Paco Gómez Nadal
Los muertos no hablanEdición
Bojayá, una década
(2002-2012)
Una edición de:Diócesis de QuibdóFundación Universitaria Claretiana (FUCLA)Human Rights Everywhere (HREV)Licencia Creative CommonsReconocimiento-No Comercial-Sin derivados 3.0InternacionalTe invitamos a distribuir y comunicar públicamente estaobraReconocimiento- Debe reconocer los créditos deLos muertos no hablan, edición Bojayá, una décadaa Paco Gómez Nadal.No comercial- No puede utilizar esta obra para finescomercialesSin obras derivadas - No se puede alterar,transformar o generar una obra derivada a partir de estaobra.Primera edición de Otramérica(corregida, ampliada y actualizada)Abril 2012TítuloLos muertos no hablan, Edición Bojayá, una década(2002-2012)Diseño de cubierta:David Ceto (Guatemala)Mapa:Fidel Mingorance / Geographiando.hrev.org (HREV)Edición y maquetaciónOtraméricaCalle Bario La Torre, 60-Bajo D / 39012 Santander (España)info@otramerica.comISBN:Impreso en Colombia (2012):Editorial Nuevo Milenio (Medellín)
A las y los resistentes del Chocó,
a pesar del tiempo,
a pesar del cansancio,
a pesar de los silencios,
a pesar de los enemigos de la vida.
Contenido
Presentación / Jesús Flórez López 9
Prólogo a la edición de 2002 21«¿Cómo nos hemos podido acostumbrara esto?» 25
Los testigos del pueblo fantasma 47
Bojayá: del terror al silencio 65
«¿Es que somos invisibles?» 75
«A Dios le toca esperar» 85
«Esto no tiene fin» 97
La vida, o la cuerda floja del sinsentido 111
Resistir en la esquina más ricade América 127
Estrellas aferradas a la selva 143
Epílogo 155
La pobreza de la pazCronología parcial e inconclusadel Medio Atrato 163
Los muertos no hablan9
PresentaciónJesús Alfonso Flórez López
Como si fuera en este mismo instante, mi memoriaevoca el momento en que escuché por primera vez lo queestaba pasando en Bellavista-Bojayá.
Sí, me acuerdo queel 2 de mayo de 2002, me encontraba, hacia las tres de latarde, en una de las acostumbradas sesiones de reflexióncon los indígenas en el tambo de la OREWA, en Quibdó.De repente me interrumpió una llamada avisándomeque algo grave estaba pasando en Bojayá, pero no setenían certezas. De inmediato, me dirigí al Conventodonde ya estaba reunido el equipo de la Comisión Vida,Justicia y Paz de la Diócesis de Quibdó. Todos estábamospreocupados porque no había información exacta. Para laépoca no había señal de celular en el Medio Atrato, sólohabía una estación de telefonía rural de servicio público,así que se debía recurrir a la muy escasa telefonía satelital.Así fue. Se le había dejado un teléfono satelital a unmisionero para que avisara de cualquier emergencia,dado que, desde el 21 de abril de ese mismo año losparamilitares se habían tomado las cabeceras municipalesde Vigía del Fuerte y Bellavista y el ambiente estaba tensoa la espera de que en cualquier momento se produjeraun enfrentamiento con la guerrilla de las FuerzasArmadas Revolucionarias de Colombia (FARC). A travésde él supimos que la eventualidad se había tornadorealidad, pero todo era confuso pues la comunicaciónla recibimos desde el otro lado del río Atrato, es decir,desde Vigía del Fuerte, lugar a donde estaban llegandoen botes los rostros aterrorizados de quienes empezabana desplazarse desde el poblado de Bellavista pidiendoayuda. Mi memoria se fracciona, se vuelve a encadenar, Los muertos no hablan10va y viene para traer a mi mente aquella escena dantescaque observamos los integrantes de la primera comisiónhumanitaria que pudimos salir de Quibdó hacia el sitiode los hechos, dos días después del combate del 2 demayo... llegamos en medio de combates que seguíanen los alrededores de Bellavista, vimos esa capilladestrozada y los pedazos de carne humana revestidos desangre y sin figura posible, todo un "amasijo" de pedazosde ladrillos, madera y seres humanos destrozados, enese altar donde cayó la bomba, a través de una pipetade gas... esa que impactó porque el deseo de las FARCpor salir victoriosa en el combate no se detuvo por uninstante a escuchar a quienes desde el barrio PuebloNuevo. Los vecinos les suplicaban que no lanzara esaspipetas, con objetivo impreciso e incontrolable, puespodrían caer en el templo católico y no a unos metrosmás allá, donde estaban los paramilitares, quienesse resguardaban justo tras la iglesia, la cual la habíantomado como escudo a sabiendas de estar repleta de lagente del pueblo que se había refugiado allí en medio delos combates que habían empezado desde la noche del1 de mayo. El resultado de la explosión fue inicialmentede 119 víctimas mortales, pero que hoy se constata quefueron 79 plenamente identificadas, entre las cuales almenos la mitad eran menores de 18 años de edad.Esa memoria es la que se quiere detener a conmemoraren estos primeros diez años de aquel "Crimen deguerra", como lo calificó Naciones Unidas1, que mostró1 Calificado así por la Oficina en Colombia del Alto Comisionadode Naciones Unidas para los Derechos Humanos, en su informede mayo de 2002, textualmente en los siguientes términos: «haninfringido el artículo 3 común a los cuatro Convenios de Ginebra,y el artículo 13 del Protocolo II Adicional a esos Convenios,(en tanto) violan especialmente los principios humanitarios de distinción,limitación y proporcionalidad, así como de inmunidad de la poblacióncivil».Los muertos no hablan11al extremo la degradación del conflicto armado internoque padece aun Colombia. Por eso es oportuno que sepueda reeditar este texto, Los muertos no hablan, puesfue el primer testimonio impreso de lo ocurrido allí, másallá del hecho en sí.¿Qué ha pasado en estos 10 años? En esta décadahemos sido testigos de eventos que, articulados,constituyen un escenario de violación permanente delos derechos civiles, políticos, económicos, sociales,culturales y ambientales de la población civil. Estaviolación se puede sistematizar así: