17 2 0
                                    

Félix se sentía inquieto subiendo al auto de un desconocido. Bueno, en realidad no tenía problema con usar una aplicación para solicitar un chofer; lo que lo tenía intranquilo era su racha de mala suerte esa mañana:

1.-El hotel donde se había hospedado había tenido una falla en la electricidad y el generador de energía estaba reservado para "cosas más importantes que cargar su celular". ¿Que podría ser más importante que mantener su celular y smartwatch con batería? Sin duda dejaría una mala reseña.

2.-A su mejor amigo, Hyunjin, le habían bloqueado la cuenta de Uber por haberse quejado de cada conductor que le asignaban, según la empresa por razones infantiles, clasistas e injustificadas, por lo que a lo más que habían podido aspirar fue un Uber común y corriente cuando le marcó del teléfono del hotel en busca de auxilio.

3.-No había estado antes en esa ciudad, no tenía idea de cómo se vería a donde llegaría o cual sería el camino.

Un auto demasiado sencillo para su gusto se estacionó frente a él. Reviso la matrícula solo para comprobar que fuera su chofer al tiempo en que el conductor bajaba el vidrio.

—¿Félix? —el mencionado asintió, subiendo al auto. —Buenos días, ¿está listo para iniciar su viaje?

—Si. —murmuró después de haber echado una mirada a los sillones del auto. Hizo una pequeña mueca al divisar pelos blancos y naranjas, probablemente de gato... rezaba porque fueran de gatos.

Sin más que decir el conductor dio inicio al trayecto.

Félix decidió ignorar lo sucio que estaba el vehículo, se limitó a revisarse las uñas, notando que el esmalte ya estaba un poco viejo; había perdido brillo y casi comenzaba a notarse que sus uñas habían crecido. En cuanto volviera a su ciudad agendaría una cita con su manicurista.

Cuando sus uñas se volvieron simples y aburridas decidió darle oportunidad al paisaje solo para hacerle extrañar más su calidad de vida. Que lamentable ver las calles sucias, la gente caminando en lugar de transportarse en un auto caro y lujoso, los puestos de comida con una muy dudosa higiene...

—¿Te gusta el Babo? —Félix se abstuvo de comentar, asumiendo que sería el inicio de un albur.

—No entiendo de que me hablas. —respondió robóticamente.

El conductor soltó una carcajada, buscando conectar las miradas por el retrovisor. Félix lo miraba con la ceja alzada.

—El Babo, el Babo. —repitió. —El wey de cartel de Santa, el pelón tatuado con bolas en el... tú sabes, en el... no, no sabes. —concluyó al notar la confusión en el rostro de su pasajero. —No te apures, rey, ahorita lo escuchas.

Félix trató de no reflejar en su semblante lo que la música le provoca. ¿Se supone que eso era música? Que decepción, Vivaldi estaría retorciéndose en su tumba de saber que el arte se había transformado a tan vulgar grado.

—Mira, acá de compas, la neta a mí no me gusta mucho el Babo, pero a mi morrito le encanta y tú sabes, uno enculado le agarra el gusto a la música.

Félix asintió dudoso, deseando tener un diccionario clase baja/clase alta para poder comprender el 100% del dialecto de su chofer.

Luego de lo que Félix sintió una eternidad de tortura con la voz del tal Babo de fondo y uno que otro verso cantado por su chofer finalmente llegó al salón de eventos donde se encontraría con Hyunjin para el desayuno de beneficencia.

—Estas bien curiosito, carnal.

—Félix. —corrigió mientras bajaba del auto.

—Cámara, pollo. Ahí me hablas cuando se te ofrezca otro raid. Soy Minho, Mango pa' mis carnales. —le escribió rápidamente su número en un ticket viejo que encontró a su lado.

Werito.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora