madre no era más que una carga injusta impuesta por las circunstancias. Se sintió como una víctima más de las maquinaciones políticas, arrastrada a un matrimonio que nunca había deseado en un intento por apaciguar a los Velaryon y Vaemond. Era por eso que aunque no era un mal hombre y solía complacerla de distintas formas, —menos físicas, mucho había bastado la humillante encamacion publica impuesta por la gentil reina verde—, la única forma de expresar su descontento era mostrando indiferencia y frialdad hacia Monterys. . .

Después de todo, la princesa heredera Rhaenyra Targaryen la había tratado como una mercancía, vendiéndola como si fuera una yegua de cría. Lucaera guardaba un profundo resentimiento hacia su madre por ello, junto con otros agravios que habían marcado su relación.

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⏰ Última actualización: Apr 28 ⏰

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BURN TO DIE | Lucemond OsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora